Para hacer un inventario
de las cosas que a diario
recojo en mis aventuras,
me dirijo hacia las mesas
donde yacen las promesas
y las queridas basuras.
Mi laberinto,
aquí se aprovecha todo,
aquí distinto,
es el caos a mi modo.
Es mi nueva diversión
observar tanto montón
con los ojos de un extraño,
descubrir en este nido
cosas que se habían perdido
no recuerdo ya en que año.
La imaginación me atrapa
me hace descender al mapa
de pasillos interiores
y me pierdo en sus arterias
sumergido en la materia
de las formas y colores.
Vente conmigo al cuarto
a compartir el desorden
a llenarte con mis cosas
hasta que las penas sobren.
Esta semana he pasado largo rato leyendo a dos autores
a los que suelo seguir. Vicens Navarro, siempre lúcido,
exhaustivo y a Ignacio Escolar. Es sobre este último
sobre quien quiero postear.
Leyendo la entrevista que le hicieron hace poco
http://www.jotdown.es/2011/11/ignacio-escolar-si-acabamos-con-los-politicos-gobernara-botin/
he descubierto tanta afinidad que por un momento sentí
que me estaba metiendo en su casa. No porque lo hiciera
físicamente sino porque era como la mía.
No dudo que nuestras circunstancias sean diferentes..
No dudo de mi identidad ni de la suya.
No dudo de que no comparto sus horas ni sus intimidades.
No es eso.
Era más un sentimiento de simpatía. Era como ver que
eso mismo es lo que yo hubiera dicho en muchas de sus
respuestas.
Claro, si lo leo con frecuencia algo se me estará pegando
de su forma de ver el mundo. Pues tampoco.
Era como sentir que había una fuente previa
de la que los dos bebíamos, una corriente de la historia
que nos hermanaba en la misma lógica
y en las mismas conclusiones.
Probablemente no huela igual que yo
(lo lamentaría por su pareja)
pero intuyo que hay algo más importante
que compartimos.
Llámalo compasión por los que viven peor que tú,
llámalo deseo de parar los abusos,
llámalo paciencia revolucionaria,
llámalo análisis escéptico...
Algo que comparto con mucha otra gente,
pero que en esta ocasión
me llegó como una inesperada certeza.
Curioso.
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