Recuerdo que cuando la canté por primera vez (y no es de las que haya cantado mucho) estaba mi madre cerca escuchando y al acabar de cantarla me comentó con una compasiva sonrisa: "¡A mí, hijo! ¡A mí!" A lo que yo respondí: "¡Hombre, mamá! Que no es eso... " En fin, que el amor de madre es lo que es, pero por mucho que nos pueda llenar (sobre todo a ellas) pues que uno busca otro tipo de otras.
Ahora que soy padre puedo entender su respuesta, hay un deseo orgánico y visceral por que tus hijos no sufran, pero por mucho que lo desees, la realidad está ahí. Implacable. Y si toca sufrir, pues eso toca y ya está. Más nos vale aprender lo que podamos para minimizar el efecto del dolor.
Hace ya años (bastantes) en los que voy viviendo en pareja (que es lo que allí veía como inalcanzable) con lo que supongo que de algo me valdría la experiencia de entonces. Pero no he olvidado que cuando la soledad no es deseada, es una de las más desesperantes experiencias que se pueden pasar. Sufrimiento que, mucho me temo, no voy a poder evitar a mis hijos. Como tantos otros.
Sólo me quedará lo de mi madre, llamar la atención y ofrecerme con la esperanza de que la soledad lo sea un poco menos y, con ello, un poco mayor la fuerza para aprender.
Trabajo de revisión de las canciones que puedo mostrar con menor rubor. La historia personal de un tipo, casualmente yo, a través de sus composiciones. Temas que siguen estando presentes.
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