Con los bolsillos vacíos pero el corazón caliente,
las esperanzas en frío y la mirada valiente,
a punto de desangrarse le cantaba a las estrellas:
“Mientras hay vino en la copa
se disfruta la botella.”
Desde niño trabajando “pa” acabar en la basura
engordando la del paro
¡qué puta vida más dura!.
No cedía al desencanto (sólo eso le faltaba),
por no dar gusto al destino
se lavaba bien la cara.
A pie de cañón,
clavaré razón e instinto.
Nació con lo que llevaba,
no pudo hacerse a sí mismo,
hombre honrado y sin fortuna
mucho es si escapa al abismo.
Pero no fue suficiente y el fantasma se acercaba,
él esperaba de frente y con la boca apretada.
La vida le está matando
pero no se rinde en nada,
y si le tira hacia abajo
le pega un corte de mangas.
“¡Alguien tendrá algún sombrajo
“pa” aguantar en el desierto!
(se decía) ...mientras tanto
¡multiplícate por dentro!”
A pie de cañón
no van a acabar conmigo, no.
A vueltas con el aniversario de la muerte de Gandhi otra oportunidad para la reflexión.
Uno de los grandes logros de la noviolencia es aplicar a la comprensión de la historia una visión, que siendo pragmática, parte de premisas no judeocristianas, no maniqueas, no dialécticas. Tal y como yo la entiendo, se pretende que sean las estructuras del futuro las que rompan las del presente por su mejor calidad, no que nazcan de individuos que las quieran imponer por la fuerza de las armas. Es por ello que no se quiere tanto dañar a estas estructuras directamente como creando otras nuevas que lo hagan. Es por ello que las personas y su integridad quedan a salvo, es por ello que se respeta incluso la libertad de elección (la visión subjetiva de la misma).
Esto ha sido visto por el estatus quo como un alivio… nadie nos quitará el sillón, se caerá sólo… ¿Si? Piensan ellos tan cínicos (y puede que incluso tan acertados)… no hay problema, el chiringuito está bien montado, esto no lo hunde ni San Gandhi…
No hay tal. La revolución de la noviolencia es tan sutil que permea constantemente, no tiene enemigos visibles a quien atacar, cualquiera la puede hacer, cualquiera es el enemigo, ellos mismos lo son. Bien desarrollada es imparable precisamente porque no pretende enfrentarse sino, lo que es más ambicioso, convencer.
Gandhi comprendía a los que usaban la violencia para rebelarse contra la injusticia, lo hacía con tristeza, pero los prefería a los que pasivamente se resignaban a beneficiarse de las migajas de la injusticia estructural. Esa “simpatía por el diablo”, a mi juicio, es señal de respeto por la determinación y la entrega.
Determinación y entrega, qué palabras más duras. ¡Qué difícil estar a pie de cañón!. Sin violencia. Creando... ¡Cómo respeto a la gente que lo hace! ¡Qué necesaria! ¡Cuánto amor despiertan en mí! ¡Cuánta alegría!
Envía un comentario