El jueves estuve presentando el libro de Ortiz en la Librería Brönte de Irun. Y aproveché para decir dos palabras sobre la relación que tuvieron Carlos Blanco Aguinaga y Rafael Chirbes. Porque Blanco Aguinaga era irunés y la biblioteca local lleva su nombre (CBA).
Chirbes lo citó en una conversación que tuvo con Harkaitz Cano en el Centro Cultural Ernest Lluch en noviembre de 2013.
Y con ese recuerdo en mi cabeza volví a escuchar por enésima vez aquel diálogo.
Esta es, más o menos, la respuesta a la pregunta de quién le enseñó a leer:
«Eso me lo enseñó un señor de Irun que se llamaba Carlos Blanco Aguinaga. Yo lo quería mucho. Lo conocí ya tarde, pero para mí ha sido el único maestro que he tenido: ha sido el único que me ha enseñado a leer. Yo era muy proustiano ("me gusta porque me gusta") y él me disciplinó y me hizo ver que hay libros que dicen lo que dicen (y no lo que tú digas que dicen), que la literatura tiene un peso, que dentro de cada libro está la Historia, que los libros no se libran de su tiempo (...) y que en este mundo sólo puedes ser testigo o síntoma (...) O intentas ser testigo de tu tiempo y contarlo. O acabas siendo síntoma de tu tiempo y te ponen como ejemplo de lo que ocurrió».
Cuando murió Aguinaga, en septiembre de 2013, le pidieron unas líneas desde El País y Chirbes escribió este texto: Carlos Aguinaga, el sabio que me enseñó a leer.
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