Ya está la acorazada popular sacando a pasear a sus cachorros. Apuntan a Rubalcaba, ahora que Zapatero pasa a ser una figura del museo de cera. Fuego a discreción, clama trastabillándose Rajoy. Su tablero es un parchís, que el ajedrez él no lo entiende. Sus chicos, ordenados en fila, ultiman los detalles. La sincronía resultará determinante. Es el espíritu goebbelsiano de la machaconería. Repasemos el estado de la tropa. A Soraya se le resbala la naturalidad entre las yemas de los dedos. Sus maneras reproducen con mediocre fidelidad los apuntes del manual. Su debate nace de lo preestablecido, de las enseñanzas de los cánones. La suya es una discreción marcada por la ausencia total de creatividad. Encefalograma plano en el terreno del humor y la improvisación. Sáenz de Santamaría intenta poner cara de Cruella de Vil, pero fracasa en el intento y, de repente, le brota una sobreactuación supina al estilo hollywoodense de Ana Obregón. Hay lo que hay. El dramatismo de su intervención se le corta como una mayonesa erróneamente concebida. Cospedal es más Cruella, pero sin dálmatas de por medio. Tiene esa pizquita de mala leche que a Sorayita no le cayó en gracia en el reparto de cualidades y habilidades comunicativas. Cospe tiene sus problemas en el lenguaje no verbal. El manual no le entra. La inexpresividad la domina en exceso, aunque ella lo salva con una lengua política viperina y un descaro más resistente que un refugio nuclear. María Dolores no tiene complejos, y eso en política vale un Potosí. Y es que Cospe vale mucho, pero cuesta aún bastante más. Tras el atril es más bien sosita, pero, las cosas como son, le va la marcha. Al bombardeo también se apunta González Pons. Don Esteban tiene mucho rostro, suficiente para sacar de él variados parecidos razonables. El vicesecretario popular tiene pose de trágico actor secundario. Posee también un aire de empresario rural de la construcción venido a más. Aspira a ser un Saturno devorando a indefensos socialistas, pero su drama es que tiene paladar de vegetariano. Sus monsergas resultan difíciles de creer. Su tono gris, oscuro, sediento, como de bechamel chamuscada llena de grumos, no transmite. Debe vigilar esas cosas porque, si aspira a ministro, no puede parecer un representante de pompas fúnebres. Pinta de pijo ya tiene, y eso es importante, pero ahora debe aprender a sacar de su chistera conejos sin sangre y, a ser posible, sin destripar. Si no, no va a colar. De momento, me lo imagino en una cartera de nueva creación: el Ministerio de Extinción del Estado de bienestar. Rajoy va a crear ministerios epitafio. Y tiene prisa. De ahí que sus chicos anden a la gresca con Rubalcaba, que camina sobre el alambre del crono. Los populares quieren extender la euforia y salivan en busca de un adelanto electoral. Pero ojo, que no es lo mismo anticiparse que precipitarse. Con los populares, quizá nos precipitemos al vacío. ¿Ha llegado el momento de afrontar, políticamente hablando, el vacío existencial? Ustedes verán, yo, por mi parte, me preparo para asistir al entierro del Estado de bienestar. Eso sí, igual el muerto se les rebela.
2011/06/13 22:18:22.203000 GMT+2
Los chicos de Rajoy y el entierro
Escrito por: Jean.2011/06/13 22:18:22.203000 GMT+2
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