La mirada de Mariano Rajoy ha cambiado. No, no estoy comenzando un monólogo para el Club de la Comedia. Lo vio el otro día, en las imágenes de un mitin. Su porte era arrogante, su expresión altanera, sus ojos saboreaban la victoria, brillantes de soberbia, y, cada vez que pestañeaba era, a diferencia de otras ocasiones, no una prueba de su natural desconcierto y falta de adaptación al escenario, sino la confirmación del advenimiento de un éxtasis en forma de votos. Reconozco que nunca pensé que Rajoy fuera a ser presidente. Pero las circunstancias obligan, y ahora toca releer a Ortega, porque ahora España es ella y su circunstancia, y su circunstancia se llama Rajoy. El mérito del candidato de la derecha consiste en no haberla cagado durante la campaña. Le ha bastado con callar, con dejarse llevar, con ir a rebufo, con vender humo en la tierra del bipartidismo. El político ensimismado, el ministro de aprobado pelao, el hombre que pasaba por los cargos sin pena ni gloria, el gallego absorto, va ahora camino de Moncloa, rodeado de fieles que conforman una cohorte de diseño berlanganiano. Rajoy es el hombre que pasaba por allí en el momento oportuno. Cualquiera puede imaginar dónde reside su flor. Para la derecha más rancia, Mariano es un mal menor. Ni unos ni otros confían en un político que hace de la oratoria un trabalenguas de naderías, en un personaje incapaz de improvisar, no ya un guión, sino un simple saludo. Alguien que no es capaz de mostrar sus ideas sin leerlas da una justa medida de sus capacidades en una reunión de líderes internacionales. Es de esperar que en las grandes citas, Rajoy saque, para deleite de sus colegas, su libro gordo de Petete, o su libro de recetas, que, a día de hoy, se desconocen, porque la apuesta programática de los populares se ha edificado más sobre silencios y frases huecas que sobre propuestas concretas. Contemplando su comportamiento desconfiado ante los medios de prensa, siempre reacio al cara a cara, puede uno imaginar cómo gobernará, protegido por todos los flancos por sus peones. Será una partida de ajedrez sin rey, porque Rajoy no da la talla; él no pasa de alfil del montón. Cuando sea presidente, Rajoy llegará, leerá, plegará sus papeles y se marchará, porque, a estas alturas, no va a adquirir las cualidades necesarias para desenvolverse con naturalidad ante preguntas no pactadas ni previstas en las agendas de sus asesores. Y, de cuando en cuando, González Pons soltará algún chascarrillo o alguna impertinencia malévola para distraer la atención, dando tiempo así a Mariano para que se seque el sudor de la frente y recoloque sus gafas. Porque, por más que ahora su mirada esté cargada de vanidad, a Rajoy volverá a delatarlo la perplejidad que se le escapa a diario por sus abruptas muecas, la monotonía que destila su eterna expresión de asombro cuando le pillan sin respuesta. Hay cosas que Rajoy no podrá teñir. Él se dispone a pisar ya el umbral del endiosamiento de Aznar. Pero les separan demasiadas cosas. Muchas más que unos “simples” millones de abdominales. Uno –Aznar- perdió el norte; el otro –Rajoy- seguirá necesitando que alguien le pase en una nota dónde están los puntos cardinales. Es la geografía del hombre absorto, la brújula de Mariano, que siempre apunta a sus silencios. Pero él solo pasaba por allí.
2011/11/14 22:44:11.628000 GMT+1
Mariano pasaba por allí
Escrito por: Jean.2011/11/14 22:44:11.628000 GMT+1
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Comentarios
Escrito por: Juan.2011/11/15 09:20:47.722000 GMT+1
juanbouza.blogspot.com
Escrito por: @ramonbalterra.2011/11/15 11:17:41.605000 GMT+1
Escrito por: @turbutopico.2011/11/15 17:58:55.478000 GMT+1
http://turbutopia.blogspot.com
La brevedad es un concepto etéreo. Un segundo puede ser, en ocasiones, una eternidad. Mira lo que nos pasó con Juan Carlos "el breve".
Lo bueno, si breve, dos veces bueno, dijo Gracian. Pues con éstos, ni lo uno, ni lo otro.
Escrito por: Jean.2011/11/15 18:01:54.839000 GMT+1
Escrito por: tonioinf.2011/11/22 16:26:20.016000 GMT+1
Escrito por: Jean.2011/11/22 18:56:46.062000 GMT+1