No hay nada peor en una representación teatral que unos actores poco convincentes. Nada que desprenda más lástima y desprecio que una actuación desacompasada, fallida, insuficiente y carente de credibilidad. Si la escena le viene grande a un actor, entonces, él mismo se convierte en la tragedia, y el argumento, las palabras y el ingenio del autor de la obra se desvanecen en las aguas de la indiferencia y en el silencio del ridículo y la perplejidad. Los socialistas no tienen ante sí una travesía en el desierto; los socialistas sólo tienen un desierto, y lo de la travesía está por ver si se producirá, porque sus exploradores hasta ahora no han hecho más que dar vueltas sin ton ni son. Es lo que sucede cuando no se tienen dotes de guía, cuando la brújula que se maneja se ha contagiado de la ebriedad y de la sordera de sus portadores. Los peores resultados del PSOE desde 1977 no pueden torearse con comparecencias frías, donde los silencios y las arrugas del rostro chillan palabras secuestradas, ausentes por vaya a saber usted qué motivo que no sea contrario a la asunción de responsabilidades. En el barro algunos solo piensan en salir y ducharse. Ni siquiera se preguntan por qué aquel jardín es ahora una ciénaga. Los líderes han perdido su papel, como los malos actores en la tragedia, carentes de convicción, incapaces de renovar la ilusión. Y, de nuevo, ni una sola mención autocrítica, nadie capaz de entonar el mea culpa. Otra vez la búsqueda de un agujero para huir en callejones sin salida. Hay dos crisis evidentes: una, la económica, mundial, apabullante; otra, inconclusa, royendo día a día las siglas de un partido que desprecia desde hace años a sus bases, y que prefiere dejar el trono para los más listos de la clase, en peleas casi de barrio, envueltas en papel de regalo. Se trata de decidir entre regeneración y degeneración. Se trata de decidir si se quiere terminar con la sensación de fracaso que algunos llevan años grapándose en la piel, sin anestesias de condescendencia ni el más mínimo miramiento. Se trata de no darse los golpes a sí mismo en la pelea. Se trata de romper con el pasado mohoso y rancio, que desconecta tan a manudo a los jóvenes y a los memoriosos. Se trata de huir para siempre de una propuesta que gime afónica. Es la hora de abandonar el proceso aniquilador de fundición de ideas para dar paso a la refundación, al aire, a la salud. Es la hora de abrir las ventanas. Es el tiempo de girar a la izquierda para ganar credibilidad. Es el momento de dejar de buscar falsos fantasmas. Ha llegado el turno de abandonar los reproches a las otras izquierdas. Eso, o seguir en las mismas, y que unos malos actores, los malos actores de siempre, sigan haciendo llorar a los espectadores no por convicción interpretativa, sino por pura pena.
2011/11/21 14:55:34.408000 GMT+1
PSOE: ¿regeneración o degeneración?
Escrito por: Jean.2011/11/21 14:55:34.408000 GMT+1
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