Hace falta tener un rostro más grande que el de los ocupantes del monte Rushmore –aunque intelectualmente no se les llegue a aquéllos a la suela de los zapatos- para llevar el programa electoral que llevo el PP en la región de Murcia en 2007 y sugerir ahora que debería optarse por el copago como fórmula para cubrir el gasto sanitario. Eso ha hecho esta mañana el presidente de la región murciana, Ramón Luis Valcárcel, arropado por Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre en un sarao montado por el diario ABC. Aguirre es una convencida del asunto; a Mariano le han dicho que fuera y ha ido. Ahora resulta que hay que pedirles a los ciudadanos que se rasquen los bolsillos para ir al médico, lo que supone un hándicap para el grupo de enfermos con pocos recursos –y no es un apunte demagógico, sino un hecho fehacientemente crudo, irresponsable, insolidario e injusto-. En el fondo se sitúa el modelo estadounidense: si la salud te sale rana –pruebas de embarazo al margen- y no tienes guita, estás jodido. Eso, si eres condesa consorte o si te llevas a casa 200.000 euros anuales, te la trae al fresco, pero si eres un currito y, además, te están empezando a temblar las piernas ante el discurso amenazante del “trabajar más y ganar menos”, la cosa cambia. El señor instalado en el poder murciano desde hace más de quince años, dice: “Los servicios básicos no pueden ser soportados sólo por el presupuesto de una región o de una Nación. Es necesario plantear que los ciudadanos también tengan que asumir parte de estos costes, en el porcentaje que sea”. Pero no fue esto lo que vendió a sus potenciales votantes, cual charlatán de feria, hace cuatro años, a las puertas de las últimas elecciones autonómicas. No, en aquel entonces, el señor que proclama ahora el copago como modelo de gestión sanitaria para soportar el gasto en sanidad y educación, hinchaba con descaro su pecho, ponía cara de ratoncillo piadoso y con ojos de querubín dictaba en su programa: “La sanidad pública representa el principal exponente de las políticas de protección social y bienestar ciudadano. (…) Porque somos conscientes de que nuestros ciudadanos quieren un sistema sanitario más accesible, con más y mejores infraestructuras sanitarias, más ágil en su funcionamiento y más humanizado”. Antes del tiempo de la recolecta, el presidente murciano plantaba promesas en el fértil terreno de los votantes: “Se trata de situar al ciudadano como protagonista y eje de todo el sistema de salud, promoviendo una atención más humana y personalizada, respetuosa con la dignidad y la intimidad del paciente, que favorezca su confort y el de sus familiares”. Medio en trance, cual Santa Teresa de Jesús en versión pimentonera, el bueno de Valcárcel ya recitaba de carrerilla en el panfleto popular: “En el área de atención primaria se incrementará el presupuesto destinado a la atención primaria hasta alcanzar un 25% del total del presupuesto del Servicio Murciano de Salud. Incremento de los recursos humanos para conseguir un máximo de 1500 tarjetas sanitarias por médico de familia y 1000 tarjetas sanitarias por pedíatra, de modo que se pueda alcanzar el objetivo de 10 minutos por paciente en la atención de los procesos clínicos. Demora cero para todas las consultas de Atención Primaria”. Envalentonado por el espíritu creativo propio de las novelas de ficción en que se han convertido los programas electorales, incluyó también: “Fomentaremos la promoción de la salud y la medicina preventiva dedicando más recursos humanos y presupuestarios a los programas de Salud Pública”. Todo eran mejoras, inversiones, tirar la casa por la ventana, el ciudadano, el paciente como centro del universo. Léase con detenimiento el programa de promesas populares mascadas por el presidente Valcárcel en 2007 ( a partir de la página 94), y se harán una idea del pantagruélico descaro del señor de los murcianos. ¿Y ante esto, Rajoy qué dice? El líder…. el líder…. mmmm…. Mariano ha apoyado las tesis de su chico liberal con la habitual cita de introspección psicológica y eclosión intelectual a la que nos tiene acostumbrados: “Valcárcel hace las cosas bien”. Parece que tenemos un argumento más para convertir nuestra existencia en una desenfrenada carrera en busca de un romance muy caro que nos lleve a casarnos con el dinero. Será un matrimonio de conveniencia con el poderoso caballero, al que deberemos prometerle, como mandan los cánones, fidelidad en la salud y, ahora también por pura precaución, en la enfermedad.
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