Todavía puedo dar 553 pasos
todavía puedo respirar,
pero dudo dónde, cómo o hasta cuándo
un lugar para descansar....
Sartenes pegajosas vuelan sobre las montañas,
presumo mutaciones, asumo descontrol,
donde corría un río, se pudre un gato,
las buenas intenciones mataron a los dos.
No es un chiste porque insiste y es verdad,
el mal menor sostenido
me sigue sonando a mal...
Maldicen las especies con su feroz aliento
algo de apocalipsis hay en la evolución,
se rebela mi instinto, se acerca el nuestro,
tratados y promesas abren la procesión.
Para bromas que me coman la moral
que digan que me conviene
lo que me envenene más...
Más todavía puedo dar 553 pasos...
Sartenes pegajosas vuelan sobre las montañas
quemando aceite al aire y humo y grasas
mierda de humo y grasas....
He estado leyendo ultimamente sobre el decrecimiento, desde sus postulados más extremos (que abogan incluso por la destrucción de este virus que ha resultado ser para el planeta la especie humana) hasta los más moderados (es necesario que antes de desaparecer, la especie humana arregle lo que ha estropeado con tanta irresponsabilidad). Hoy por hoy me sitúo en el compromiso de los domingos sin prisa: Pasar un domingo al mes sin hacer nada más que convivir con quien quiera en una plaza céntrica y haciendo trueque.
Ojalá ese domingo al mes lo fuera semanal, pero todavía noto en mí el afán de consumo de viajes, experiencias en contextos no cotidianos, salir a otros sitios (aunque sea usando para los desplazamientos a las sartenes pegajosas) y por más que lo intento racionalizar, no puedo evitar desearlo y no quiero tomar decisiones de las que me pueda arrepentir como frustración perenne, si lo decido es porque quiero (y puedo, claro), no porque me sienta obligado.... privilegios de vivir en el primer mundo y tener trabajo estable y eso, lo sé. Por ahora, domingos sin prisa y luego, ya veremos.
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