La Celda de Jean Valjean

Recuerdo que un día, en el colegio, en medio de la clase,  dije que el hombre tenía una costilla menos que la mujer. El profesor de ciencias, católico practicante,  y más ortodoxo que otra cosa, alabó mis buenas intenciones escondido tras una  media sonrisa, pero me dijo que no era así, que hombres y mujeres tenían el mismo número de costillas. Mi error era el producto natural  de mis lecturas,  de esas  lecturas que habían fomentado durante mi infancia y mi adolescencia en el colegio donde ese profesor de ciencias ejercía de director. Si en lugar de meterme en la cabeza cuentos chinos me hubieran dado a leer libros de anatomía, es muy probable que no hubiera soltado ese disparate.

Cada día me toca bregar con gente que sigue convencida de que Eva nació a partir de una costilla de Adán y que, por tanto, desde entonces, las hembras tienen una costilla más que los varones. Gente que piensa que Darwin es una marca de cosméticos, y que la teoría evolucionista es “ésa del matemático ése tan listo… Einstein o como se llame”. Hoy mismo me han dicho que soy un defensor de ETA. No es la primera vez que emiten un juicio –más bien una sentencia-  así conmigo, que cuando he puesto por escrito lo que pienso de la banda criminal, he firmado con mi nombre y mis apellidos, y puesto a parir a quienes han utilizado la extorsión y el asesinato para reivindicar una idea y una exigencia política. Pero ni los fáciles y socorridos insultos, ni poner a parir a los terroristas solucionan conflicto alguno. Tampoco, considerar que quemar una papelera es un acto terrorista y buscar cualquier recoveco legal o supuestamente legal para acondicionar la ley al capricho que marca la política.

 El tristemente célebre 11-M, salí del Metro como cada mañana rumbo al trabajo y observé que tenía cinco llamadas perdidas en mi teléfono móvil. Eran de mi padre. Le llamé. Sus primeras palabras fueron éstas: “Estoy vivo de milagro. Tus amigos de ETA casi me matan”. Luego, me contó que estaba en la estación de Atocha y que iba en uno de los trenes. Encajé aquello con resignación,  pero en seguida se apoderó de mí una inmensa tristeza. Jamás en mi vida he justificado un solo atentado de ETA. Nunca a lo largo de mi vida  he mostrado la más mínima simpatía o comprensión con los objetivos ni los medios  de ETA. Más bien, todo lo contrario. Aún recuerdo con nitidez cómo vibraron las ventanas de mi habitación el día en que una bomba casi acaba con la vida de Irene Villa y de su madre. No fue ésa la única ocasión  en que el eco de una bomba llegó hasta mi casa. Recuerdo perfectamente a una chica de mi barrio  vestir de negro y lucir  unas ojeras infinitas  porque los asesinos de ETA le habían pegado dos tiros a su padre, militar para más señas. Acudí a la multitudinaria manifestación  en Madrid tras el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco.   Pero cuando me dicen que simpatizo con ETA o que defiendo a los presos de ETA, no saco a relucir ninguna justificación, ni destripo mis sentimientos. A veces, me da pena mi interlocutor; en otros momentos, como hoy, le digo al inquisidor de turno que no me toque los cojones y enseño los colmillos, en realidad de manera figurada, pero supongo que mi mirada será más afilada y enfurecida. "A mí tampoco me gusta lo que tú estás diciendo", espetan, y claro, como no les gusta, me insultan o me cuelgan el cartel de proetarra.  

Dicen que De Juana Chaos merece morir en la cárcel porque ha matado a veinticinco personas, pero desconocen que ése no es en verdad el motivo por el que permanece en prisión. Los más avispados argumentan que amenazó de muerte a varios cargos del PSOE y del PP en dos artículos de Gara, pero no han leído esos artículos. Hoy, en concreto, me dolió más de la cuenta que me dijeran que defiendo a ETA,  porque la estupidez provenía de un chico inteligente, culto, con una formación exquisita, un chaval con el que se puede hablar de filosofía, arte, historia, ciencias, cine, un joven que habla cuatro idiomas y que no se limita a discursos intelectuales en código binario, al estilo de las Nuevas Generaciones del PP y demás. Pero salió con ésas. Es hijo de militar. Comprendo la angustia con la que habrá vivido durante años, pero no acierto a entender el porqué de una descalificación personal.  Según él, soy simpatizante de ETA porque defiendo el artículo del futbolista Oleguer y critico la actitud del fabricante KELME, socorrido en su día por la Generalitat Valenciana, bajo el amparo fraternal del  gobierno popular, que ha decidido unilateralmente rescindir el contrato de patrocinio con el jugador del F. C.  Barcelona.  “Es que Oleguer ha defendido al hijo de p…. de De Juana Chaos”, me dicen. Y yo les contesto que no han leído el artículo de Oleguer. Les digo que si quieren que alguien que comete veinticinco asesinatos se pudra en la cárcel, entonces lo que hay que hacer es exigir a nuestros legisladores que  cambien las leyes, que las endurezcan o que volvamos a los tiempos y medios de Torquemada o al ojo por ojo... Insisto en que no hay libertad de expresión, o que si la ejerces, te llueven las hostias y se toman las represalias oportunas. Y van y saltan con lo de la defensa de ETA. Entonces, me prometo a mí mismo no perder nunca más tiempo de mi vida en tratar de convencer a alguien de que los cuentos chinos, lo que nos cuentan para dormir, no son más que relatos de ficción con el único fin de  que cerremos los ojos y demos el protagonismo a nuestro subconsciente.

 A veces me dan ganas de arrancarme una costilla y darles la razón.