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2012/03/27 15:59:51.166000 GMT+2

How are you?

Érase una vez un hombre a unos abdominales pegado. Los férreos músculos pertenecen a aquel pequeño político que soñó con ser grande un buen día. Ensoberbecido por el poder, náufrago, errático y vanidoso, dio con sus huesos en la isla de la lógica incomprensión. Sometió al país a sus filias y fobias particulares, pero,  especial y desgraciadamente, a sus amistades. El bobo universal que presidía Estados Unidos por aquella época encontró en Ánsar un paje leal y un fiel e histriónico servidor de sus repugnancias. España fue gobernada en aquellos años por una caricatura. El hombre que hablaba catalán en la intimidad, el atleta de la derecha, capaz de farfullar que era capaz de correr más rápido que ningún otro hombre sobre la faz de la Tierra, el presuntuoso e irresponsable que colocó sus pies sobre la mesa de Bush, quiso edificar un país a su imagen y semejanza. Pero fracasó, y España siguió sin mostrarse con un inmenso bigote a ojos de los privilegiados astronautas que divisan la Península Ibérica desde el espacio.  El sueño aznariano se desmoronó entre mentiras y embustes. Aquel que pretendió diseñar un “mundo más seguro”, tratando de rivalizar con los dioses, como buscándose un hueco en el politeísmo, concluyó su travesía política asomando su rostro desencajado por una ventana de la sede popular en la calle Génova un catorce de marzo que algunos nunca olvidaremos. Pero antes de saltar al vertiginoso mundo de los negocios, Aznar puso su semillita en el vientre la gaviota. Su dedo apuntó al rostro del cariacontecido y exhausto Rajoy, y la docilidad y la obediencia de la derecha se hicieron carne en la candidatura impuesta por el personalismo triunfante del hombre de las 10.000 abdominales diarias. El trauma de los socialistas, dejando el timón en manos de un advenedizo, sin plantearse el conveniente discurrir de la renovación desde los cimientos, aceleró la tragedia y aupó a Rajoy a un lugar insospechado por el racionalismo más minimalista. Mariano es, en fin,  el paradigma de la flexibilidad del mercado laboral. Alguien que no domina ni un solo idioma ha encontrado acomodo en la presidencia del Gobierno. Rajoy sigue la estela de sus predecesores, todos ellos caídos en la desgracia de la anglofobia. Todo un presidente, es decir, el hombre encargado de negociar ventajas para su país, de alcanzar fundamentales acuerdos; de  presionar a sus colegas; de defender los intereses de los ciudadanos a los que representa, no habla ni una pizca del lenguaje que, por el contrario, sí dominan los principales líderes de la política internacional. Resulta complicado pensar en alcanzar un cierto grado de  complicidad con alguien con quien no puedes comunicarte de manera directa, sin la intervención de un traductor. Que nuestro presidente vaya por ahí con un escueto y medio ridículo “How are you?” por bandera dice muy poco en su favor. Ese déficit idiomático proyecta  las carencias, las deficiencias y la pasividad de un personaje que llevaba ocho años aspirando a convertirse en presidente del Gobierno. ¿No tuvo tiempo a lo largo de esos ocho años para esforzarse y recibir unas clases de inglés? Lo peor no es eso, lo más preocupante es que, si extendemos el muelle de la desconfianza y del escepticismo, deberíamos preguntarnos si Rajoy ha recibido clases de Economía que le permitan afrontar el histórico y gravísimo problema en el que nos encontramos inmersos. Francamente, lo dudo. Pero si me equivoco,  solo me queda esperar que esas clases no se las haya dado el mismo profesor que  se las dio a  Zapatero.

Escrito por: Jean.2012/03/27 15:59:51.166000 GMT+2
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2012/03/26 17:22:57.613000 GMT+2

El hombre que lloraba sonrisas

La democracia, o como se llame, tiene estas cosas. Los vencedores sacan a pasear a Pirro, consternados por los laureles que huyen dominados por la indiferencia del viento, postrados ante una realidad sangrante y dolorosa, justo enfrente del terreno de la victoria estéril,  que no sabe sino a hiel. A unos metros de allí, los derrotados pliegan sus lágrimas  y se  abrazan con algarabía, sorpresa y algo de sexualidad atenuada.  Pero no busquen en las imágenes televisivas, no. Esa pretendida sensualidad, ese arrebato o calentón invita a los contorsionistas a entrelazar sus cuerpos en las urnas, en posturas imposibles de un  Kamasutra electoral. A Javier Arenas le arrancaron a pellizcos anoche sus zonas erógenas, y la erótica del poder le ha huido para siempre, a menos que Rajoy lo considere apto para gestionar en toda España lo que los andaluces no le han dejado gestionar con rotunda virulencia democrática, o como se llame, a lo largo de los años. Arenas no es un cadáver exquisito, sino un político moribundo, un campeón besando la lona. Es su partido el que debería arrojar la toalla desde la esquina, antes de que la inconsciencia de un púgil vencido por sí mismo lo llevara a revivir una nueva derrota en un bucle  convertido ya en permanente via crucis. Arenas vive puntualmente cada cuatro años su particular semana de pasión, soportando una corona de espinas sobre su cabeza de pelo ceniza, que brilla escoltada por un rostro siempre delicadamente tostado. Nada tengo contra los perdedores más que afecto, empatía, comprensión y fidelidad. La derrota en estos tiempos, como quizá en antaño, es a veces sinónimo de justicia, ensoñación, miradas utópicas y deseos irreconciliables con la realidad. Los perdedores siempre han contado con mi afecto. Pero Arenas es un infortunado que juega a ganar, es un perdedor distinto, atrapado por una mirada rebosante de cinismo transmitiendo incredulidad y resquemor. La política, o como se llame, tiene estas cosas. Salir al balcón a celebrar una victoria enredada en un funeral; aparecer para reír las penas. Y la política es cruel, porque no te permite llorar, porque no está consentido reconocer la debacle de tu triunfo, la miseria de saberte un ganador derrotado, destrozado, masacrado,  por ese al que acabas de vencer.  Arenas no pudo siquiera reconciliarse con la realidad, con la crudeza de un manotazo limpio, enérgico, de esa bofetada soltada con desparpajo y sin remilgos por una realidad que hiere la sensibilidad de ese que acarició con la yema de los dedos la fruta prohibida. Los oídos le zumbaban anoche a  Javier Arenas, humillado en lo alto del balcón de la mentira, en ese balcón en el que la procesión no se veía discurrir a sus pies, sino que iba por dentro, reconcomiendo la moral, ulcerando las expectativas y convirtiendo los sueños en retortijones. Asomado a la irrealidad, Arenas lloraba sonrisas desde ese balcón fúnebre convertido en tanatorio del triunfo electoral, o como se llame.

Escrito por: Jean.2012/03/26 17:22:57.613000 GMT+2
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2012/03/22 15:59:17.229000 GMT+1

La esposa de Aznar y el Madrid real

Poco antes de convertirse en alcaldesa de Madrid por obra y gracia de Alberto Ruiz-Gallardón, la esposa de Aznar visitaba, en calidad de concejala de Medio ambiente, el barrio de este humilde servidor suyo. La presencia de la esposa del fornido ex presidente del Gobierno  provocó que un equipo del SELUR (Servicio  Especial de Limpieza Urgente) de la capital de España se desplegase con eficacia y cierta eficiencia, limpiando las aceras, sustituyendo las deterioradas y pringosas papeleras antiguas por unas nuevas y relucientes, recogiendo las cacas de los perros y maquillando las fachadas de los edificios mediante la eliminación de los grafitis. El vini, vidi, vinci de la esposa de Aznar fue tan caricaturesco como bochornoso, por cuanto tenía de amago de guión de Azcona y Berlanga. Hoy, la susodicha ha inaugurado un supermercado en la exclusiva calle madrileña de Serrano. Ha llegado y ha besado el santo, escoltada, amparada, casi  camuflada,  en medio de una cohorte de funcionarios a los que arrastra en sus desplazamientos, incluyendo en éstos los que realiza a la peluquería. La alcaldesa no vive en el Madrid real, sino en el artificial, en ese Madrid que le arreglan, le magnifican y le dibujan con servilismo e indecencia. No conoce los apretones del Metro en hora punta, ni los atascos (a ella le abren paso policías motorizados); no sabe lo que es detenerse ante un semáforo en rojo;  desconoce lo que es aguardar turno en el mercado; ni experimenta las esperas para adquirir una entrada para el teatro o el cine. Las normas se pliegan ante ella para agradarla. Las convenciones se diluyen para postrarse ante su figura. La esposa de Aznar dice estar al servicio de los madrileños, pero, a estas alturas, ¿hay alguien que no tenga claro que somos los madrileños los que estamos al suyo?  Para algo debía de servir ser la esposa de Aznar.

Escrito por: Jean.2012/03/22 15:59:17.229000 GMT+1
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2012/03/20 18:27:12.143000 GMT+1

Preguntas incómodas (y quizá torpes)

Comenzaré en esta ocasión por ser infiel a mí mismo (Total, por una vez más…). Voy a dedicar el inicio de este artículo a manifestar que me repugna el asesinato de niños en el colegio de Tolouse, que me irrita y me revuelve las tripas esa perversión del ser humano que lo lleva a acabar con la vida de seres inocentes. Dicho en lenguaje políticamente correcto, de ese que se gastan sin pulcritud buena parte de los políticos de cualquier rincón del orbe: condeno esos asesinatos y reconozco que no soporto con facilidad la contemplación de esa imagen de los niños asesinados,  publicada hoy por varios medios impresos. Siguiendo con lo obvio, señalaré también que me entristece el reciente fallecimiento de veintidós niños belgas en un accidente de autocar en una carretera suiza. Fue éste un suceso que me provocó dolor y pesar. Hasta aquí lo que, dada su obviedad, siempre he considerado innecesario manifestar. Quizá fue un error.  Pero esta vez, trataré de guardar mis espaldas, antes de opinar de los excesos, la demagogia y la falta de reflexión que comienza en las páginas e imágenes de la prensa, y se extiende, después, por el sentir general de forma tan abrumadora como irreflexiva. No es que me considere a salvo de ambas; no pretendo situarme en una atalaya de presunta vanidad e importancia. Solo quiero denunciar –creo que es un verbo útil y apropiado en este caso- el egoísmo con que nos traiciona a menudo nuestro inconsciente, y la perniciosa tendencia  de un periodismo tan sensiblero como sesgado. He dado estas explicaciones de entrada porque voy a tocar un tema que ya traté en anteriores ocasiones, con resultados no siempre satisfactorios, si entendemos por satisfactorio que el lector lo entienda a uno y no lo califique de desalmado, o  de simple cactus sin sentimientos. Como en otras situaciones similares, cuando leí  los periódicos, cuando me coloqué ante los informativos televisivos referidos a unas tragedias como las citadas unas líneas más arriba, osé establecer unas comparaciones que tuvieron el mismo efecto que echar unas gotas de alcohol sobre la herida recién abierta. Formularé las mismas preguntas que antaño: ¿valen todas las muertes lo mismo? ¿hay muertos de segunda? Respondamos tras el silencio y la meditación. Dejemos la conclusión para el final. Y no incurriré en lo sencillo que resulta aplicar las máxima periodística que establece que un muerto en España es más importante que unos cientos en la India. No. Lo primero que uno hace cuando recibe el impacto de una noticia lúgubre es recurrir a la empatía, a situarse como protagonista del suceso, siquiera sea de forma indirecta. “Han muerto veintidós niños belgas en Suiza”. Inmediatamente, el lector, el oyente, el telespectador, se colocará en la tesitura de tener que soportar esa crudeza, esa tremenda fractura emocional: “Si eso me pasa a mí…”, “si en ese autocar hubiera viajado mi hijo”, “qué duro debe de ser para esa madre”, “¿qué haría yo ante esa situación”. Y en esa ronda de suposiciones y de dolor imaginario y tangencial,  entran en juego elementos de identificación. Dicho de otro modo, nos identificamos más con unos niños belgas que con unos niños de Bangladesh. ¿Crudo? Probemos a situar en número de palabras e imágenes una comparación sencilla: ¿cuánto espacio habría tenido en los medios el fatal naufragio de una patera con veintidós niños africanos a bordo? ¿Y si los niños fueran ruandeses y hubieran sido asesinados en un colegio? ¿Nuestra empatía resultaría igualmente activa? ¿Existiría siquiera esa empatía? ¿Nos impacta el accidente de niños con una vida “normal”, que viajan a esquiar, más que los que sucumben en una hambruna, aunque éstos superen cada diez minutos el número de las víctimas que coparon las portadas de la prensa europea aquel día? ¿O concluiremos que en el caso de los niños que perecen por una simple diarrea no hay elemento noticioso por cuanto tiene de frecuente y por la ausencia de un “accidente” determinante e inesperado? Pero prosigamos en un viaje de comparaciones, dudas y preguntas incómodas –y es más que probable que torpes por mi parte-. Asistimos en estos días a una conmoción generalizada –al menos eso dicen los medios- en el país galo, como consecuencia del asesinato de cuatro personas –tres de ellas niños- en un colegio judío. En las redes sociales están siendo frecuentes los mensajes solidarios con el “pueblo judío” y con los familiares de las víctimas. Siempre me ha llamado la atención la exposición de esos mensajes en medios absolutamente estériles e inapropiados. Es como enviar un mensaje en una botella a las víctimas de Fukushima. Fulano manifiesta en Twitter su solidaridad con mengano. Ni es el medio apropiado, ni en realidad se pretende alcanzar la solidaridad, sino agradar, cubrir el expediente, proyectar una imagen, posicionarse ante los demás, entre los que, para más inri, no se encuentra el destinatario del mensaje. Si quiero expresar mis condolencias a alguien, lo llamo, le escribo un mensaje o le hago llegar un telegrama o una carta. En ningún caso, me  asomo a un acantilado y elevo un grito para que lo ignore hasta el eco. Por eso, me resultan poco escrupulosos los mensajes de pésame en las redes sociales, cuando se tiene por seguro que nunca alcanzarán las cercanías de los supuestos destinatarios. Pero volvamos al cruento suceso del colegio de Tolouse. Tres niños asesinados. Pocos pueden escapar a la rabia y a la incomprensión cuando se sitúan ante  este tipo de noticias. Pero otra cosa son los atajos, los recovecos y los pasadizos que se abren de par en par para huir de los paralelismos. ¿Es que la vida de los niños palestinos vale menos? Me refiero a la de cualquiera de los miles que han perdido la vida   a manos del ejército israelí. No estoy mezclando churras con merinas, sino una más que probable acción aislada de un psicópata o de un asesino que actúa solo, con la acción persistente y sistemática de un Estado –el israelí- que, según denuncia la ONG Defence For Children International consiente “un patrón de abusos sistemáticos y de algunos casos de torturas practicadas a niños encarcelados en centros militares”. Frente a estos casos no hay indignación “oficial”, ni minutos de silencio, ni, en la mayoría de los casos, atención mediática. Por ello, vuelvo a la pregunta: ¿valen igual todas las muertes para la prensa y, en último término, para la audiencia? La respuesta es sencilla: no. Quizá lleguen alguna vez a ser consideradas del mismo valor. Pero para ello, resulta imprescindible antes que todas las vidas valgan lo mismo. Y eso, seamos sinceros, tampoco sucede.

Escrito por: Jean.2012/03/20 18:27:12.143000 GMT+1
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2012/03/16 13:21:39.418000 GMT+1

En esas seguimos

Mires donde mires, hay algún árbol cayendo. No se puede ya fijar un sueño, cuando lo cotidiano se desmorona bajo la acción de los necios. Podan tu estilo de vida para aumentar sus privilegios. La indecencia, la incongruencia, el esperpento y la falta de escrúpulos se han instalado en los puestos  de mayor responsabilidad política, configurando un exclusivo árbol genealógico, un coto cerrado al que se accede a través de una alfombra roja. Los que viven a nuestra costa, pisando nuestros hígados, exprimiendo nuestro modus vivendi, acrecientan sus privilegios. Piden sacrificio, pero manipulan la brújula de la indecencia para situar los puntos cardinales a su antojo. Esos mismos que nos gritan coléricos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades llenan sus buches y acumulan fortunas. Juegan con ventaja. Con muchas ventajas. El control de la inmensa mayoría de medios de comunicación, por citar uno de ellos. Pero el más trascendental es la claridad de ideas que les otorga su férreo sentimiento de clase. Consideran que les pertenece de iure y de facto el divino privilegio de la superioridad, y someten  sin ambages a quienes contemplan como simples asistentes, castas inferiores o sirvientes.  Por eso no dudan en arramplar con pagas vitalicias, prebendas, oscuros negocios. Por eso, la multimillonaria Cospedal, casada con su multimillonario marido, no duda en pedir a los ciudadanos que la han votado (y a los que no) que trabajen más por menos, que es época de vacas flacas. Pero, a la vez, con orgullo y soberbia ilimitados, realizan una incisión a la vaca para desangrarla y disfrutar de la orgía hemolítica. Mires donde mires, hay un árbol cayendo. Lo que entre todos plantamos cae con estrépito hecho añicos. Mires donde mires, predominan la docilidad y el desconcierto, la insensibilidad y la falta de solidaridad, la manipulación y el sometimiento, la amnesia y la ausencia de conciencia obrera,  la sinrazón. Celebramos ahora el bicentenario de nuestra primera Constitución (permítaseme el anacronismo). Todos se apropiarán de ella con un grito muy descriptivo: “Viva la Pepa”. Si viajásemos hasta 1812, ¿alguien cree que nuestros gobernantes se situarían al lado de aquellos que defendieron la carta magna? Da igual, no merece la pena plantearse el viaje. Todo queda en segundo plano cuando es el propio pueblo el que se ata de pies y manos al grito de “Vivan las caenas”. Y en esas seguimos.   

Escrito por: Jean.2012/03/16 13:21:39.418000 GMT+1
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2012/03/11 22:58:41.450000 GMT+1

Poemas (I): El sueño

Solía escribir poemas. He perdido esa costumbre. En parte, imagino que porque he concedido al pesimismo unos años de templanza y sosiego. Y ahora que la pesadumbre actual se transforma en esterilidad creativa, echo mano de ellos para que este blog no languidezca de olvido y silencio, la peor de las enfermedades para la verdad de uno mismo.

 

El sueño

Las sombras han salido ya a pasear.

Los gatos se reúnen en tertulias de raspa y propina.

La quietud milagrosa y el reposo se acarician.

Es la hora de rendir cuentas en el ritual del sueño.

 

Apagamos las lámparas del día.

Desnudamos la rutina y yacemos en la melancolía.

La mirada atrás es la crónica de las obsesiones.

Acudimos a la llamada del subconsciente sin objeciones.

 

Somos los reyes del mar, los emperadores del viento.

Nos agitamos, aparecen los duendes, se tuercen las historias.

Y nos roban la corona y el cetro.

Deambulamos, entonces, indefensos entre las pesadillas.

 

Es el sueño de la vida.

 

Escrito por: Jean.2012/03/11 22:58:41.450000 GMT+1
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2012/02/22 14:40:30.507000 GMT+1

Un político de otro planeta

               

                (Foto: Reuters)

                                                                                    

No ha hecho falta recurrir a los servicios de Paco Lobatón. Exageraron aquellos que pusieron su foto en farolas sobre un “Se busca” tirando a malintencionado. No había desparecido en  combate. Tampoco estaba predestinado a ser el soldado desconocido al que honrarían los populares en un monumento escoltado permanentemente por un ramo de flores y por la centelleante y sempiterna pira inagotable. Vamos, que no estaba muerto, estaba de parranda. Camps volvió a aparecer en las Cortes Valencianas seis meses y veinticinco días después. Todo el mundo tiene derecho a tomarse un respiro, máxime cuando la placentera oxigenación incluye la integridad de tu salario, pagado por la plebe. La humorada tenía necesariamente que incluir algunos apuntes jocosos. "Tenía muchas ganas de volver, me incorporo a mi trabajo de parlamentario", ha dicho el antiguo honorable. Se antoja imprescindible plantearse algunas cuestiones. Vayamos por partes. Si Camps dice que se incorpora a su trabajo, debemos entender que durante este tiempo permaneció sin trabajar. Si es así, ¿renunciará el político mejor vestido de España a los emolumentos que le procura su actividad parlamentaria, en desuso durante algo más de un semestre? ¿Y las dietas, qué sucederá con las dietas propias y añadidas al desempeño de una tarea que no ha ejercido?Segundo aspecto a tratar, inherente al carácter filantrópico del diputado Camps, que ha añadido: "Tengo la oportunidad de volver aquí a casa, al hemiciclo”.  ¿Debemos tomar como una licencia eso de que el hemiciclo es su casa? ¿Paga hipoteca don Francisco? ¿Su casa? ¿Eso es lo que él entiende por su centro de trabajo, un “hogar, dulce hogar”, pese a los sinsabores procurados por los otrora amiguitos del alma? Suena a chufla, a pérdida de la verticalidad intelectual. Suena a ñoño y a pretencioso, a descolocado y engolado, a mesianismo y a extemporáneo, presuntuoso e indebidamente familiar. Las Cortes Valencianas no son la casa de nadie, sino el lugar donde deben trabajar los elegidos por los ciudadanos de esa Comunidad. ¿O es que él anda por su escaño en bata y pantuflas? Con razón algunos vemos a don Francisco Camps como un extraterrestre.

¿O soy yo el único que lo imagina repitiendo sin cesar aquello de “Mi caaaasaaaa, mi caaaasaaaa” mientras apunta con un dedo luminiscente hacia el sitio que ahora ocupa Fabra?

Escrito por: Jean.2012/02/22 14:40:30.507000 GMT+1
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2012/02/21 15:38:53.543000 GMT+1

Entre el Humanismo y unas porras

Resulta significativo que el instituto que simboliza el hartazgo y  la reivindicación de un buen número de jóvenes valencianos tenga por nombre el de Luis Vives. Nacido en Valencia, e hijo de unos comerciantes judíos que tuvieron que  convertirse al cristianismo para evitar su expulsión de España. No obstante, la familia siguió practicando el judaísmo en secreto, como tantos otros en aquella época. La Inquisición descubrió a su madre en una sinagoga y abrió un proceso contra la familia. Juan Luis Vives fue enviado por su padre a estudiar al extranjero (no hay constancia de que se fuese a Laponia). Su padre fue condenado, y quemado en la hoguera en 1526; los restos de su madre, que había fallecido 18 años antes, fueron desenterrados y quemados en 1529. Pese a la atrocidad e intransigencia que persiguió a su familia, Vives lograría convertirse en uno de los más destacados humanistas de la Historia. Él fue el principal impulsor de la asistencia y ayuda a los necesitados desde el propio Estado. Su obra Tratado del socorro de los pobres se considera un documento pionero en la organización de la asistencia social.

              

                 

Paula Sánchez de León, Delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana (Foto EFE)

 

El nombre de Luis Vives llega ahora a todos los rincones del planeta a través de las redes sociales, adornado con las siglas IES. Es en ese instituto en el que los recortes han obligado a sus alumnos a asistir a las clases con mantas bajo las que cobijarse y retener el propio calor corporal. No es la España de la posguerra, sino la España de la crisis, la España de la contemplación equidistante de la mayoría, la España de esos españoles que solo reaccionan cuando les manchan con unas gotas de sangre el traje de los domingos y no piensan en el herido sino en la factura de la tintorería. La equidistancia sigue siendo ese feudo de pretensión burguesa en el que se instalan quienes siempre se arriman al sol que más calienta. La desproporción de la actuación policial ayer en Valencia denota dos cosas: de un lado, la consigna política imperante, basada en la rotundidad y en la necesidad de instaurar la autoridad a cualquier precio; del otro, el problema de unas fuerzas de Seguridad del Estado que parecen contar con la impunidad como mejor arma, mejor incluso que esas porras desgastadas por su acción violenta. La semana pasada, el Gobierno indultó a cinco mossos que habían sido “condenados por torturas a un inocente” (aquí lo de “inocente” parece que añade algo de dramatismo al titular de la noticia, pero igualmente repugnante hubiera sido aplicar la tortura a un “culpable”). En enero de este mismo año, la Dirección General de la Policía absolvió  a dos de los tres policías antidisturbios expedientados  el pasado verano por la agresión a una joven y a  un fotógrafo tras la manifestación laica que tuvo lugar en la Puerta del Sol de Madrid en protesta por la visita del Papa. Es muy probable que el subinspector que permanece sancionado vea cómo la previsible sanción económica –de producirse-  acabe pagándola el sindicato al que se encuentre afiliado. Así funcionan las cosas; entre policías... no van a pisarse las porras.           

             

        

Foto: EFE: Juan Carlos Cárdenas

La brutalidad con que se emplearon ayer los antidisturbios en Valencia podría volverse en contra…de los políticos. Algunos diputados populares aplauden su contundencia y acusan a “los de siempre” de estar tras estos desórdenes. Paula Sánchez de León, delegada del Gobierno en Valencia se sacudía la presión y la responsabilidad como si estuviese quitándose de encima las migas residuales de una bacanal. Esta misma mañana se vio obligada a solicitar la apertura de un expediente informativo. Se trata de una acción de cara a la galería. Previsiblemente,  fenecerá en la nada, como ya ocurrió prácticamente siempre  y en situaciones similares  en el pasado. Por otro lado, el ministro de Justicia asegura que los policías fueron “violentamente agredidos” (se desconoce a esta hora, si el señor Gallardón conoce otro modo de agresión que no sea con violencia), pero eso demuestra que no se ha tomado la molestia de echar un vistazo a los vídeos que ayer saturaban las redes sociales. El que quiera seguir viendo en el ministro justiciero un lobo con piel de cordero, debería acudir al oftalmólogo. El SUP, completando el despropósito, apunta al ministro del Interior, al que acusa de “cobarde” por descargar la responsabilidad en la Policía. El cóctel está servido. Lo malo es que algunos necios piden, además, unos panchitos como apertivo. Se recrean en su degustación y tras engullirlo de un trago, devuelven el vaso a la barra con un golpe fuerte y seco, algo macarra,  con el ademán de un de matón de western de bajo presupuesto, con las maneras del típico chulo de barrio. La pena es que la silla no es de madera, ni hay pianista, ni hay siquiera  un tapete con una baraja de póquer reposando sobre él, sino un puesto oficial y el designio y la voluntad de un electorado inanimado y contemplativo en la mayoría de los casos.  Las imágenes de la exagerada represión policial han dado la vuelta al mundo y han ocupado portadas y espacio en multitud de diarios internacionales. Lo decían los populares, ebrios de felicidad en su último congreso celebrado en Sevilla: “Comprometidos con España”. Y es que, como acreditara la familia de Luis Vives de manos de la Santa Inquisición,  hay amores que matan.      

 

 

  

Escrito por: Jean.2012/02/21 15:38:53.543000 GMT+1
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2012/02/19 17:31:59.215000 GMT+1

La mujer que vino del frío

Si Margaret Thatcher ha pasado a la Historia como la Dama de Hierro, a María Dolores de Cospedal habría que ir reservándole el apelativo de Dama de Hielo, aunque poco más tenga que compartir con la fiera británica que impuso su ley ultraliberal en el Reino Unido. La Thatcher poseía aquel extasiado pelo cardado que coronaba una tez pálida, únicamente interrumpida por los trazos coloridos que le impelía el ritual del maquillaje.

 

                     

 

Cospedal se presenta con otra mística capilar, atrofiando con rigidez y brusquedad la maleza de su melena, sometida a la forma de su testa. La todopoderosa medusa de la derecha extrema española descarta los temporales de frío siberiano por templados. Es su extrema frialdad, definida en una rigidez e impasibilidad facial propia de la sección de refrigerados del supermercado, la que define su mirada estática, penetradora y perdida, como si se  proyectase hacia el infinito, como si pretendiese traspasar al destinatario. La única emoción que transmite la inmutable Cospedal va implícita en el significado de sus palabras, escogidas sin brillantez ni literatura, arrancadas a latigazos del antagónico mundo de la retórica. Sus gestos son parcos, minimalistas, reducidos por lo general a la mínima expresión, como si los salvajes recortes que impone su ideología comenzaran precisamente por tener que cercenar la riqueza gestual del homo sapiens. Podría decirse que a Cospedal la comunicación verbal se le ha muerto de inanición, estrangulada por sus propias telarañas. Misa de réquiem por los vencedores.

 

               

 

Pero no, no subestimemos su hieratismo entonando el Lacrimosa, porque, en el fondo, éste dice mucho. Es precisamente su hieratismo el que  la ha llevado hasta allí, a la cima del poder arrastrada por un inconcluso Rajoy, el hombre absorto, el gallego que levita entre dudas, arcaísmos y brújulas; es su hieratismo el que la transportó al paraje en el que las batutas procuran descargas eléctricas para que los músicos no desafinen. El discurso cospedaliano recuerda al monitor de la frecuencia cardiaca de un hospital. A veces, parece que la línea va a  quedar sin altibajos, sin  inflexiones, prescindiendo de ese vaivén, de esa especie de montaña rusa vital,  presagiando el silencio eterno. Pero  no nos dejemos engañar por un rictus mohíno, porque el fuerte de Cospedal está en la rotundidad y firmeza de sus acciones. No es una mujer de discursos, sino de acciones, de praxis. Es el brazo fuerte del partido, la alumna predilecta de Esperanza Aguirre y José María Aznar, la eficaz heredera del maquiavelismo diestro.  Su fuerte es la ejecución, la puesta en marcha de las máximas aznaristas. Ahora, en el cadalso, se sitúa el Estado del bienestar. María Dolores, impasible,  afila la hoja sin pestañear, concentrada en su tarea, con la convicción de estar cumpliendo con el excelso deber encomendado por una voz llegada del más allá. Del más allá que la FAES, incluso. Cospedal ha recibido la bendición sevillana de Mariano, que oscilaba desconcertado entre elogios, abrazos e imágenes dadaístas de éxtasis popular. Y del discurso de la Secretaria general, ¿qué? Nada nuevo, más demagogia edulcorada, más liberalismo camuflado de populismo, más fusta para los doloridos, más caramelos de somníferos para adiestrados, crédulos y desesperados. Concluida la tarea, la escenificación de su poder aglutinante, Cospedal acude al hotel, recoge sus cosas, hace la maleta y regresa a casa. De momento, no ha decidido vivir en un igloo.

Escrito por: Jean.2012/02/19 17:31:59.215000 GMT+1
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2012/02/16 14:49:14.879000 GMT+1

Gotas

Llueve tras el cristal de mi prisión. Las gotas van conformando un mosaico impredecible, como caídas de un lagrimal en eterno movimiento. Casi siempre con una cadencia regular, como si fuese un corazón el que las expulsase, el que las enviase a las trincheras de la finitud. El goteo es como un latido, a veces con arritmias procuradas por el viento, a veces agonizante, como el corazón que se va quedando dormido hasta dejar de repartir vida. Todas las gotas emprenden sinuosas aventuras que terminan siempre de forma abrupta en el marco metalizado. El de ese marco es el límite del único mundo que me está permitido ver mientras trabajo atado literalmente a una silla, de espaldas a la luz, a la plenitud visual, a los seres ambulantes. Le doy la espalda al gracejo de los paseantes presurosos; a la pulcritud exquisita del filósofo que pasea con armonía y sosiego; al ciclista aventurado; a los perros solitarios que huyen de su propia soledad; a los pájaros asustadizos; a las nubes que transitan en instantáneas siempre cambiantes, vivas; a los déjà vu que me hacen tratar de recordar dónde y cuándo he vivido antes esa sensación, cuándo y dónde he visto antes a esa mujer que camina triste refugiada tras una bufanda dorada y unas gafas de sol. Llueve, y los tonos del mundo que me está permitido ver están como revestidos de mercurio, como si alguien hubiera puesto un filtro de tonos grisáceos. Surge entonces una melancolía que traspasa el exterior, que penetra a través del cristal pecoso, aturdido por las visitas chispeantes de unas gotas que van replicando a sus antecesoras. Un árbol desnudo, a lo lejos, se deja llevar por la arrogancia del viento, que tiene hoy un humor cambiante. El mundo ahí afuera parece estar invitándome a la melancolía. En esta celda siempre hay tiempo para ella; siempre hay espacio para acumular lecturas y sueños hipnotizados. Es la vida que se consume entre olvidos, descuidos, ensoñaciones y laberintos vocacionales. Llueve ahí afuera. Llueve.

 

 

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Escrito por: Jean.2012/02/16 14:49:14.879000 GMT+1
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