Sitúa hoy el diario Público en su primera página al ex ministro Cascos con un asunto revelador de la personalidad del que fuera vicepresidente del Gobierno en tiempos de Aznar. Según apunta esta información, la Policía acusa a Álvarez-Cascos de maltratar a sus escoltas, motivo por el que los agentes se han quejado a sus superiores, acusándolo, además, de incumplir las normas de tráfico. A tenor de lo que cuenta el periódico parece que el ego y la soberbia le fluyen a Cascos casi tanto como esas ojeras que caminan un par de metros delante de su rostro. Y del respeto a los semáforos en rojo, ya ni hablamos. Hasta seis se saltó el pasado 24 de enero, según recoge la información de Público. Fraga dijo que la calle era suya, y Cascos le ha tomado prestada la frase… y su sentido de la ley, parece.
Si se confirma que el político del Partido Popular ha pecado de ligero de cascos con quienes velan por su seguridad, deberían retirarle el servicio de escolta que le sufragamos todos de nuestro bolsillo. Y si Cascos quiere seguridad, que se la pague él de su paga vitalicia, que también corre a cuenta del erario público. Hay ocasiones en que la fisonomía, como el algodón del mayordomo, no engaña. A Cascos basta con mirarle a la cara para saber qué tipo de individuo se esconde tras ella.
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