Cuando entran el sopor y la desgana
no hay mejor estimulante
que acudir buscando aguante
al fichero de la historia.
Y dejar que vuelvan a calentar,
con su soplo más humano
quienes más nos enseñaron
a beber, vivir y amar.
Para tomar el cielo por asalto
para no vivir de rodillas,
bienaventurados los que luchan
y ven el árbol en las semillas.
Andando en verso y vida tintos,
iguales, fraternos y libres,
cada humano necesario,
nadie imprescindible.
Para que para todos todo
y más al que más lo necesita,
ver, juzgar y actuar,
no sólo frases bonitas.
Como a veces nos caemos boca abajo
y podemos confundir
descansar con no seguir,
me someto al buen consejo
de quitarme la humedad de las entrañas
con sol, jabón y un cepillo,
me froto, espabilo y brillo
porque me encuentro mejor.
La cercanía en el tiempo (presente) de tanta gente dispuesta a morir por cambiar la realidad que les rodea me espolea en mi lucha diaria. No me hace más impaciente, pero sí más determinado a no dejarme llevar.
No tengo que dar explicaciones a nadie, si lo hago es por si ayudo a que alguien se sienta menos solo y más dispuesto a empujar la corriente de la historia que nos llama a la solidaridad (o lo que sea eso que nos hace ser justos y compasivos).
No está el horno de nadie (y menos en tiempos de crisis) para este tipo de bollos de generosidad, pero es que sino es ahora ¿cuándo?
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