Ojos pensativos que tratáis de interpretar vuestra propia mirada, las lágrimas que de vosotros nacen son las reinas de la anarquía, insolentes compañeras. Siguen huellas ajenas que ya anunciaron antes el camino de la soledad. Serpentean con el silencio como aliado despiadado y traicionero.
Ojos que os cerráis sólo para mí, cegando las razones, silenciando los rostros, adormeciendo las ilusiones que edificaban el resto de sentidos.
Ojos que os abrís impenitentes en la oscuridad para recaer en las pesadillas de un ayer que siempre fue mañana.
Ojos que no veis lo que es tan evidente, silenciosos faros mutilados que no procuráis sino sombras.
¿O sois, quizás, mis ojos cansados de alumbrar y de no ser escuchados? ¿Ojos hartos de perdonar mi ceguera, que no es la vuestra?
Ojos pensativos que traéis el alma dolorida por el camino, ahora sé el porqué de vuestras lágrimas. Que esas lágrimas no me pertenecían, sino que eran sólo vuestras, y yo el ciego que os cegaba.
Mis ojos. Vosotros sois las víctimas de mis silencios al mundo.
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