Los ojos díscolos, danzando entre las sombras, naufragando en el viento que acompaña los cánticos. Las muecas, perdiéndose en la inocencia del azar. La sangre, ocultándose tras las palabras que no se dicen. Las pestañas, arrojándose al infinito. Las manos, tratando de explicarlo todo, palpando la melancolía, dando forma a los pensamientos, como si fueran éstos el barro incipiente y danzante que se deja hacer.
El vendaval que se esconde tras la aparente quietud, la noche estrellada sólo en mi mente, como en la del pintor, como referencia única y original, como materia ahora con vida, con esa vida que fluye de un pensamiento que existe sólo para mí hasta que los trazos del capricho de una palabra lo hacen carne.
Piruetas de agonía, laberintos de dudas, anhelos y pretensiones, vagas, sumisas, y también infranqueables, tentadoras, arriesgadas y mustias, como un cóctel incontrolado de sabores antagónicos que se odian. Ingredientes de una calma derrotada. Calles de barro, de lunas naciendo en el suelo, plagiando lo inalcanzable.
Zumbidos y aves pasajeras que sonríen al fotógrafo demacrado, al hombre que busca en las alas la libertad y en el pico los sonidos de un poema rupestre, escondido tras las llamas de una ilusión.
Y, finalmente, una mirada triste que se contempla en el espejo. Una pregunta que se interroga a sí misma. Un bucle de incomprensión. Un quejido que se acurruca en su soledad. Una ventana a la que me asomo. Y, tras ella, sólo adivino el brillo de la oscuridad.
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Escrito por: .2014/01/16 11:17:16.519000 GMT+1