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2008/03/09 07:42:39.823000 GMT+2

Relato de Joan Mari Torrealdai

Joan Mari Torrealdai, presidente del Consejo de Administración de Egunkaria y director de la revista Jakin, fue puesto en libertad el 15 de marzo de 2003, después de permanecer tres semanas en la prisión de Soto del Real. Anteriormente, estuvo detenido e incomunicado durante cinco días en dependencias de la Guardia Civil, en las que sufrió un trato atroz, pero que él mismo no se atrevió a denunciar entonces como torturas, ni en sede judicial, ni en público ni en privado.

En febrero de 2008, cinco años más tarde, en una intervención en la radio pública vasca Euskadi Irratia, finalmente Torrealdai habló de tortura por primera vez: reconoció que él también la sufrió, y que una de las secuelas de ello fue su incapacidad para reconocerlo durante tantos años.

La siguiente entrevista entrevista, no obstante, es de comienzos de marzo de 2003, apareció en el periódico sustituto Egunero, y ha sido traducida del euskera. Torrealdai respondío a las preguntas estando en prisión. Sin que aparezca el término tortura, es un testimonio bien elocuente.

¿Qué recuerdas de tu detencion?

¿Recordar? Más que un recuerdo, es una experiencia, un calvario que todavía tengo muy presente. Lo tengo todo en la memoría y en el corazón, todo el dolor y el sufrimiento.

(Los guardias civiles) Entraron en mi casa sobre la una y media de la noche del 19 al 20 de febrero, como Atila, destrozando la puerta a golpes y con mucho alboroto. Los cuatro (Torrealdai, su mujer y sus dos hijos) nos levantamos espantados, y para cuando llegamos al rellano de la escalera, ya hab?a media docena de guardias civiles dentro, apuntándonos con sus armas. Después entraron los demás. No sé cuántos eran. Muchos, eso sí. Yo les dije que se deb?a tratar de una confusión, pero ellos que no, y me mostraron los papeles del juez.

A mi mujer y a mis dos hijos (de 12 y 10 años) los llevaron a la sala, y a mí me dejaron aparte, para el registro. Había una docena de personas registrando. Durante cuatro largas horas, miraron y desordenaron todos mis papeles personales, mis informes, investigaciones, notas íntimas, y se llevaron cientos de documentos. No respetaron nada, ni tan siquiera los papeles de mi mujer. Cuando terminaron, apenas pude despedirme de mi mujer e hijos. Desde entonces, el pánico en la mirada de mis hijos me ha venido persiguiendo. Hay que tener maldad para decirme, como me dijo uno de ellos, que vaya imagen iban a tener mis hijos de su padre, porque los había saludado muy friamente. Eso me dijo uno de los guardias civiles de paisano.

¿Cómo fue el registro de Jakin?

En ese caso no tuvieron que romper la puerta, puesto que les di la llave. Había unos 20 guardias civiles allí, arriba y abajo en los pasillos y en las oficinas. Yo era el ínico que tenía que estar quieto. ¡Vaya destrozos! Desmontaron y vaciaron algunos de los ordenadores, y se llevaron los demás. Todo lo que estaba ordenado lo dejaron patas arriba, registraron hasta la última esquina y se llevaron miles de documentos. Sin ningún respeto, sin miramientos. Me quejé, pero en vano. Estuvieron unas siete horas en Jakin. Yo veía como en una película cómo destrozaban mi vida profesional y mi trabajo, mis investigaciones, mi futuro. Les pedí que solo se llevaran documentación de Egunkaria, pero no: se llevaron consigo todo lo que encontraron. Incluso textos originales de Martin Ugalde.

De Jakin pasaron a Euskalgintza Elkarlanean Fundazioa (fundación que engloba a las principales editoriales y distribuidora de libros y discos en euskara) despues de forzar la puerta. Para entonces, los guardias civiles estaban cansados y no se esmeraron tanto en registrar. De todas formas, se llevaron todo lo que cogieron. Más de una vez les dije que yo no tenía nada que ver con la fundación, pero no sirvió. Dijeron que el auto les daba permiso y punto.

De allí te llevaron a Madrid.

De repente, yo, que soy mas peligroso que Bin Laden, me veo con las manos atadas, la cabeza agachada, metido en un coche en dirección a Madrid. Así me llevaron; tres veces pedí parar para orinar, pero no. Además me hacían hablar constantemente, a pesar de que yo les decía que estaba cansado y solo quería estar callado.

Les pregunté por qué me llevaban y por qué de esa forma, si yo ni tan siquiera dejo mis niños jugar con armas de juguete. El que parecía peor de entre ellos me contestó, secamente y con dureza: "Hay armas que matan más que las pistolas". "¿¿Te refieres a mí?", le pregunté y me callé.

Despues vino la incomunicación. ¿Sabías quién más había sido detenido?


No sabía ni dónde me habían metido. En el infierno, eso sí. En la cárcel me dijeron que habíamos estado en la Dirección General de la Guardia Civil. Me metieron en ese agujero a media tarde. Dios, al crear el mundo, distinguió entre el día y la noche. Los guardias civiles nos privaron de la noción de noche y día. Todo era de noche, en aquella oscura y negra celda.

No supe de tiempo o de nadie, no sabía si yo era el único detenido o si había más. Había gente en las otras celdas, metieron a mas gente después, pero no sabía a quién. En un momento, oí la voz de Txema Auzmendi. Ya éramos dos. Al día siguiente, o al tercero, reconocí las voces de Iñaki Uria y de Martxelo Otamendi, durante los interrogatorios. A pesar de que estuvimos cinco días en aquel lugar, no tuve constancia de nadie más. Me enteré en la carcel. Predominaba el miedo, un silencio mortal.

¿Cómo fuiste tratado?

El mismo día en el que me detuvieron, al anochecer o a la noche, me interrogaron por primera vez. Tenía la cabeza cubierta y estaba temblando de miedo. De pie, con las manos sobre la pared, con las piernas abiertas hacia atrás. Allí empezaron las preguntas, y con ellas, los golpes en la cabeza y en la espalda después de que me quitaran el jersey y la camisa. También me golpearon entre las piernas y en mis partes, con una regla o algo así. Eso último no sé si fue en el primer interrogatorio o en el siguiente, porque estuve unas seis veces en la misma posición.

También me pusieron un objeto de plastico en la sien, después me lo pasaron por los brazos, haciendo un sonido, y me preguntaron si sabía lo que era. Cuando las manos ya no aguantaban más y no podía seguir de pie, me dejaron sentarme. Una vez, la primera vez, poco tiempo. Como no colaboraba, me dijeron que los privilegios se habían acabado y que a partir de entonces tendría que estar de pie. En la celda lo mismo, de pie, sin poder sentarme o tumbarme. ¡Qué duro es estar con la cabeza cubierta y mirando a la pared, sin saber cuándo vendrá el siguiente golpe! Estas acogotado, temblando de miedo. Y más todavía cuando detrás tuyo hacen explotar petardos.

En esa situación, preguntas y más preguntas, me gritaban y me rugían en los oidos, pidiendome respuestas: "Sí o no". Y sobre todo, insultos, amenazas, mentiras: que si era nosequé -no lo puedo repetir aquí-, que no podría volver al monte porque me iban a destrozar las rodillas, que si amigos míos me habían delatado y vendido, que si tenía suerte porque con 70 años saldría de la carcel (Torrealdai tenía 60 años en el momento de la detención), que dónde estaban mis hijos, que si iban a traer a mi mujer, que Martin Ugalde había muerto y a su mujer Anamari la habían llevado al hospital. Al día siguiente me dijeron que ya habían enterrado a Martin Ugalde y les creí.

¿Qué actitud adoptaste?

No era capaz de contestar a la mayoría de las preguntas, bien porque no me sabía las respuestas o porque me había olvidado de los datos. Tal y como conté al juez, estaba completamente bloqueado, mentalmente y psicológicamente. Me aprendí los nombres y datos que ellos me dieron, a fuerza de repertirlos. Me hicieron repetir las respuestas unas quince o veinte veces. No sabía qué querían. No podía ver ninguna malicia ni en sus preguntas ni en las respuestas. Después me di cuenta en qué andaban y para qué: estaba aprendiéndome la declaración de memoria, y estaban buscando que incriminara al mundo cultural vasco.

Por lo que dices, forzaron tu declaracion policial.

Cuando me sacaron de la celda y me llevaron arriba, ilusamente, creía que me llevaban ante el juez. Había dos hombres a los lados y una mujer detrás de mi. Me metieron ahí y me descubrieron la cabeza. Me dijeron que la persona que había detrás de mi era una abogada, pero que no podía hablar con ella porque estaba incomunicado. Hice la declaración tal y como la había aprendido. Cuando me la dieron para que firmara, saqué fuerzas de no sé donde, la leí y les dije que quería hacer algunas correcciones. No les hizo ninguna gracia. Hice algunas correcciones, con mucho miedo. No se si las tuvieron en cuenta o no. Después pasé todo el día atemorizado, temiendo que vinieran a la celda y me hicieran pagar la "traición", pues me habían dicho que si cambiaba lo más mínimo me lo harían pagar. Pero no pasó nada.

Declaré sobre las 5:30 de la mañana, después de tres días y tres noches sin dormir ni descansar, totalmente destrozado psicológicamente, muerto de miedo.

Todos los que han salido de la carcel han subrayado el miedo que pasaron.

El miedo tiene diferentes grados en aquel infierno. De vez en cuando aquel silencio mortal se solía romper. Empezaban los interrogatorios en alguna sala contigua: podía escuchar claramente los gritos de los interrogadores, los golpes, los ruidos. En los primeros tres días eso pasó unas tres o cuatro veces. En la carcel me dijeron que quizás eran grabaciones. No lo sé. Me entraba pánico cada vez que oía pisadas, pensaba que venían otra vez a por mí, y era peor cuando abrían la cerradura de la celda con mucho estrépito, como sugiriéndome lo que podía venir. Un par de veces vino un agente a la celda, silbando el Eusko Gudariak (Canto al soldado vasco) o diciendo palabras en euskara. No se si era ese agente el que nos llamó "gudari" a mí o a algún otro, y nos dijo "qué ganas te tengo" por la mirilla de la puerta.

Al poco de entrar, a un par de celdas, oí a alguién pegarse cabezazos contra la pared, diciendo que le dejaran en paz. Parece ser que era Pello Zubiria, pero no pude reconocer su voz, simplemente porque no pensaba que pudiera estar allí. Luego, no sé cuando, trajeron a una mujer (Inma Gomila, primera gerente de Egunkaria) del interrogatorio; estaba llorando. Y de nuevo, un miedo atroz.

¿Qué te preguntaron?

Sobre todo iban en tres direcciones: Egunkaria, Elkar-Zabaltzen y el Gobierno Vasco. Sobre Egunkaria, me preguntaron sobre dónde se tomaban las decisiones y cómo se solía financiar. Yo les dije la verdad, mi verdad: que todas las decisiones las tomaban los órganos pertinentes, y que había dos formas principales de financiación: las aportaciones de ciudadanos y las subvenciones públicas. Una y otra vez les dije que nunca había habido ninguna intervención o manipulación externa, y que si yo hubiese sospechado algo parecido, no hubiera durado ni un segundo en aquel proyecto. Les expliqué, aunque no sirvió para mucho, que siempre he trabajado en proyectos culturales, lejos siempre de la política, formalmente incluso.

Les noté un deseo de implicar a Elkar-Zabaltzen, y de paso, al parque cultural Martin Ugalde (sede de Egunkaria y otros organismos que en favor del euskara).

También tienen una explicación sobre las subvenciones del Gobierno Vasco: ayudando a Egunkaria, el Gobierno Vasco ayuda a ETA, pero también ayudando a las ikastolas.

Su esquema operativo no tiene fisuras: todo aquel que está a favor de un País Vasco euskaldun (vascoparlante) está alimentando la estrategia de ETA. "¿Por qué?", les pregunté. Muy claro: ¿Acaso no quiere ETA un País Vasco independiente, socialista, unificado y euskaldun? El mundo cultural vasco está en ese último punto, así como el Gobierno Vasco. No estoy exagerando, es así como lo ven...

¿Qué lectura haces de la operacion contra Egunkaria?

Se pueden hacer muchas lecturas: políticas, electorales, ideológicas...Todas son validas. Pero sobre todo, yo creo que este es un ataque contra el euskara. Han atacado el nucleo del mundo cultural vasco, porque Egunkaria no solo es un periodico. Es una de las fuerzas cohesionadoras, formadoras e informadoras del mundo cultural vasco, que trata a la cultura vasca como un ente autónomo. Han destrozado Egunkaria cuándo este estaba mas fuerte. Han atacado al euskara. Todo lo demás, son excusas baratas.

A Egunkaria lo han atacado de frente, pero indirectamente han tocado otros medios: Jakin, Argia, Euskalgintza Elkarlanean Fundazioa, Radio Popular, La Federacion de Ikastolas-Partaide. Detrás de esta redada, estoy seguro que hay un diseño mas exacto.

¿Y qué opinas sobre la respuesta?

Ha sido impresionante. Para los que estamos encerrados, ha sido maravillosa, como un respiro, y así pienso que habrá sido para los trabajadores y amantes de Egunkaria. Pero ya sabes que no me fío de las reacciones en caliente. Tengo la cabeza en el futuro. Siempre me preocupa la calma después de la tempestad. Por ahora no tengo motivos. Mirándolo desde este agujero, viendo la reacción de los agentes sociales, culturales, politicos y sindicales, pienso que los vascoparlantes han entendido hasta que punto han sido atacados. Afortunadamente, la gente ha comprendido que hay que dar una respuesta conjunta y constante, porque sino lo tenemos mal, porque todos los demás caeran detras nuestro, uno tras otro.

¿Qué has sentido al leer Egunero?

Tristeza y alegría a la vez. Alegría por los reflejos y la capacidad para responder. Y por los contenidos del periodico. Gracias por acordaros de nosotros. Tristeza profunda también, al ver a qué hemos llegado. Egunkaria ya era un periodico normalizado, estandar, completo y de calidad. El daño ya está hecho y no tiene vuelta atrás. Afortunadamente, estamos más preparados que en 1990, sabemos lo que tenemos que hacer. Ya sabemos, ya sabéis lo que es Egunkaria y ahora está en vuestras manos.

¿Cómo vives la experiencia de la cárcel?

El primer momento, después de haber estado en el infierno, la cárcel me parecio el cielo. Nos estamos acostumbrando, qué remedio. Estamos atados, y todo lo que amamos está lejos: la familia, los amigos, el trabajo, el monte, nuestra tierra, nuestro país. Solo mi cuerpo está aquí: la cabeza y el corazón los tengo allí.

¿Tienes algo mas que añadir?

Sí. Además de la historia de Egunkaria, está la historia personal de cada uno. A mi me han hecho mucho daño, a mi y toda mi familia, a los niños sobre todos. Secuestrando miles de documentos, han borrado de un plumazo toda mi memoria histórica, han condicionado mi futuro profesional, me lo han cortado. Dándome un trato inhumano, además, me han criminalizado públicamente, y me han ensuciado mi honor profesional y personal. Sin ninguna prueba. Es muy duro para alguien que siempre ha defendido la independencia de la cultura vasca verse a si mismo empapado en este sucio proceso. ¿Qué tipo de estado es este? ¿Qué tipo de justicia? Llevo unas dos semanas en prisión y creeme, que por ningún momento he olvidado lo que me ha pasado. ¿Cómo voy a olvidar los días más duros de mi vida?

Escrito por: luistxo.2008/03/09 07:42:39.823000 GMT+2
Etiquetas: torrealdai tortura testimonio | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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