Dicen que en boca cerrada no entran moscas, pero ¿qué decir cuando las moscas nacen en el propio interior?
Felipe González ha lanzado varios recados a José Luis Rodríguez Zapatero. Son golpes a la línea de flotación del ala nostálgica del partido y del electorado, ya de por sí deprimidos. El ahora acaudalado conferenciante ha criticado la campaña llevada a cabo por los socialistas en las últimas elecciones europeas. Ha dicho que no se ha hecho bien. A simple vista, parece un nuevo acto de incontinencia del hombre que popularizó las chaquetas de pana a principios de los años ochenta, pero detrás de la indiscreción se esconden demasiadas cosas. La primera, una descomunal desfachatez. Lo peor es que esa desfachatez es además imperecedera. El hombre que acostumbraba a mascar demagogia a todas horas es un furúnculo en las posaderas del PSOE, por mucho que en PRISA digan que es una voz autorizada y un referente moral para el partido. Con referentes morales así, no hace falta que Jiménez Losantos se encienda en las ondas.
El bueno de Felipe compite con Aznar en pos del cetro que distingue al peor presidente de la democracia española. Ambos recorren caminos paralelos, envanecidos, comportándose como si fueran notables hombres de la ciencia política, no pasando, en realidad, de palmeros al servicio de la plutocracia. De González es conocido que cuidó con pasión una larga colección de bonsáis, pero donde evidenció un mayor esmero como fiel jardinero fue con la banca española, que campeó a sus anchas, frotándose las manos al tiempo que exprimía a sus clientes, multiplicando sus beneficios de forma espectacular. Felipe hizo todo lo que estuvo en sus manos para machacar los derechos de los trabajadores, siendo el padre putativo y político de toda la vorágine intelectual que acabó plasmándose en contratos basura, de aprendiz, de becario y otras nuevas esclavitudes de finales del siglo XX. A González, ahora con el pelo tirando a amarillo, le crecieron los escándalos de Filesa, RENFE, Ibercorp, el BOE y otros varios. Durante su mandato se hicieron populares el “enmano” del Guerra, Paesa, Roldán y toda clase de hombres grises. El terrorismo de Estado dejó en todo el país un olor a putrefacto que ni Hamlet hubiera podido soportar. González fue una tragedia para este país. Como Aznar. Por eso, hace falta tener un atroz, irracional y descarado desparpajo para salir a la palestra criticando a los hombres que heredaron un partido eufemísticamente socialista y antagónicamente obrero. Felipe tiende la colada en el patio vecinal para demostrar que el detergente que le vendió el tendero no limpia. Pero olvida los tiempos en los que la grasa y los manchones le deslucían su propia ropa interior política, ésa que pasa desapercibida para los que no acceden a tu intimidad.
El ex presidente del gobierno debería cuidarse de sacar a pasear su lengua. Antes debería esperar a que el aliento dejase de cantarle. Pero con la historia de España en la mano parece que eso no ocurrirá nunca.
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Escrito por: Nino.2009/08/11 02:40:10.359000 GMT+2