La Celda de Jean Valjean

Son dos. Se les ha visto juntos inaugurando hospitales antes de tiempo de forma compulsiva. Son dos, pero harían falta miles para igualar el daño que hacen. La última chulería política de Esperanza Aguirre y de su chaval de los recados sanitarios, el infame Güemes, deja al descubierto hasta dónde son  capaces de llegar la maestra y su aplicado aprendiz para instaurar en su feudo madrileño su particular modo de entender la res pública. Manejan el estoque con firmeza. Dos orejas y rabo para los diestros de la diestra.

foto: elmundo.es

Que la Comunidad de Madrid difunda un vídeo identificando a un grupo de  sindicalistas liberados que protestaban ante el tándem Aguirre-Güemes como si se tratase poco menos que de apestados o de unos virus con forma humana es, además de un impropio golpe bajo, un miserable ejercicio de zafiedad política, un completo desatino. Uno más en su decepcionante y bochornoso palmarés. Seguro que esos sindicalistas no accedieron a sus puestos con un Tamayo de por medio.

Madrid es el rompeolas del país, como cantaban los chicos de Barón Rojo. Madrid es el gran sufridor nacional, el paciente tranquilo y resignado que sufre estas hemorroides propagandísticas. Aguirre y su pipiolo están desmontando la Sanidad Pública en la Comunidad de Madrid, dejándola en manos de empresas privadas. Por pura razón de su existencia, estas empresas no tienen como principal y único  objetivo el cuidado de la salud de los madrileños, sino la maximización de sus particulares intereses. En tres palabras: beneficios, beneficios y beneficios. Güemes y su madre putativa (en política) le están haciendo un daño mortal a la Sanidad Pública madrileña. Juegan a los cirujanos y  ni siquiera se han planteado anestesiar antes de abrir en canal al enfermo.  

Son dos. Y somos unos cuantos millones quienes les sufrimos.

Como decía aquél: maestra Aguirre, cuando quiera ya puede entrar a matar.