¿No es razonable hablar de justicia denegada cuando ha pasado tanto tiempo y no se ha celebrado el juicio, y en cambio se ha anulado un medio de expresión como Egunkaria? Pero lo grave es que éste es simplemente un caso más de una cadena que, desde mi punto de vista, supone una extralimitación de la capacidad represiva del Estado y del poder judicial en una esfera tan sensible para calibrar la fortaleza de una democracia como es la de la capacidad para contener significativos grados de antagonismo político.
(...) Si uno está a favor de la independencia de Euskadi y coincide con planteamientos políticos que otros tratan de conseguir matando y extorsionando, ¿puede ser equiparada una y otra actuacion? ¿Cómo es posible que se pueda condenar a un ciudadano porque lo que hace o dice sencillamente coincide con lo que dice o propone hacer alguien que comete delitos? ¿Podemos llamar a esa concatenación de elementos “responsabilidad objetiva” y asimilar una y otra cosa a terrorismo? No parece deseable que cada individuo deba luchar para demostrar que no es culpable o tener miedo de que alguien lo castigue por lo que piensa. Acabaremos condicionando todo ejercicio de derechos y libertades al sacrosanto manto de la seguridad, interpretada por unos pocos. ¿Dónde queda la libertad de disentir e impugnar pacífica y contundentemente los ejes de cualquier sistema político? Sin capacidad de disentir, de mantener la incertidumbre y el debate sobre el futuro, también en medios de expresión como Egunkaria, la democracia acaba debilitándose gravemente.
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