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2019/07/28 20:15:00 GMT+2

Entrevista de Amagoia Gurrutxaga a Oskar Alegria

Fotografía de Oskar Alegria: Idoia Zabaleta (Foku) para Berria

Fotografía: Idoia Zabaleta (Foku) para Berria.

Dice el reportero Karlos Zurutuza que cuando regresa a casa después de una cobertura (suele ir a países en guerra) se obliga durante varios días a no hacer nada. Oskar Alegría estuvo varios meses en un paraje salvaje y mitificado de su infancia. Con la única compañía de dos gallinas y unos cuantos libros (70). Aquel periodo de recogimiento fuera de la civilización se ha convertido ahora en película: Zumiriki.

Ha saltado la liebre (de Emak bakia baita, su anterior película) esta misma semana, porque Zumiriki ha sido elegida para participar en la sección Horizontes de Venecia.

Con ese motivo le han hecho varias entrevistas en la prensa vasca, pero la mejor es esta de Amagoia Gurrutxaga que ha aparecido hoy domingo en Berria: «Arbolak imitatzea da gure erronka»

Fin de semana largo y lluvioso. Domingo por la tarde gozoso mientras traducía este diálogo.

Si gustan.

 «Nuestro reto radica en imitar a los árboles»

«Zumiriki. Isla que está en medio del río». Así lo recoge Jesús Alegría en su diccionario que contine las palabras de su Artazu natal (Navarra) a punto de desaparecer. Sus hijos tuvieron su paraíso infantil en el río Arga, en el zumiriki de Gorriza; entre ellos estaba el director de cine Oskar Alegria. Hoy una presa la tiene escondida bajo el agua; pero el director ha tratado de volver a ese paraíso convirtiendo su memoria y su cuerpo en actor de la película. Para ello, ha construído una chabola de madera en el bosque, con los siete chopos de su zumiriki enfrente: Nagusi, Adarra, Txima Luze, Galtzerdi, Lehorra, Seigarrena y Eskeintza (el Mayor, la Rama, el Melenas, el Calcetín, el Seco, el Sexto y la Ofrenda).

«Decía Gaston Bachelard: 'Nuestras primeras imágenes siempre son tres: una casa, un camino y un árbol. Ya tengo una casa, ya tengo un árbolt. En la premiada Emak Bakia baita (2012) levantó una casa; en  Zumiriki ha hecho lo mismo con un árbol. «Me falta hacer una sobre el camino que junte ambas y complete la trilogía. Zumiriki es la tercera de dicha trilogía. Emak Bakia baita es la primera».

Amagoia Gurrutxaga: Una temporada fuera del mundo civilizado, en una cabaña construida por ti mismo junto al agua, contemplando la naturaleza... El punto de partida de tu nuevo trabajo recuerda Walden de Henry David Thoureau.

Oskar Alegria: La experiencia de Thoreau se ha convertido en la Biblia de este tipo de experiencias, pero también hay Biblias desconocidas. Yo pensé esta como una experiencia de la memoria, no como una experiencia de la supervivencia. Además, este no es un bosque cualquiera. No me he ido a un paraje desconocido. El misterio desconocido es mayor, pero yo he ido al misterio casero. Este es mi bosque. Esta es mi Obaba, mi mundo. Para quienes nos juntábamos en la borda de la abuela, lo que había al otro lado del río era salvaje y misterioso.

Amagoia Gurrutxaga: Cuando eras crío, tu padre filmó los márgenes de la borda.

Oskar Alegria: Mi padre se mudó a Pamplona, pero siempre tuvo su pueblo natal en la cabeza. Lo he conocido escribiendo el diccionario de Artazu y todavía sigue recopilando esas palabras a punto de desaparecer.

En sus filmaciones Super 8 también hay algunos trozos en los que, por ejemplo, aparecen plantas y cita sus nombres. Hizo un diccionario visual. ¿Por qué? Creo que para fijar su paisaje. Nuestro padre grababa nuestras vacaciones, pero también sus romerías y sus paisajes. Iba siempre al monte y filmaba. «Y ahí se ven los montes y ahí se ve Artazu. Y ahí se ven los montes y ahí se ve Artazu» [nota: en castellano en el original]. Ese era su mantra. Para mí ha sido un tesoro, un tesoro a completar.

Amagoia Gurrutxaga: Cruzando el río.

Oskar Alegria: Sí. Como mi padre había filmado un lado, pensé que podía pasarme al otro. Además, tenía un regalo magnífico: lo que estaba, y está, entre ambos lados. Una isla. Nuestro lugar de juegos de la infancia, arbolado; un mundo a conquistar; también para la revolución, porque teníamos prohibido subir aquellos árboles.

Amagoia Gurrutxaga: Además de las filmaciones paternas, hay también filmaciones tuyas anteriores a tu estancia en el bosque. ¿Lo hiciste pensando en este trabajo?

Oskar Alegria: Trabajaba en el Festival Punto de Vista y usaba los tiempos muertos para llenar la mochila en el Norte. Dejé el festival y el arranque de esta película fue un momento de libertad; puede que el último gran momento de libertad.

Tras mi experiencia Walden de la memoria, me aferré a mi estilo: he tratado de salirme del hilo principal con algunas desviaciones. Como los riachuelos con respecto al cauce principal obran esas ramas con respecto al tronco principal. Por ejemplo, los viejos pastores vascos del Pirineo que aparecen en la película son náufragos claramente. En cambio, los que ponen sonido al paisaje que nos ha llegado enmudecido de la película Gure sor lekua sirven para obrar el milagro de recuperar lo perdido a través del cine. La película siempre habla de eso. Muestra una isla sumergida. No se ve tierra, pero lo dicen los árboles: Aquí yace. Y allí está.

Amagoia Gurrutxaga: Los árboles son los mástiles de las carabelas de la memoria.

Oskar Alegria: Sí. Anduve con biólogos, ornitólogos, etcétera, pero no les hice caso. Me aconsejaron que construyera la cabaña en otro punto, pero yo quería contemplar a Nagusi (el Mayor) y su vástago, esos dos chopos de la isla. Mirándolos, finalmente, no veía más que mi reflejo desde la cabaña. Veía el hueco que hay entre los árboles.

Siempre hablamos de imitar a los animales, pero nuestro reto debería ser el de imitar a los árboles, aunque nos resulte imposible. Los árboles saben del trabajo comunal y saben morir por partes -un árbol puede tener muertas una o dos partes, pero igual otra no lo está-. Los árboles no huyen. Porque no pueden. Por tanto, toda su defensa radica en la paciencia. Saben que vendrán los enemigos y están siempre a la espera. Cuando tienen un problema, no salen por patas. En los animales, sin embargo, el problema no acaba: lo dejamos atrás. Los árboles mientras tanto: «el problema está aquí y aquí acabaremos con él».

Amagoia Gurrutxaga: Antes has hablado de una trilogía. Tanto Emak Bakia baita como Zumiriki desprenden el deseo de recoger el brillo de algo próximo a morir.

Oskar Alegria: No se puede con todo el diccionario, pero la última palabra es nuestra. Y, qué casualidad, mi padre hizo un diccionario y la última palabra del mismo es Zumiriki, la última palabra que puedo salvar de un naufragio.

Abandoné el carné de identidad en un bidón enterrado en el bosque. Pensaba que mi identidad estaba en el corazón de dicho bosque. Vivir sin llaves, sin dinero, sin carné... Es interesante para reflexionar. ¿Necesitamos llaves?¿Y dinero? ¿Una identidad? Ahí está la clave.

Amagoia Gurrutxaga: La mezcla entre el día y la noche es una de las claves de tu película.

Oskar Alegria: Ese efecto lo he conseguido con cámaras de fototrampeo. Ha sido un experimento tremendo. Gracias a ello, más que aclarar el misterio, he podido demostrar que sí hay lo que yo sabía que había. ¡Y menos mal que está ahí! Ese ha sido mi mayor deseo: pasar al otro lado para saber que el misterio todavía está ahí, sin la intención de saber cuál es concretamente ese misterio. Con esas cámaras grabas durante toda la noche y aparecen un par de pupilas y no sabes de qué son.

Amagoia Gurrutxaga: Los ojos más grandes son los de la gineta.

Oskar Alegria: El animal totémico de Emak Bakia baita era la liebre y en Zumiriki lo es la gineta. Es un kamikaze auténtica que se mete en cualquier parte. Ha decidido convertirse en actriz de la película.

Cuando compré las cámaras, me recomendaron que comprara otras para que los animales no las descubrieran. En cambio, yo quería eso. Quería ser sincero con ellos. Quería decirle: «Estoy aquí, una fiera más en el bosque». Y después de cuatro meses, pierdes tu propio olor, te conviertes en bosque y se te acercan los animales.

Amagoia Gurrutxaga: ¿Rompiste en algún momento la disciplina durante tu estancia? ¿Hablaste con alguien? ¿Te acercaste al pueblo más cercano?

Oskar Alegria: Nunca. Sólo charlaba con las dos gallinas que me llevé y llegué a perder la voz. No salí de allí y eso era importante para mí. Mi único capricho fue el chocolate: lo tenía bajo tierra. Así guardaba Albistur la carne, como en el Neolítico.

Amagoia Gurrutxaga: Albistur. Francisco. Un personaje importante de tu película.

Oskar Alegria: De Iriberri. Mi héroe. Lo veíamos desde nuestro lado. «¡Allí, allí! ¡Va con el zorro!», nos gritábamos los críos cuando aparecía en el otro lado. Logró domesticar un zorro y solía andar con él. Cuando oía nuestros gritos, se escondía. Vivía en un caserío sin agua ni electricidad, con cien vacas. Aquel también era un náufrago. A mis ojos, era un hombre que volaba. Cruzaba el río mediante cables y una sirga que había fabricado él. Sin camisa y con un montón de conejos. No sabía nadar. Era un Dersu Uzala. Un hombre sin dinero. Escondía una bicicleta en nuestro lado del río e iba a una carnicería de Pamplona para hacer trueque.

Amagoia Gurrutxaga: No tenía dinero, pero sí que tenía el euskera.

Oskar Alegria: Sí. Mi pasión por el euskera surgió entonces, porque desde el otro lado del río hablaba en euskera con mi tío -con nuestro lado-. Era algo diario, a la hora del angelus. Ambos eran los dos únicos vascohablantes de estas tierras. Para mí, el euskera era un puente en el río, Francisco Albistur a un lado, mi tío Vicente Barberia en el otro. Recuerdo cómo una vez le pregunté a mi padre: «¿Qué hablan éstos?» [nota: en castellano en el original]. Y mi padre me respondió: «De vacas» [nota: en castellano en el original].

En cierta ocasión, aquel Francisco Albistur que vivía sin reloj y sin ningún otro contacto se acercó al otro lado del río y faltaba su compañero de charleta. Al día siguiente, lo mismo. Aquella noche, ¿acaso pensaría Albistur que algo había muerto? De ahí hago la conexión con los cuatro pastores de la película. Los filmé durante el último día que pasaron en la borda en el monte. Creo que esos pastores han sido mis maestros en el arte de la espera. Y cuando ha acabado mi naufragio controlado de la película, me he dado cuenta de que a mí también se me ha acabado algo.

Amagoia Gurrutxaga: ¿Qué?

Oskar Alegria: Mi infancia. Hacer esto, pasarme una temporada en el lado salvaje de la otra parte del río era algo importante. Era mi sueño. Se ha convertido en película, pero si no se hubiera convertido, habría cumplido mi sueño igualmente.

Amagoia Gurrutxaga: ¿Ha visto tu padre la película?

Oskar Alegria: No. La primera espectadora ha sido mi madre. Cuando acabó la proyección y nos quedamos a oscuras, me dijo: «Esto que has hecho es muy importante» [Nota: en castellano en el original]. Estas palabras fueron muy importantes para mí. Mi madre está perdiendo la memoria, pero aquella no.

Amagoia Gurrutxaga: Oye, todavía no hemos hablado de la vaca del filme.

Oskar Alegria: No. Y es ella quien conduce la película. Mira, la gente no pensaba que ni tan siquiera estuviera viva. Hay un concepto en inglés: lifer. Hace referencia a un animal o ave que solamente verás una vez en la vida. Esa vaca es mi lifer. Era de Albistur y, a mis ojos, mantiene el espíritu del lugar o de aquel hombre del otro lado, del mundo salvaje. Además, esa vaca es la única que ha escapado de la muerte. Cuando Albistur falleció, llevaron todas sus vacas al matadero en camión y la vaca de la película saltó del vehículo.

Amagoia Gurrutxaga: ¿Cómo ha sido el camino de vuelta: del bosque a la civilización?

Oskar Alegria: Me he quedado allí. Tras el aislamiento, he necesitado de la descomprensión. Todavía vuelvo cada dos semanas. La cabaña está en pie. Llegará el día en que lo arrastrará el río y eso es hermoso.

He vuelto más valiente, más lleno, más maduro. He vuelto sin sueños. Pero seguro que vuelven más.

Escrito por: iturri.2019/07/28 20:15:00 GMT+2
Etiquetas: traducciones oskar_alegria amagoia_gurrutxaga berria | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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