La condena interminable
No se hace fácil que te detengan, torturen, encarcelen, imputen y te hagan sentarte en el banquillo de los acusados. Te cierran un periódico, te dan de palos, financias un grupo terrorista, luego es el grupo terrorista el que te financia, te mandan a una de esas prisiones de España. El sumario marcha bien, pero al final, juicio. En la Audiencia Nacional. Se acaba el juicio. Recibes mensajes de tranquiñidad por parte de algún juez, el fiscal es amistoso, los abogados están contentos, entre amigos dan por hecho el asunto, pero tú estás cagado de miedo.
Peticiones de cárcel entre 12 y 14 años. Eso pende sobre tus espaldas. Por lo visto, la decisión está tomada. Y el 26 de marzo te dicen que tu sentencia se conocerá el 12 de abril. Qué bonita. Vas a pasar una semana de Pascua inolvidable. Las preguntas te retumban en la coronilla. ¿Por que lo retrasan hasta el 12 de abril si la decisión está tomada? ¿Por qué esta extensión interminable de la condena si el caso puede aclararse mañana mismo? Y sigues cagado de miedo.
A estas alturas nadie se acuerda da la sonrisa feliz que teníamos cuando acabó el juicio. Ahora, todavía, queda sufrir. Te queda sufrir. Y si sólo fuera hasta el 12 de abril.
La espera
Hasta ahí lo de Lekuona. Yo también siento esa espera tensa. Me acuerdo de un momento duro del pasado, cuando tras la operación de cierre y las detenciones, en febrero de 2003, algunos de los detenidos salieron de la cárcel después de que el juez Del Olmo tomará declaración a todos ellos. Fue Martxelo Otamendi el primero en salir de aquel periodo de incomunicación, declaración en la Audiencia, y posterior espera en el calabozo: recuerdo haber escuchado estas declaraciones en directo.
Qué golpe moral supuso para mi (y supongo que para muchos) saber cómo los torturaron. Qué batacazo de indignación tras aquellos días de incertidumbre. Espero que tras esta nueva tensa espera, haya algún motivo de alegría el 12 de abril.
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Escrito por: jesus cutillas.2010/04/01 22:42:30.202000 GMT+2