Nada como un triste funeral
para celebrar una triste despedida,
nada como dejar de olvidar
para recordar donde espera la salida.
Nada como el brillo del pasado
para pervertir el buen flujo del futuro,
nada como ver que está gastado
para no seguir ocultándolo en lo oscuro.
Esta es una canción de rendición,
musa te entrego mi espada.
Se ha terminado el torpe cantautor,
ya no le queda nada de nada.
Nada como un látigo furioso
para desahogar la rabia derrotada,
nada como indulto generoso
para descansar de una ilusión gastada.
Nada como suave negligencia
para comenzar a dormir el sueño eterno,
nada como aceptar la impotencia
para distanciar un ciclo que ya ha muerto.
Cada cierto tiempo se produce una explosión de creatividad en mis circunstancias personales. Es como una ola que debo aprovechar porque sé que luego viene casi un año de sequía. En ese momento puedo componer de cinco a diez canciones en el plazo de uno o dos meses. Luego ya no me interesa componer, todo me parece oido, nada interesante que merezca la pena ser dicho y sólo me queda sentarme a esperar que el ciclo de aridez pase cuanto antes.
Esta canción la compuse una vez que el ciclo se retrasaba más de lo normal. Me daba la sensación de que ya no tenía más que contar… vamos, lo que dice la canción. Afortunadamente el ciclo se me retrasaba porque estaba embarazado y volvieron a salir muchas más.
Me gusta pensar que cuando políticamente veo que no hay demasiadas realidades para el optimismo (aunque en Murcia se van a dar dentro de poco los premios boina en su quinta edición) es sólo porque se está cogiendo fuerzas para algo más grande que está por llegar. Y si digo que no hay demasiadas realidades es porque a pesar de las novedades, que obviamente existen, los ricos cada vez lo son más (inflexibles, implacables, ganancias y poder político…) y la naturaleza cada vez está más deteriorada.
Como decían Los Pecos: “en mi vida sólo quedan esperanzas”
No es un día de primavera muy brillante, no (y eso que estoy en una de esas rachas creativas, pues menos mal…).
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