El viernes por la mañana supe que Porcelanas Bidasoa echaba el cierre tras setenta y cinco años. Antes de ir al currelo, leía el libro que Josetxo Arrieta ha escrito con motivo del ochenta aniversario de la Esculea Pública Elatzeta (el colegio donde yo estudié). Un ex director del centro contaba que le habían regalado un detalle de Porcelanas en la despedida. En ese mismo momento, la radio vomitó el cierre de la empresa. ¡Qué casualidad!
Aparte de estar a un kilómetro de mi caserío natal, muchos miembros de mi familia han sudado tinta china allí: mi padre estuvo cuarenta años (hasta su jubilación a comienzos de los noventa), un hermano de mi padre, otro de mi madre, varios primos, etcétera. Por cierto, los jóvenes la llamaban Carcelanas.
He buscado y encontrado en Internet la web de la empresa. Los últimos sherifs son un tal Manuel Fraga y un miembro del PNV, Baltasar Marín. Ahí está también, aún, el proyecto Araso en pdf (al loro, porque pesa 5 megas). Ahora queda una apetecible parcela a la entrada de Irun y la posibilidad de construir 400 viviendas (hasta ahora, a cambio del realojo en Araso). Del Moral explica la cuestión en un artículo de hace un año y el escultor Andres Nagel se refiere a la Filesa vasca (palabras mayores). Finalmente, Carlos Etxeberri firma hoy un artículo titulado Otro nuevo plato roto en las páginas de Economía del Noticias de Gipuzkoa.
La escuela Elatzeta cumple ahora 80 años (merece un apunte) y parece que se mantiene viva, en forma. Muchas empresas que nacieron en aquella época ya se han apagado. La última, Porcelanas Bidasoa.
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