Ya no hay cartas de amor. No se escriben. Se piensan, pero ya nadie quiere al papel. Hoy con el papel se hacen más aviones que cartas de amor, y eso evidencia lo barato que sale volar y lo caro que cuesta amar en estos tiempos.
El amor empapaba hasta los sellos del franqueo. Y en el remite adivinabas la pasión que acabarías encontrando en el interior de un sobre al que tus ojos siempre daban la forma de un corazón.
Las cartas de amor se descubrían, se presagiaban, se aguardaban, se deseaban. Muchas no llegaron nunca. El cartero era un cupido moderno y servicial, sin flechas, pero con el orden, la memoria y el método suficientes para favorecer la desembocadura de las palabras.
Ya no se escriben cartas de amor. Puede que el progreso no sea tal para las fugas del corazón.
Comentar