Solía escribir poemas. He perdido esa costumbre. En parte, imagino que porque he concedido al pesimismo unos años de templanza y sosiego. Y ahora que la pesadumbre actual se transforma en esterilidad creativa, echo mano de ellos para que este blog no languidezca de olvido y silencio, la peor de las enfermedades para la verdad de uno mismo.
El sueño
Las sombras han salido ya a pasear.
Los gatos se reúnen en tertulias de raspa y propina.
La quietud milagrosa y el reposo se acarician.
Es la hora de rendir cuentas en el ritual del sueño.
Apagamos las lámparas del día.
Desnudamos la rutina y yacemos en la melancolía.
La mirada atrás es la crónica de las obsesiones.
Acudimos a la llamada del subconsciente sin objeciones.
Somos los reyes del mar, los emperadores del viento.
Nos agitamos, aparecen los duendes, se tuercen las historias.
Y nos roban la corona y el cetro.
Deambulamos, entonces, indefensos entre las pesadillas.
Es el sueño de la vida.
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