Sube, baja, entra, sal, insumisión y haz lo que quieras,
mete, saca, vienes, vas, haz lo que...
Piensa, tranqui, mucha calma, insumisión ...
lucha duro, dando caña, haz lo que ...
Insumisión y haz lo que quieras.
Haz lo que quieras, yo insumisión.
Oye, mira, habla, grita, insumisión...
canta, salta, baila, brinca, haz lo que ...
ya te vivas o te mueras, insumisión ...
obedezcas o no, haz lo que quieras…
Las dos vías de rebelión contra la injusticia siguen estando. Ya estaban cuando luchábamos contra el servicio militar. Estaban mucho antes. Seguirán después.
En determinados momentos se mezclan. En un huelga general hay actos que yo sacaría de la vía no violenta, por ejemplo, bloquear una carretera con una barricada y varias personas detrás de ella con cara de pocos amigos… En una guerra hay estrategias de no violencia, por ejemplo la negativa de soldados a combatir aunque eso les cueste la cárcel o la vida.
Estas permeabilizaciones son lógicas. La realidad no se pliega automáticamente a nuestros deseos. Nos ocurre en todos los ámbitos de nuestra vida ¿Por qué no en la lucha política?
Pero en el momento en que a la tiranía se responde con balas ya no se está en un camino sino en otro, por muy justo que sea hacerlo. No es permeabilización es una decisión estratégica Y desde luego, suponer que porque se hacen unas manifestaciones y no se consigue nada, ya no se puede usar la no violencia contra un régimen, es darle a la no violencia un poder que obviamente no tiene (tampoco la violencia da garantías, conste). Es apuntarse al fracaso. Y la no violencia es un camino para el éxito político, no para el desahogo personal.
Los deseos, incluso la necesidad, tienen carácter de urgencia, pero la no violencia suele funcionar con largos plazos… aunque nunca se sabe… si me hubieran dicho que íbamos a ver el final de la mili en menos de una década, me hubiera reído hasta tirar los barrotes de la celda.
Esta canción arranca de una anécdota real. Una mañana real. Un semáforo real. Una ventana y dejar volar la imaginación sobre qué era lo que estaría pensando en ese momento el anciano que miraba el atasco en el que yo estaba atrapado. Sí, lo cuento en la canción, ya lo sé, pero quería reforzar la realidad de nuestra capacidad para salir de nuestras circunstancias inmediatas, de tomar distancia, ponernos en otro lugar, vernos con otros ojos.
La inercia nos lleva y nos trae. Decidimos, en lo que podemos, y nos dejamos llevar por las consecuencias que habíamos previsto (y nos resignamos cuando no podemos hacer nada ante lo que no habíamos previsto). Pero a veces podemos revisar (es un lujo saberlo) qué nos está ocurriendo, qué somos, adónde vamos, qué queremos. Suena a conocido. Preguntas ya respondidas que nos sorprenden de nuevo cuando menos esperamos. ¿A mis años otra vez lo mismo? Respuestas asumidas que en un momento dado se quedan escasas, no encajan, nos provocan.
Romper la inercia. A veces ni siquiera se parte de una decisión personal. Ocurre. Ayer noche me volvió a pasar. Otras circunstancias, otras reflexiones, misma sensación. Pasan cosas. Se crece.
Ahora mismo se me está ocurriendo un reto ¿sería capaz de escribir una canción explicando lo que sentí anoche?
La cercanía en el tiempo (presente) de tanta gente dispuesta a morir por cambiar la realidad que les rodea me espolea en mi lucha diaria. No me hace más impaciente, pero sí más determinado a no dejarme llevar. No tengo que dar explicaciones a nadie, si lo hago es por si ayudo a que alguien se sienta menos solo y más dispuesto a empujar la corriente de la historia que nos llama a la solidaridad (o lo que sea eso que nos hace ser justos y compasivos). No está el horno de nadie (y menos en tiempos de crisis) para este tipo de bollos de generosidad, pero es que sino es ahora ¿cuándo?
Con frecuencia cuando hablo con conocidos sobre el caso de Marinaleda (tan contradictorio como cualquiera) surgen las mismas objeciones. Son argumentos que más que a explicación me suenan a excusa. Son un reconocimiento de impotencia y deseo. Un intento de domesticar la realidad, de razonar el miedo.
“Es que entonces se podía con la euforia de la transición”
“Es que allí, siendo tan pocos es más fácil organizarse”
“Es que teniendo en cuenta lo pobres que eran no tenían muchas otras opciones.”
La conclusión lógica siempre es la misma: la imposibilidad de repetir la experiencia.
“Ahora sería imposible”
“Aquí sería imposible”
“Con nuestro grado de aburguesamiento sería imposible”
Por eso disfruto tanto, cuando me entero de ejemplos en que lo imprevisible se hace realidad y me estoy refiriendo al caso de Islandia: Hoy en día, más personas, en una sociedad como la nuestra...
No estoy sugiriendo que ambos casos sean comparables (ninguno lo es) sino que en relaciones humanas, donde la materia prima es tan infinita como lo sea la imaginación, los avances no tienen porqué someterse a criterios de inevitabilidad. Cuando la industria social sigue el modelo de producción en cadena, lo más normal es que los beneficios sigan el mismo camino.
La historia siempre condiciona. Indudable. Pero en qué sentido depende de nosotros. Siempre se puede estar peor. Siempre se puede estar mejor.
Con los bolsillos vacíos pero el corazón caliente,
las esperanzas en frío y la mirada valiente,
a punto de desangrarse le cantaba a las estrellas:
“Mientras hay vino en la copa
se disfruta la botella.”
Desde niño trabajando “pa” acabar en la basura
engordando la del paro
¡qué puta vida más dura!.
No cedía al desencanto (sólo eso le faltaba),
por no dar gusto al destino
se lavaba bien la cara.
A pie de cañón,
clavaré razón e instinto.
Nació con lo que llevaba,
no pudo hacerse a sí mismo,
hombre honrado y sin fortuna
mucho es si escapa al abismo.
Pero no fue suficiente y el fantasma se acercaba,
él esperaba de frente y con la boca apretada.
La vida le está matando
pero no se rinde en nada,
y si le tira hacia abajo
le pega un corte de mangas.
“¡Alguien tendrá algún sombrajo
“pa” aguantar en el desierto!
(se decía) ...mientras tanto
¡multiplícate por dentro!”
A pie de cañón
no van a acabar conmigo, no.
A vueltas con el aniversario de la muerte de Gandhi otra oportunidad para la reflexión.
Uno de los grandes logros de la noviolencia es aplicar a la comprensión de la historia una visión, que siendo pragmática, parte de premisas no judeocristianas, no maniqueas, no dialécticas. Tal y como yo la entiendo, se pretende que sean las estructuras del futuro las que rompan las del presente por su mejor calidad, no que nazcan de individuos que las quieran imponer por la fuerza de las armas. Es por ello que no se quiere tanto dañar a estas estructuras directamente como creando otras nuevas que lo hagan. Es por ello que las personas y su integridad quedan a salvo, es por ello que se respeta incluso la libertad de elección (la visión subjetiva de la misma).
Esto ha sido visto por el estatus quo como un alivio… nadie nos quitará el sillón, se caerá sólo… ¿Si? Piensan ellos tan cínicos (y puede que incluso tan acertados)… no hay problema, el chiringuito está bien montado, esto no lo hunde ni San Gandhi…
No hay tal. La revolución de la noviolencia es tan sutil que permea constantemente, no tiene enemigos visibles a quien atacar, cualquiera la puede hacer, cualquiera es el enemigo, ellos mismos lo son. Bien desarrollada es imparable precisamente porque no pretende enfrentarse sino, lo que es más ambicioso, convencer.
Gandhi comprendía a los que usaban la violencia para rebelarse contra la injusticia, lo hacía con tristeza, pero los prefería a los que pasivamente se resignaban a beneficiarse de las migajas de la injusticia estructural. Esa “simpatía por el diablo”, a mi juicio, es señal de respeto por la determinación y la entrega.
Determinación y entrega, qué palabras más duras. ¡Qué difícil estar a pie de cañón!. Sin violencia. Creando... ¡Cómo respeto a la gente que lo hace! ¡Qué necesaria! ¡Cuánto amor despiertan en mí! ¡Cuánta alegría!
Ni aburrido, ni vencido, ni angustiado, ni dormido,
ni solo entre tantos solos sino en lo que es natural.
Si me encuentro con la muerte y gana la vida
es porque no tengo nada mejor que hacer.
Un poco de diversión, un tanto de sensatez,
y si agoto una ilusión busco otra.
El mundo sobre la mesa, música, conversación,
una cerveza, un ajedrez y un chocolate caliente.
Envueltos en sensaciones seguimos llamando amor
a la deliciosa inercia de las caricias.
Tienes límites difusos la ciudad interior
y por sus viejas paredes
todavía corre humanidad,
que no es poco.
Se acerca, otro año más, el aniversario de la muerte de Gandhi. Está bien que de vez en cuando los hombres buenos no desaparezcan en el polvo de la historia. Todos vamos empujando anónimamente a todos en una dirección u otra, con eso es suficiente. Pero algunos lo hacen mejor que otros (o así lo queremos ver quienes les honramos por ayudarnos a empujar en la dirección que creemos más conveniente aunque la verdad no la sepa nadie).
El otro día me di de alta en el facebook en un grupo (por error) escrito en árabe. Me entró miedo porque no sabía (no entiendo el árabe) lo que defendían en esa página, tan frágiles somos. Un amigo musulman me tranquilizó comentándome que era de un grupo contra la islamofobia. Ese tipo de fobias me dan fobia, no entienden que la corriente tranquila de la realidad es mayoritariamente (necesidad evolutiva) solidaria... No es que yo defienda a ninguna religión, más bien todas hoy por hoy me producen yuyu... pero respeto que existe una visión amable del mundo producida por las grandes religiones y mientras esa visión exista, creo que no se las debe atacar por culpa de las minorías extremistas (cristianas, judías, islamistas... o las que sean).
Gandhi utilizó la religión como fuente para su pensamiento no violento. Sólo eso me basta como prueba. Una mala semilla no puede producir frutos buenos. Y él de eso sabía mucho, que fue asesinado por extremistas religiosos… fíjate si sabía que le costó la vida… paradojas imposibles… la vida misma.
En la canción que he subido hoy quise reflexionar sobre la impredictibilidad de la naturaleza humana. Todos seríamos capaces de todo, movidos por determinadas circunstancias. Pues bien. ¿Qué circunstancias podríamos crear para hacernos aún más capaces de bondad?¿Cómo contribuir a iluminar esa ciudad interior? ¿Cómo hacer que merezca la pena? Con o sin religiones, pero sin odio. Gandhi.
Trabajo de revisión de las canciones que puedo mostrar con menor rubor. La historia personal de un tipo, casualmente yo, a través de sus composiciones. Temas que siguen estando presentes.