Vienen y van las sombras temerosas,
Lloran los lamentos y huyen
De la realidad infame y caprichosa,
Del entierro de la inocencia.
En el ombligo de la envidia
Han florecido los ecos del temor
Y las nubes rojas preparan su venganza
Con la sangre de las muertes venideras.
Los ojos de los niños brillaron como luciérnagas
En desfiles de esperanza y rituales de guerra,
A las puertas de un adiós,
Un instante antes de prepararse para la batalla.
Los cantos arrecian como el frío
Y los pies se preparan para recorrer
El camino de la incomprensión,
Una morada visitada ya cien veces.
Los hombres volvieron a fracasar
En sus danzas de fuego y lodo,
Erraron al cegar sus corazones
Y obstruir sus almas moribundas.
Tuvo lugar la encarnizada contienda
Y las tribus lloraron su inútil entrega
Mezclándose las lágrimas y la sangre
De una tormenta nuevamente pasajera.
Y regresaron los oscuros presagios,
Se reanudó la persistente enfermedad,
La ceguera de los hombres,
Y se volvió a escuchar la canción de una derrota.
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