Mis vuelos semanales a Bilbao me
dan tiempo sobrado para la lectura. El vuelo, lo que se dice el vuelo, no dura
gran cosa, pero el tiempo de espera da para mucho.
La mayor parte lo paso en los aeropuertos de Madrid y de Loiu, y suelo aprovecharlo para leer algún libro sobre cuestiones políticas de ésas sobre las que yo mismo escribo.
Ya en el avión, me centro en la prensa. Por ojear, incluso echo un vistazo a Universal, que es el diario gratuito que Iberia reparte entre los pasajeros.
Rara es la vez que la lectura de Universal no me regala alguna pifia regocijante. Incluso en los titulares. Aquí van dos ejemplos tomados del ejemplar del pasado martes.
El primero es el principal titular de la página 2: «Los alumnos extranjeros se multiplican por diez desde 1995». ¡Cielos! ¿Cada uno? ¿Y cómo lo hacen? ¿Y por cuánto se multiplicaban antes de 1995?
El segundo es el subtítulo de la noticia que manda en la página 12. Se refiere al inefable Luis Aragonés, y dice así: «Luis protagonizó su segundo renuncio en apenas unos meses». La verdad es que no me extrañaría que fuera tal cual, porque se dice que a Aragonés le gusta jugar, aunque no sé si a las cartas, pero supongo que de lo que pretendía hablar el periodista no era de renuncios, sino de renuncias. (Obsérvese también su escaso interés por la precisión: no se animó a buscar en qué fecha se produjo el anterior amago de dimisión y optó por escribir «en apenas unos meses».)
La desidia en la redacción de las noticias avanza magnis itineribus en los medios de comunicación. Leo en El Diario Vasco del mismo día, en una información titulada «Los puntos empiezan a asustar menos», el siguiente párrafo: «Murguía [un asesor del Real Automóvil Club Vasco-Navarro] asegura que “no es tan sencillo frenar los índices de siniestralidad” [¡menos mal que lo dice un experto!] y recuerda que también se han dado pasos a nivel europeo para unificar normativas, como la reciente del uso de cinturón de embarazadas [¡cinturón de embarazadas!] y niños de más de 1,35 centímetros de estatura...». Ahí ya me detengo. Me hago cargo de que a un niño de menos de 1,35 centímetros de estatura sería difícil ponerle el cinturón de seguridad, pero no veo cómo cabría hacerlo con uno de 1,36. Habría que empezar por conseguir alguno.
