Nando regresa de vacaciones.
Es martes y vuelvo a mi lugar de trabajo. Entre otras cuestiones recuerdo que debo llamarle a él, mi psicólogo. También recuerdo sus últimas palabras: "incorpórate un jueves y en horario reducido". Esta desobediencia me puede costar dos sesiones.
He estado en Portugal y he tomado una decisión, cambiar la "ñ" de mi apellido por "nh". El motivo es sencillo: en Portugal he disfrutado de las caricias; unas, las sucedidas entre las tres personas que viajamos juntos, otras, las del bonito hablar portugués. Podemos añadir a este motivo, la sensación de acercamiento a Ronaldinho que siente mi hijo con este cambio. Él, mi psicólogo, no lo entenderá y buscará alguna renuncia de mi pasado. Tres sesiones mínimo.
Recuerdo que en el entresuelo del edificio donde él, mi psicólogo, tiene su consulta, hay un establecimiento donde realizan masajes faciales, la cura de piedi y mani y unos tratamientos con arcilla que tienen una atractiva pinta. Con este recuerdo decido acudir al edificio de él, mi psicólogo, y quedarme en el entresuelo. Dejando las cinco sesiones anteriores para más adelante.
También recuerdo en el bajo de este edificio, "un bar de cañas". Acudo a él al terminar alguna sesión, nunca antes de ellas.
Realizo la petición de un tratamiento "posvacacional" por teléfono. Esta segunda desobediencia me lleva al entresuelo.
Acudo al entresuelo. Me acomodan en una "super-silla-camilla", me colocan una túnica a lo Demis Roussos, reducen la iluminación y empieza a sonar una suave música. Una voz advertida anteriormente de mi sordera me susurra: "començamos en un momenthino". ¡Maravilloso! Esa voz era portuguesa.
No recuerdo el tiempo transcurrido, pero me encontraba totalmente arcillado cuando alguien me habló: "¿qué tal la vuelta al trabajo?.
Era él, mi psicólogo.
Me incorporé vestido de Demis Roussos y con la cara arcillada y mirando a los ojos le dijé: "Martes" y él dijo, "suelta, suelta, Fernandinho".
Quedamos para el martes siguiente y acordamos saltarnos las dos primeras sesiones.
Me vestí, bajé al bar de cañas y en una servilleta escribí Pinheiro. Tomé el vaso y con el primer sorbo empezó a sonar:
"Triki, triki, triiiiiiiiiiiki, triki, Mom amour, triki,triki,triiiiiiiiiiiiiiii".
Sin perder la alegría, Pinheiro.
Comentar