(el contexto de este documento de 2003 lo explico aquí)
Queridos amigos Javier y Joseba:
Muchas gracias por vuestra carta, ayer me la dieron junto con los libros. Me vino a ver Isidro XX y estuve con él muy a gusto durante unos 40 minutos. Vio que estaba muy bien, y es así. No sé cuando me dejarán libre puesto que no he hecho nada para que me tengan preso, pero eso no me preocupa, pues mientras estoy en la cárcel tengo muchas cosas que hacer: un buen rato de oración todas las mañanas con 10 o 12 latinoamericanos, enseñando euskera a un gasteiztarra, hablando con unos y con otros... etc., en resumen ahora tengo la ocasión de hacer cosas que hasta ahora no tenía tiempo de hacerlas. Después de pasar los 5 días de infierno en Madrid, no sabéis qué situación agradable y tranquila tengo ahora. Otro día os contaré la estancia en Madrid, fue muy dura, inhumana y conculcadora de todos los derechos humanos fundamentales. No hay hombre, por malvado y depravado que sea, que pueda merecer un trato así. Yo les haría a los que estuvieron con nosotros esta única pregunta: ¿cuando vuelves a casa le contarías a tu hijo/a el trato que nos has dado? Por lo que respecta al juez ¿cómo puede ser que acepte una detención así, semejante trato y un juzgado especial, si es que amparan la injusticia?.
(...) ¿todos los de casa están bien?, ¿qué tal tú Joseba después del sustazo que nos dieron el día de la detención?. Por suerte, en Egunkaria y fuera de Egunkaria estoy totalmente tranquilo a cuenta de lo de ETA puesto que no he tenido nada que ver con esa organización ni antes ni ahora. Por consiguiente tengo la conciencia tranquila y llena de paz y así he estado los días en que he estado incomunicado. Nada me ha quitado la paz, gracias a Dios. Y las experiencias interiores han sido tremendamente ricas y profundas. Por otra parte dos cosas puedo subrayar de los responsables de Egunkaria, (incluyéndome a mí mismo):
1. Que ETA nunca ha decidido nada en nuestras reuniones y en nuestras acciones puesto que nosotros no le hemos dado ninguna oportunidad para ello;
2. Que ETA nunca ha puesto dinero en Egunkaria.
El asunto es éste, que en unos papeles de ETA de hace 10 o 13 años la policía española ha encontrado algunos comentarios sobre Egunkaria, porque, al parecer, alguno de Egunkaria le pasaba la información a uno que estaba en relación con ETA. Pero tal como he dicho, de aquí no se puede sacar que entre Egunkaria y ETA haya habido ninguna relación. Por suerte hemos sido siempre autónomos en todas nuestras decisiones y es la ayuda económica de la gente del pueblo y del propio Gobierno Vasco los que han hecho posible que este proyecto esté todavía vivo entre nosotros. Esto es precisamente, lo que el Gobierno Español quiere prohibir: quiere ahogar cualquier proyecto serio que quiera vivir en euskera. Lo conseguirá?
A continuación unas cuantas peticiones:
1. Si alguien quiere venir a verme os tiene que dar a vosotros el nombre y los dos apellidos y el número del DNI (las visitas en nuestro módulo son posibles los sábados al mediodía de 12:40 a 13:20h y el domingo por la tarde de 15:00 ó 15:30h a 15:40 ó 16:10h y también a lo largo de la semana). Estos datos me los tenéis que mandar a mí para que yo los tramite ante las autoridades penitenciarias.
2. Tal vez Ina XX y vosotros dos, Joseba y Javier, podáis venir sin cumplir las normas de arriba, puesto que así lo hizo ayer Isidro. Tendréis que hablar con él para saber qué se puede hacer o cómo consiguió él el permiso.
(Las visitas de los familiares no entran en este reglamento y a ellos les es más fácil venir aquí)
3. Cosas que me vendrían bien:
a) un reloj, uno de esos baratos,
b) un par de zapatillas de deportes, las encontrareis en mi habitación,
c) un par de pantalones vaqueros, que están en mi habitación,.
d) cuando vaya al dentista no sé como podré hacer el pago, he preguntado y se lo haré saber a Ina XX.
Por ahora no necesito nada de dinero, pues tengo unos 120 euros.
Mañana me gustaría tomar parte en la Eucaristía, aunque a pesar de que he presentado la solicitud no creo que me dejen. Hay un grupo majo de euskaldunes (6 compañeros y el “especial” vitoriano que tengo en mi habitación, de 46 años). En los días primeros me han ayudado muchísimo para conocer el ambiente de aquí y las costumbres, sobre todo me ha ayudado un beasaindarra. Hacemos también algo de deporte en el frontón, algo parecido al frontenis. La casa es templada puesto que es de nueva construcción, la comida no es tan rica como la que nos prepara Juli pero se puede comer y yo no me voy a morir de hambre. Además nos sacan de la celda a las 8:00 y por la tarde de 14:00 a 16:30 tenemos que estar en la celda, por lo tanto podemos hacer una buena siesta; no me puedo quejar pues. ¿Qué que me falta?, pues la libertad de salir a la calle de vez en cuando.
Nada más por hoy amigos, A la etxekoandre Juli y a todas las mujeres de la casa (Karmele, Adelaida y Joly) un beso para cada una, y a todos los demás (José Carlos, Miguel, Faissal, Abderzark, Habib, Carlos, Sergei, Manuel, Iñaki XX y a todos los jesuitas de Alza y a los del grupo de fe) un gran abrazo a cada uno. Uniéndome a los jesuitas que a lo largo de la historia han pasado por la cárcel y sintiéndome solidario con ellos he querido compartir con vosotros la alegría que siento.
Txema
RETAZOS DE 5 DÍAS TRANSCURRIDOS EN EL CUARTEL DE MADRID,
(FEBRERO 20-24)
20 de Febrero (Jueves): En Loyolaetxea, en el Barrio de Gros, en San Sebastián, en la calle Calzada Vieja de Ategorrieta:
01:10h. Un guardia civil estuvo llamando al timbre, teniendo la puerta de la calle abierta. Otros estaban dentro y se me vinieron encima nada más abrir la puerta. Después de cumplir una serie de formalidades hicieron bajar a todos los de la casa al Salón del Comedor y a mí me llevaron a mi habitación. Eran la 01:30 o así, se dedicaron durante 4 horas a registrar mis papeles y todo lo que encontraron en la habitación. Cogieron cintas sin ningún interés, incluso alguna cinta de Herri Irratia y unos cuantos papeles y los precintaron. Eran dos policías judiciales y cuatro o cinco guardias civiles los que estuvieron allí. Las formas fueron siempre buenas. Lo peor: que tenia que estar siempre de pie y con las esposas puestas. Al acabar dejamos la habitación y pedí permiso para entrar al baño para hacer mis necesidades “mayores y menores”; las menores salieron fácil pero no así las mayores: la presencia continua de uno allí, me lo impidió. Este me dejó ir a la capilla unos 30 segundos a hacer una pequeña visita. Después bajamos abajo, me hicieron algunas preguntas y un policía me pidió que firmase un papel; yo le dije que no, que necesitaba tener a mano a mi abogado. Siempre con las manos atadas me sacaron de casa: 20 guardias civiles aproximadamente tenían cerrada la calle con 4 grandes coches.
06:00h. Alrededor de las seis fuimos a la calle Getaria, a la sede de Egunkaria, con las manos esposadas aquí también, casi dos horas: cogieron y se llevaron cosas, (ordenador... etc), yo soy testigo de ello.
08:00h. A las ocho o así cogimos el camino de Madrid en un patrol con la cabeza agachada y las esposas puestas, las manos y los brazos en posición posterior. Por suerte un poco más tarde me quitaron las esposas y me permitieron poner las manos en la parte de delante. Vine cómodo con cuatro guardias civiles, sentado entre dos de ellos. Tuvimos una larga conversación (cuatro horas) entre los dos policías que venían a mi lado y yo. Con la cabeza erguida pero cubierta para que no pudiera ver el camino.
Hablamos de todo lo imaginable, ellos preguntaban sin parar y yo respondía o hacía comentarios, sin parar también. Se desarrolló todo de una forma correcta y yo me expresé con total libertad. Creo que tenían una lista de preguntas y temas pues sentí el ruido de algunos papeles y no sé si llegaron a grabar todo lo que hablamos. Me ofrecieron también una galleta y algo de agua. No me puedo quejar, pues, del trato dado por estos guardias civiles: Euskal Herria, religión, Egunkaria, Herri Irratia, Loyolaetxea, el problema vasco, ETA... etc, fueron nuestros temas de conversación, ellos “tirándome” de la lengua y queriendo recoger mis opiniones y juicios. Era su trabajo. Al llegar a Madrid, pusieron en marcha la sirena y llegamos a toda velocidad a “nuestro” cuartel, al sitio donde permanecimos aquellos cinco largos e infernales días. La hora: la una o así?. Nuestra situación de incomunicación en principio debía ser de 3 días.
En cuanto entramos al cuartel me llevaron al sótano con la cabeza agachada y los ojos vendados. Siempre los ojos cerrados y la cabeza inclinada durante los 5 días siguientes; excepciones: dentro de la habitación o del baño y cuando nos llevaban a ver al forense o algún otro cargo. Entonces empezó el saboreo de aquel infierno: sacudían fuertemente las puertas de la habitación y la orden de “¡cierra los ojos y de pie junto a la pared!, se oía a cualquier hora en la celda donde yo estaba o en los alrededores, los golpes secos del abrir y cerrar las puertas, fuera ruidos diferentes (voces de hombres y de mujeres, más altas o más bajas; grandes gritos...etc.)
En “mi” celda otro compañero. Enseguida lo reconocí, Pello Zubiria. Pena y alegría al mismo tiempo.
La celda tenia 2x3x2,5 metros: la luz encendida las 24 horas del día, un colchón de espuma y dos mantas, nada más. Una puerta pequeña y baja por la que hay que pasar a la fuerza con la cabeza inclinada. Oí también algunos nombres: Arantza (¿?), Otamendi (Oto me vino a la memoria), Jon Ander (¿?) y Torrealdai. Un joven (Jon Ander?) empezó a gritar: “Ay, ama, en menudo lío me he metido!. Dejadme en paz, dejadme en paz...!, me vais a “ostiar” como a los demás, y luego yo también cantaré como todo cristo!”. Los guardias civiles le mandaron callar y le dieron algún golpe. Un poco antes el joven había repetido “no hay perdón, no hay perdón”. Le pusieron una inyección según creo, pues se calló durante un rato, hasta que a las 2 horas empezó a gritar repetidamente “¡llevadme donde el juez!” y golpeando la puerta con su cabeza. Ha sido terrible, terrible y profunda a la vez, la sensación de una total indefensión. Sin reloj, sin luz del día, sin almohada ni sábanas, con ruidos terribles en cualquier momento, los ojos cerrados y la cabeza inclinada siempre que alguien entrara o saliera de la habitación, sin poderse cambiar de ropa, sin ducha, sin ruidos de la calle...
La impresión que se tiene es que estamos fuera del mundo, en un sitio que nadie conoce, totalmente indefensos y delante de personas que están actuando en total impunidad. Había empezado a degustar el infierno. Se llevaron a Pello y me trajeron un bocadillo bastante tarde. Lo comí entero, a gusto. Y como había pasado toda la noche despierto me dormí. Con los ruidos de las puertas y los gritos estuve durante la noche despertándome y durmiéndome hasta que a media noche me llevaron arriba. Me dieron permiso para erguir la cabeza y abrir los ojos ( ... falta 1 línea ... )
Él me dijo donde estábamos( en Madrid), y qué hora del día era, (media noche). Me preguntó si me habían hecho algún daño, si había tenido que soportar algún mal trato, si estaba enfermo...etc. ¡Menudo descanso!. Después de pasar unos 5 minutos otra vez al infierno: “¡Cierra los ojos!, ¡Agacha la cabeza!”...etc. Como resumen de este primer día: desde el cielo (desde casa) al infierno (al sótano del cuartel de la guardia civil).
Nota: Teníamos prohibido hablar con el compañero de celda y cada vez que entraban o salían nos lo repetían. Estoy preocupado pero con una gran paz interior; tengo la conciencia tranquila porque nunca he tenido nada que ver con ETA y por otra parte he sentido en mí al Espíritu del Señor (“Si tú estás conmigo, quien contra mí?”). He pedido al Señor para mis compañeros y para mí mismo su ayuda y su Espíritu.
21 de Febrero (viernes): En un infierno cada vez más terrible, junto con Xabier Oleaga: ruidos, nombres, gritos, conversaciones en voz baja, chistes, salidas al váter, el tener que estar de pie en la celda, dos interrogatorios terribles. Indefensión e impunidad son las dos palabras que mejor resumen lo vivido allí, lo padecido allí.
En una de estas que yo salí al váter (¡cierra los ojos!, ¡agacha la cabeza!) y al volver una persona estaba en “mi” celda. Cuando pidió algo enseguida lo reconocí, era Xabier Oleaga. Más tarde me dirigió unas palabras muy bajo, muy bajo: “¿qué tal estas Txema?, ¿bien?”. Y yo: “Sí, Xabier, ¿tú también, bien?”. Y él: “Sí”.
Durante los 4 días que estuvimos juntos esas fueron todas las palabras que nos pudimos cruzar, ¡Qué miedo!, ¡Increíble!. Nos ponían a cada uno con su manta en las dos esquinas de la cama, a veces los dos sentados, otras veces uno de pie mirando a la pared y el otro encima de la cama tumbado... etc. Viéndole a él sentado y yo teniendo que estar de pie me producía en mi interior una cierta envidia ¿por qué el sí y yo no?. Cayendo en la cuenta de la maniobra de los otros de alguna manera pude superar ese sentimiento negativo o como se quiera llamar. Durante todo el día noté mucho movimiento en el sótano, gente que entraba y salía, golpes terribles (“¡fulano, ven con nosotros!, ¡cierra los ojos y agacha la cabeza!”), gritos, chillidos, nuevos nombres (Iñaki, Xabier Oleaga, Marcelo), toda una parafernalia tremenda, “digna de verse”.
Por un lado sintiendo el miedo, cada vez más interiorizado, y por otro una potente fuerza interior (por decirlo de alguna manera, la plenitud del Señor, esa plenitud que él sólo puede dar).
Tenia yo siempre presente “si me golpean o si me dan malos tratos estoy perdido”. Por suerte no me ocurrió nada de eso, a pesar de que la situación y el trato de todo el día habían sido infernales. Me preparé bien a mí mismo para lo que me pudiera venir: “¡Dame Señor en cada momento la palabra oportuna y adecuada!”. La preparación no fue pues qué me preguntarían y yo qué les podría responder, no, de ninguna manera, me parecía que era un esfuerzo inútil, puesto que no me podía ni imaginar por dónde podrían ir ellos en aquella situación para mí misteriosa, y cuáles podrían ser los cargos que me hicieran.
Comí con ganas los bocadillos y todo lo que me trajeron, por aquello de coger fuerzas de donde fuera. Agua sin embargo, bebí muy poca pues no quería salir al váter que estaba fuera de la celda para no pasar ninguna nueva humillación o vejación mayor, puesto que en caso de ir las “otras” atenciones y tratos eran menos soportables. Unas veces nos han dicho insultos (“¡me cago en tu puta madre!” a mí), otras veces amenazas (“¡tengo ganas hoy de sacudir a alguno!”), siempre una situación ininterrumpida de humillación.
Interrogatorios: Cuando estaba dormido me despertaron. No sé que hora era, al anochecer o así sería.
Estábamos dormidos Xabier y yo encima de la única cama, ocupando cada uno la mitad más o menos (muy encogidos, pero bien)(Además de tener prohibido el hablar entre nosotros en la celda no podíamos ni mirarnos el uno al otro si no queríamos recibir algún castigo o algún disgusto. Querían los guardias civiles que no tuviéramos noticias el uno del otro. (... falta una línea ....)
Sin poder quitarme de encima el susto de los portazos me llevaron a lo largo de unos pasillos a una fría habitación. Antes de entrar escuché la voz de Juan Mari en una habitación de al lado. No me hicieron andar arriba y abajo, no salimos del piso donde estaban las celdas.
La habitación parecía, por el número de personas que había y por el eco de las voces, mucho mayor que nuestra celda. ¿Cuantos estábamos?, No lo sé, puesto que no hablaron más que dos o tres, pero se me hizo que había más gente, como ocho o diez. Con los ojos cerrados, (creo recordar que en la cabeza tenía puesto algo pero no estoy seguro), delante de una pared, de pie, mirando a la misma y detrás de mí bastante lejos todos los demás.
Uno me ordenó que levantase los brazos y me pusiera contra la pared, lo hice enseguida. Entonces se me acercó uno y al oído me empezó a preguntar fuerte de una cosa y de otra, y queriendo aclarar quién de Egunkaria era a fin de cuentas el tipo de la organización y algunos asuntos de dinero, (hablaban de 100 millones de pesetas). De lo primero le dije que nunca había habido ninguno de esos entre nosotros, se lo dije una y otra vez dándoles todos los ejemplos que pude. Y de lo segundo que yo no podía aclararles nada y les dejé bien claro que era dinero que había dado la gente.
En una de ésas – y después de que se entrecruzaron varias voces – el que llevaba el hilo de la conversación me soltó que la razón de escribir a Txelis fue por mi parte la de percibir su conversión del corazón: “¡déjese de ostias...!” Yo entonces firme y acalorado por dentro pero por fuera medio llorando le dije: “como sacerdote que soy, si juzga usted así el sentido de mi vida y mi filosofía ¿qué le puedo responder de esto y de aquello?”. En otro momento también el de siempre enfurecido por que yo no sabía algunas cosas de dentro me dijo como una amenaza: “¡Déjese de ostias y cuéntenos la verdad! De lo contrario...” y yo: “si tengo que sufrir esto y aquello por contar con fidelidad lo que yo he vivido lo tengo aceptado y asumido. Si usted me obliga a decir algo a la fuerza, diré lo que usted quiere escuchar, pero no la verdad”. (Las palabras eran así fuertes y contundentes. Entonces me di cuenta de que me las había puesto el Señor en la punta de la lengua!) El interrogatorio se estaba alargando. Después de pasar el primer cuarto de hora uno me dijo que bajase los brazos de la pared, ¡menudo descanso!. Me hicieron seguir de pie y después de pasar dos horas les dije tranquilamente “estoy que me caigo si es que tengo que seguir así, ¿puedo hacer un par de estiramientos y seguir luego con el interrogatorio?” Me pareció que se extrañaron por mi osadía. Pasado un momento, el que era el responsable me dijo “puedes hacer los estiramientos” y así seguí otro rato, más corto que el primero. Mi sentimiento: que mi verdad fue más fuerte que toda su parafernalia. No perdí los papeles, los nervios no me traicionaron y su actitud no me amedrentó. Me encuentro otra vez teniendo que decir “¡Señor eres grande!” después de haber pasado todo esto.
Volví a la celda muy tranquilo y con una gran paz, no sé cuando hice mis necesidades.- dentro de ese día seguramente pero no me acuerdo si antes o después del interrogatorio aquél -. Con la cabeza inclinada, los ojos cerrados me metieron a la celda y me dejaron junto a la pared de pie. Pasé varias horas en aquella postura hasta ir otra vez a un nuevo interrogatorio. Esta vez fue otro el que preguntaba, me pusieron sentado mirando a la pared y los ojos cerrados. Parecía “el bueno” y me decía las preguntas en tono “agradable”, las mismas preguntas que me habían hecho antes y yo continué respondiendo de la misma manera a las preguntas, completando las cosas que conocía y diciendo que para otras no tenía respuesta. El interrogatorio fue mucho más suave y más corto. A mi parecer se dieron cuenta de que les había dicho todo lo que sabía. Me dejaron en paz. Camino de la celda otro me hablo con palabras suaves: “te has portado bien, si mañana haces las declaraciones así todo te irá bien. Así nos mostrarás tu agradecimiento ante el buen trato que te hemos dado”. Entonces no me decían aquello de “¡Éstos te han vendido! ¡Te han traicionado después de haber puesto tu confianza en ellos!”. Todo era suavidad y dulzura.
Otra vez a lo largo de toda la noche golpes, ruidos, movimientos... mi preocupación “¿qué haré mañana, declarar o no?. Si el abogado no me aclara las ventajas y los inconvenientes de una y otra postura no diré nada”.
Esa noche pude dormir, descansar, pensar, rezar (Gracias otra vez al Señor porque en los interrogatorios he sentido que estaba conmigo y que su Espíritu ha movido mi lengua), despertarme con los ruidos...etc hasta que a eso de las 5:30 oí mi nombre en la celda.
22 de Febrero (sábado): Declaraciones y los demás qué.
El forense (y yo que pensaba que era domingo).
El silencio en la celda y en los alrededores.
Después de pasar la noche como pude, es decir, a ratos durmiendo, otros con ruidos, con gritos, con golpes...etc a las 5:30 vinieron a buscarme. “¡De pie contra la pared y los ojos cerrados!”. Entraron y me llevaron arriba con la cabeza agachada y ya en los pasillos de arriba me dieron permiso para erguirme y abrir los ojos. Eso sí que era un respiro. Me pasaron a una habitación y me hicieron sentar en la silla, mientras un guardia civil preparaba el ordenador y la impresora.
Poco después otro guardia civil, - ellos dos jóvenes de unos 30 – 35 años - y “mi” abogado de oficio (una mujer) se hicieron presentes. El guardia civil se puso junto a otro delante de mí, la abogada, por el contrario, detrás de mí y no tuve ni ocasión de verla. Después de cumplir las formalidades expresé que tenía una pregunta que hacerles y a ver si la podía hacer, es decir, antes de las propias declaraciones que si no, no haría las mismas, el guardia civil que llegó más tarde me dijo que sí. “¿Cuáles son las ventajas y desventajas que tiene el hacer o no hacer las declaraciones?” la pregunta se la dirigí a la abogado. No me hicieron saber su nombre, sí el número del colegio de abogados. Me respondió el segundo guardia civil que no podía contestar. Y yo entonces : “entonces ¿para qué necesito un abogado?” Y me negué en rotundo a declarar mientras no lo hiciera delante del juez pues así lo tenía decidido de antemano siempre pensando en que el abogado no me hiciera pensar lo contrario.
Otra vez al infierno! Por el camino me decían “Se te han acabado los privilegios que has tenido hasta ahora! Nosotros nos hemos portado bien contigo y tú nos das semejantes respuestas?” y me metieron en la celda. “¡Gracias Señor porque me has dado luz y valor para decir que no!”. Sentí una tremenda alegría y tranquilidad interior. Sin embargo mi cabeza estaba dando vueltas en la celda “¿qué habrán hecho Juan Mari y todos los demás?, ¿será mejor declarar?”. A decir verdad la preocupación no me duró mucho ya que veía claramente la conveniencia de hacer las declaraciones delante del juez y no de otra manera. Así se acabó aquel Gólgota.
A las 8 de la mañana más o menos los guardias civiles otra vez en mi celda “¡A la pared!, ¡la cabeza agachada y los ojos cerrados!”. Otra vez arriba. ¿Que es lo que querrían ahora?. Fuimos a los pasillos de arriba y lo de siempre, el permiso para tener el cuerpo erguido y abrir los ojos, aun cuando al cruzarnos con algún otro detenido me hacían parar e inclinar la cabeza durante algunos segundos. Al fin delante del forense: aquí también tranquilidad y alegría de poder hablar con una persona y de poder mirarle a los ojos de una forma totalmente normal. Al preguntarme él a mí qué día era le respondí que 23 y domingo. Él que no, que era 22 sábado, que el tenía que venir todos los días y que no se podía saltar ni un solo día. Así supe qué hora era y también en qué día de la semana estábamos. “Gracias. Adiós”. Y claro, volvimos a tomar el camino de la celda por enésima vez. Humillación por el camino, humillación en la celda, humillación en cualquier parte y a todas horas. Los derechos humanos fundamentales totalmente conculcados en nombre de la democracia.
Mi preocupación fundamental: “¿El haberme negado a declarar tendrá consecuencias?. Todavía no me han pegado. ¿En adelante, qué? ¿Tendré que seguir estando de pie durante horas interminables entre la cama y la pared?”.
La tarde de aquel sábado se me hizo extraña por el poco movimiento y el gran silencio que se adueñó de todo. Pasaron por mi cabeza muchas cosas: alguno de nosotros ha muerto, o alguno de ellos ha muerto en algún atentado. ¡Imposible aclarar las cosas!. No me hicieron nada especial y pasé la noche bastante tranquilo compartiendo la cama con mi compañero Xabier.
23 de Febrero (domingo): Visita del capitán,
firma de la prolongación de la incomunicación
el forense.
El ambiente inhumano continuó como hasta entonces: ruidos, gritos, golpes de puertas...etc, aunque eran, es verdad, algo más suaves. En las celdas nos dejaron también bastante tranquilos, a pesar de que a Xabier Oleaga lo llevaran un par de veces. Conocí dos situaciones nuevas:
1. Por una parte vinieron a la celda a buscarme - llamando y abriendo suavemente a la puerta - y me llevaron arriba como otras veces (sin decir nada, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hasta que me dejaban donde querían). Allí me dejaron en una pequeña habitación y después de pasar un par de minutos o así llegó un hombre de unos 45 años, vestido de paisano y que era (según sus palabras) Capitán de la Guardia Civil.
Después de saludarme me preguntó si estaba dispuesto a hablar con él. Yo le respondí que sí, que en principio yo estaba dispuesto a hablar con cualquiera. Estas fueron sus primeras palabras: “Este es mi mensaje: todo esto no es contra el euskera, sino contra ETA” (“excusatio non petita, accusatio manifesta” como se decía en latín) Me comentó de dónde era, que era de Galicia y que era su lengua materna, su respeto por todos los pueblos, etc .... Fue una conversación en un tono muy correcto, realizada mirándonos frente a frente, con normalidad en una situación muy anormal. Me soltó que siendo él también cristiano el quehacer de ambos era ayudar a las personas, cada uno a su nivel: él por ejemplo, dirigiendo el tráfico, recogiendo con vida a la gente de las pateras...etc. Yo le hice una única pregunta “Lo que a nosotros nos ha tocado vivir ahí abajo ¿tiene algo que ver con ayudar a las personas?” y su respuesta: “ ( .... trozo en alemán ...)
No puedo precisar cuándo ni por qué ocurrió esta inesperada visita. Yo creía que había sido el domingo a eso de las 6 de la mañana, pero por lo que me dio a entender alguien fue el sábado al atardecer o al anochecer? No puedo precisar ni aclarar más.
2. La segunda situación vino más tarde, me llevaron otra vez arriba y esta vez dos policías (guardias civiles?) estaban esperándome para que firmara el papel de prolongación por dos días más de la incomunicación. Mi reacción: “No voy a firmar ningún papel si no es delante del abogado o delante del juez”. El próximo paso: “Ayer no firmaste la declaración y si hoy no firmas este papel ¿qué consecuencias va a haber?”. Me atemoricé viéndome en una total indefensión y viendo lo que decía el texto decidí firmarlo - aun oliéndome que había alguna irregularidad (la fecha escrita y el día en el que yo firmaba, por ejemplo) - porque el papel no trataba más que del asunto de la prolongación por un lado y por otro porque temía pasar más tiempo de pie ( pues creo que la firma la hice el domingo a la mañana y la prolongación acababa el lunes por la noche o el martes por la mañana, casi 48 horas más tarde).
Me llevaron también a donde el forense (seguramente al medio día) y me dijo que el lunes me llevarían a la Audiencia Nacional, y que en consecuencia no tendría más visitas suyas. ¡Primera señal de que esto tocaba a su fin!, pero todavía me quedaba por delante día y medio...
24 de Febrero (Lunes): Día “tranquilo” el que pasé en la celda.
Por la mañana se llevaron a Xabier Oleaga y hasta llegar a la cárcel no lo he vuelto a ver. No hubo apenas movimiento y el día se me hizo interminable, terriblemente largo y pesado.
En una de esas una mujer guardia civil (que tiene una hija de 8 años) vino a la celda ( ... falta una línea ... )
Por dentro me sentía fuerte y valiente porque en mi interior se estaban conformando unas decisiones o sentimientos importantes. Las comento brevemente.
- La compasión que sentía hacia aquellos guardias civiles, hombres y mujeres, y que me llevó hasta llorar. Pues se me hacía lamentable aquel comportamiento tan inhumano. El caer en la cuenta de su proceso de deshumanización: a nosotros nos estaban machacando como personas y en nuestros derechos como personas y ellos iban perdiendo su ser humano. A modo de test les propondría esta pregunta, sobre todo a aquella madre: “¿les contarías a tus hijos e hijas y a quienes quieres cual es tu trabajo en este infierno?”. La compasión la tenía metida hasta dentro y me provocaba las lágrimas teniendo el interior totalmente conmocionado (había tomado la firme decisión, antes de salir y teniendo la oportunidad para ello, de hacerle esta pregunta a alguno de ellos, pero no la pude realizar. Quería yo meter a Dios (“Dios, Patria, Rey”) en medio por si fueren creyentes para que su fe les denunciara y reprobara el trato inhumano que habían hecho).
- Me salía el agradecimiento por todos los poros porque el Espíritu del Señor lo sentí conmigo, junto a mí, dentro de mí, en todos los días que he pasado en aquel infierno: tanto por la alegría interior y la consolación que sentía (a pesar de estar todo el tiempo temblando), como por la capacidad que tuve de decir las palabras rectas y adecuadas y también porque tuve la valentía de negarme a declarar y también porque a Xabier Oleaga y a los otros compañeros, aun sabiendo que estaban mal, los tuve a mi lado. Ha sido una experiencia rica y profunda todo lo vivido allí, que me ha pasado a mí sin haber hecho yo nada malo.
- Tomé una determinación: no hacer ninguna declaración, ni delante de ningún juez, sin que estuviera delante mi abogado. Razón: no me fío de este juez pues este es el que nos ha metido en este infierno de 5 días, machacando a las personas, humillándolas, vejándolas y conculcando nuestras más elementales derechos humanos. ¡Y todo esto en nombre de la ley y la democracia! ¿Cómo es posible semejante burrada?. Me vienen a la mente las palabras de Jesús: “¡Nido de víboras!, ¡sepulcros blanqueados!”. Cómo demonios voy a hablar con el hombre que nos ha tratado así si no tengo a mi lado quien me defienda?
25 de Febrero (martes): En la noche del 24 al 25 nos han venido los guardias civiles a la celda y nos han hecho salir fuera, nos han puesto en furgones diferentes y nos han llevado a la Audiencia Nacional.
Estábamos allí para media noche. Junto conmigo Juan Mari Torrealdai e Iñaki Uria. Nos han dejado a cada uno en una celda del juzgado. Toda la noche solo, sentado en un “asiento” de piedra y a veces tumbado. Vinieron a buscarme a las 5:30 cuando estaba profundamente dormido. Me despertaron y me llevaron donde el juez. Junto a él estaban 5 mujeres, la fiscal, su ayudante, yo en medio, la que hace las grabaciones, la abogada de oficio y la que estaba trabajando en el ordenador.
Me hizo sentar y me hizo saber los derechos que me asistían, a continuación me pregunto a ver si sabía por qué estaba yo allí, le respondí más o menos que sí. Y a continuación le pregunté si podía hacerle alguna pregunta porque quería explicar la razón de negarme al derecho que me asiste de hacer declaraciones. Me dijo que sí, que aquello también quedaría grabado. Y le dije así, más o menos: “no teniendo delante a mi abogado no voy a hacer ninguna declaración puesto que no tengo con usted ninguna confianza: ha dado usted orden de apresamiento y me ha tenido incomunicado durante 5 días dándome un trato inhumano y vejatorio, conculcando los derechos humanos más elementales. Todo esto en nombre de la ley, no en nombre de la justicia”. Entonces el juez: “Sepa usted que la legislación y la democracia me amparan en mi quehacer”. Y yo: “No sé de qué democracia está usted hablando, pero estoy seguro que la justicia / el derecho no le asisten al autorizar que se dé este trato inhumano a los presos”. “No quiero discutir con usted” , dijo el juez. “Yo tampoco”, le repliqué. Después de cumplir unas formalidades me llevaron otra vez a la sala pequeña. En esa sala había escritas algunas cosas, "Negar todo" (en euskera) y “U.S.A” entre otras.
A las 6 de la mañana aproximadamente me quedé sólo en el calabozo y con gran paz y empecé a hacer mi oración:
1. Por el valor que tuve para decir todo lo que dije, aunque los nervios me jugaron una mala pasada, (Como me ha sólido ocurrir a veces cuando he pasado del frío al calor: un temblor tremendo que desde fuera apenas se puede percibir) le di GRACIAS al Señor una y otra vez.
2. Pedí la luz del espíritu y la fuerza para mis compañeros.
3. Empecé a pensar qué es lo que tendría que hacer en adelante.
Durante los siguientes minutos se me encendió una gran luz dentro: no tenía que dejar pasar aquella situación de injusticia sin denunciarla, nadie más tendría que pasar por este infierno de 5 días que hemos pasado nosotros, ni siquiera un solo día.
He sentido la necesidad de denunciar y condenar, haciéndome objetor de conciencia, aquella actuación injusta y perversa protegida por la ley, aquella actuación que no pretende más que hundir a la persona y humillarla, aquella actuación (sistema policial y jurídico) que conculca los derechos humanos elementales. Es una decisión firme y determinada que me ha dado una gran alegría y que me ha puesto el corazón rebosante. Una única pregunta “¿el día del juicio tendré ocasión de expresar la defensa que me he preparado delante del juez y los medios de comunicación?”. Tengo que aclarar las cosas con el abogado, aceptar su ayuda y preparar bien las cosas. Yo estoy dispuesto a “pagar” un castigo duro aunque no haya hecho nada malo ni haya tenido nunca ninguna relación con ETA, pero mi denuncia y mi condena (de la ley antiterrorista y de la Audiencia Nacional ) ha de tener un eco tanto en Euskal Herria, como en el Estado Español, como en Europa. Se ha apoderado de mí una gran alegría interior y una paz tremenda. Amen, Señor, Gracias.
- Me han traído desayuno caliente y he tomado a gusto el croissant y lo demás. Poco a poco alrededor del calabozo se ha ido llenando de gente, gente euskaldun entre ellos, se podían oír expresiones en euskera, palabras... etc. De repente han metido en mi celda a Pablo que ha venido a la Audiencia para defenderse. Hemos hablado largo y tendido y de estar sin ninguna esperanza, teniendo en cuenta que tiene a su madre y a sus hijos ha pasado a tener una cierta ilusión. Me ha pedido que le escriba y le he dicho que sí.
Qué tarea tan bonita la que puedo hacer con personas como ésa, sobre todo con los que están en la cárcel.
He podido comprobar otra vez que estoy hecho para tratar con las personas y que estoy maduro para ayudar a estos que están hundidos. En una palabra: se me ha ofrecido la oportunidad de estar con los pobres y vivir con los pobres sin haber hecho yo nada malo ni haber dado ningún paso por mi parte. ¡Laus Deo!.
Tengo claro que puedo cumplir ahora mejor que nunca mi “vocación” o “eso” que no puedo decir con palabras. Se pueden tomar mis palabras como palabras de loco, pero más que loco soy muy consciente de lo que digo. Quiero vivir y llevar al estilo del Espíritu de Jesús esta nueva situación. Creo que soy capaz con su ayuda. Tengo ahora una doble misión:
a) Preparar bien una firme condena y una denuncia transparente de los juzgados, de las leyes, de los políticos y de los jueces que hacen posible la conculcación de los derechos humanos y la injusticia.
b) Querer y ayudar a andar en los caminos de la libertad a los presos que tengo a mi alrededor sean éstos vascos o sean de fuera (españoles, latinoamericanos...etc.) Cómo? Dándoles el tiempo, ofreciéndoles las clases de euskera, castellano, alemán, siendo ayudante del capellán...etc. Hay muchos caminos y senderos. La cosa es ser andar buscando.
Mas tarde han metido un segundo preso social, un madrileño de 29 años, majo, de buen humor y muy listo. Éste también ha venido a defenderse, estando como está en un grupo de terapia para salir de la droga. Tal vez lo saquen a la calle este año. Tiene buena ocasión para cambiar su vida y ponerla en otra orientación. Tiene el apoyo de la familia y de su novia. Que el señor bendiga a estos dos amigos.
A media tarde ha terminado lo de la Audiencia y nos han traído a la prisión preventiva del Soto del Real los 9 compañeros de Egunkaria (el décimo, Pello Zubiria en el hospital), - Juan Mari, Martxelo, Luis, Fermín, Iñaki, Inma, Xabier Oleaga, Xabier Aguirre y yo -.
Se nos ha abierto el camino del cielo cuando estemos todavía en el purgatorio (¿), Nos hemos abrazado, nos hemos dicho palabras de cariño ... Tres (más Pello) a la calle con la fianza.
27-02 (jueves). Soto del Real.
El texto se corta aquí.
2003/02/27 08:09:58.635000 GMT+1
Testimonio de Txema Auzmendi
Escrito por: Txema Auzmendi.2003/02/27 08:09:58.635000 GMT+1
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...o, nos hemos dicho palabras de cariño &8230; Tres (más Pello) a la calle con la fianza. Fuente Original de Javier Ortiz
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