Se agotó, se agotó, se agotó,...
pretendía controlar los sueños,
no sabía descansar
siempre despierto.
Tropezó, tropezó, tropezó...
convivía con su ser humano,
defendía la verdad y acabó harto.
Y cayó, y cayó, y cayó...
perseguía todo sentimiento
cuando huía de escapar al fin silencio.
Siempre aguarda un último cajón
para regalarnos con una sorpresa,
siempre existen flores y jarrón
lo que pasa es que están bajo la mesa,
todavía nos queda un viaje
preparado para los que
en todo están de vuelta,
todavía falta un nuevo traje
que estrenamos como luna nueva,
como un nuevo sol.
Ayer discutía con un compañero acerca de un artículo
filosófico sobre la visión existencialista del mundo de
un tal Schopenhauer, confrontándolo con el marxismo
y cosas de esas que se discuten cuando no tienes nada
mejor que hacer...
Yo le comentaba que como el artículo era una recensión
no quedaba claro un cierto matiz, pero que ante la duda
le definí lo mejor que pude... parecía que el autor
(no sé si quien hizo la recensión o el mismo filósofo)
al proponer una forma de desarrollo ético (como alternativa
consistente a una estética siempre frágil) que sirviera para
sobrellevar el doloroso trance que es vivir, parecía que
ese desarrollo se desarrollaba por caminos independientes
y permeables entre sí, como si la justicia, la compasión
y la ascesis pudieran ser disociadas por quien las ejerciera.
Ya que el existencialismo parte de la experiencia siempre
subjetiva como base y asumiendo que también mi opinión
lo es, le argumenté que una ascesis que no tenga en cuenta
la justicia y la compasión es demasiado frágil para conceder
la serenidad e igualmente lo son la justicia sin tener en
cuenta a las otras dos o la compasión aisladas.
Por lo menos es la experiencia que yo tengo sobre las personas
que en mi vida podría calificar como serenas, son personas
compasivas y justas a la vez que ascéticas, el resto no
resiste un mínimo rascado, inmediatamente sale la amargura.
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