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2012/05/12 15:52:23.274000 GMT+2

La corbata de De Guindos

          

           Foto: Sergio Barrenechea (EFE)

 

“Se le nota muy desmejorado”, se escuchó decir a una de las periodistas de la segunda fila. Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor ya habían intervenido ante la prensa tras  la conclusión del Consejo de Ministros. Ahora era el turno del ministro de la cosa, o sea, de Economía, porque, ¿acaso hay ahora mismo otra cosa? De Guindos no es la alegría de la huerta. Y si lo fuera, la realidad financiera ya le habría arrancado sin complejos ni concesiones la sonrisa de su cara. El ministro tiene esa doliente expresión de malhumorado, de profesor de macroeconomía a punto de soltarte un rollo de Schumpeter, de cobrador del frac que ha pedido la pista a la persona a quien seguía. De Guindos tiene el  rostro que buscan en un comercial todos los fabricantes de ataúdes. Mirándolo a los ojos piensas que es casi imposible que ese hombre vaya a contarte algo bueno. No me extrañaría que de niño le cantaran una ranchera para que soplara las velas ante la imposibilidad de cantarle lo de cumpleaños feliz, como si la felicidad se derritiese en esas velas que  van inundando las tartas con el paso de los años. Nadie es capaz de fruncir el ceño como él lo hace. Hubiera sido un excepcional modelo para esos pintores del Barroco que gustaban de reflejar en los lienzos la imagen del Ecce Homo. El ministro de la cosa es también el ministro del sufrimiento expresivo, un político marcado por la concavidad de unas frondosas e indomables cejas que dominan un rostro sufriente. El cabello no es más que una anécdota tangencial y deslavazada, informal y rebelde  en una cabeza en la que parecen solamente entrar números, recetas económicas y un organizado plan de  jodiendas para el personal en forma de ajustes, recortes y calamidades varias. Con este panorama fisonómico resulta sencillo comprender que no es Ágatha Ruiz de la Prada quien diseña los trajes del ministro de la cosa. De Guindos es un hombre de porte recio, telas discretas, apagadas. Ocres tristones, grises chubasco, negros tizones y una amplia gama de azules cenizos dominan su vestuario, sin respeto ni consideración hacia la festividad cromática. El arco iris es un tabú, un rincón maldito, y el pantone un arma cargada por el diablo. Por eso, cuando el ministro irrumpió en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros con esa corbata multiorgásmica, un cosquilleo recorrió las retinas de los periodistas allí presentes. Un pedazo de tela rebelde, un festival de fuegos artificiales endosados a una figura triste, como una especie de carcajada burlesca en medio de un relato de terror de Edgar Allan Poe. Esa corbata era algo más que un guiño; era una eclosión, una catarata de luciérnagas danzando alrededor de la tragedia, era quizá el escape a largas sesiones desbordantes de tensión. Esa corbata bien podría ser una venganza, la patita de una conspiración que asoma, un collage afrutado, una verbena que huye del marianismo, un fósforo ebrio que pretende salpicar de luz las tinieblas de un político de vestuario angosto. De Guindos abrió por la mañana bien temprano su amplio armario y fijó su mirada sobre esa víctima propiciatoria que pronto colgaría de su cuello, asfixiada por su propia realidad, por  esa acumulación de despropósitos textiles que fueron a desembocar en una tragedia shakesperiana. Si Macbeth hubiese llevado una corbata, habría optado por ésa. Pero fue el ministro de la cosa el que se encontró con ella. Sentado sobre su despacho, poco antes de partir para el funeral de cada viernes,  cogió un papel en blanco y anotó en él mil y  una veces la palabra corbata. Plegó el papel y lo metió en el bolsillo derecho de su chaqueta, consciente de que era la única forma de no claudicar ante el imperativo visual del complemento y del refrán cosido a él. Una imagen vale más que mil palabras, pero él había superado esa cantidad para burlar la superstición y el dicho popular. Sonrío para dentro, domó con timidez los pequeños bucles de cabello que asomaban tras sus curvadas orejas y salió de casa. Hay quien ya atribuye a la corbata de De Guindos propiedades curativas; circulan rumores acerca de los verdaderos propósitos de la misma: que si es una técnica de la CIA para hipnotizar a los periodistas y convencerles, que si contiene un sofisticado mecanismo que absorbe y concentra la atención de quienes la contemplan logrando lavarles el cerebro.... Pero son palabrerías, rumorología banal, como lo del Jaguar de Ana Mato olvidado en un garaje. Al final de una larga jornada, tras la tensión de la comparecencia, De Guindos volvió a casa y, sin aparcar su cara de hombre al que solo le ha fallado el pleno al quince en la quiniela, deshizo con mimo y protocolariamente el nudo de su corbata talismán para dejarla reposar junto al resto en un mausoleo de tejidos inertes que aguardan su oportunidad. Y así, finalmente, la vivaracha tela multicolor descansó, recuperando su largueza, su esplendor eréctil sin curvaturas ni sudores fríos que la domen. Ahora, solo me queda la duda de si esa corbata se la regaló un amigo, alguien que apreciara honesta y sinceramente al ministro de la cosa o,  si por el contrario,  el esperpenticidio lo perpetró su querido y admirado Rato a modo de postrera y fría venganza.

 

 

Escrito por: Jean.2012/05/12 15:52:23.274000 GMT+2
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2012/05/10 15:44:15.055000 GMT+2

El gol de Mariano

Alguien cercano debió de convencer a Mariano Rajoy para que el timorato mandatario encapsulado en el desconcierto accediese a ser entrevistado (o casi) en los micrófonos de Onda Cero. Con Bankia a punto de entrar en el quirófano, convenía ir preparando la anestesia de la opinión pública. El PP siempre espera que suene la flauta, y la cohorte de hamelines que vuelan sobre fornidas gaviotas ya está acostumbrada a acudir fiel a la llamada de socorro.  Tras las desorganizadas fanfarrias de los populares llega el momento de la verdad, ese instante en el que el presidente debería salir al escenario a dar la cara, a explicar a los españoles –a los que le votaron y a los que no- el porqué de sus decisiones, si es que son suyas... Pero,  no sabemos si es por pura y lamentable cobardía, o si se debe a un excesivo proteccionismo de quienes conocen sus múltiples limitaciones, Mariano calla, protagonizando un remake de El Silencio de los corderos, donde su particular Hannibal Lecter es la crisis. Porque, a fin de cuentas, la política no es más que es un caníbal enjaulado. Pero mientras Felipe y Aznar la emprendieron con el caníbal a bocados, Rajoy en esto de la antropofagia nos ha salido un  vegetariano convencido y miedoso.  Con ese tono de estricta parsimonia y laberíntica perplejidad, el presidente balbuceó sus habituales naderías, como si fuesen éstas su particular ínsula de Barataria. Rajoy no tiene nada de quijotesco. Si acaso, su andar se asemeja al trote de un Rocinante cualquiera. Es lo que tiene vivir en las antípodas del carisma.   Mariano es un político insulso, repleto de tics,  silencios y con la mente siempre puesta el diseño de  planes de huida. Mariano es un político que entra a los edificios anotando en su libreta dónde quedan las salidas de emergencia. Mariano vive en la puerta de atrás, en un búnker, detrás de las cortinas, en la chistera de Tamariz.  Si Rajoy fuera un torero, en el ruedo de la perturbada política patria Cospedal y Moragas le organizarían un homenaje de pañuelos blancos serviles buscando animarlo. Pero irremediablemente, la vuelta al ruedo la emprenderían únicamente sus subalternos, mientras él, en la enfermería, daría buena cuenta del tupper de pote que le había preparado su Viri. La figura de este político gallego representa sin ambages la desventura paradigmática de un bipartidismo falaz y tramposo. Mariano es el delantero que hizo morir de pena a la defensa rival, cayendo una vez tras otra en fuera de juego. Y, probablemente, Mariano será también ese delantero que pase a la Historia por anotar en toda su carrera deportiva un único gol. Será natural, inevitable y trágicamente, en propia meta. Tiempo al tiempo.

Escrito por: Jean.2012/05/10 15:44:15.055000 GMT+2
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2012/05/08 13:48:53.382000 GMT+2

Nadie mejor

Nadie mejor que un presidente eternamente perplejo para llevar las riendas del Gobierno de un país permanentemente desconcertado. El desconcierto es una longeva  tradición española. La anestesia es general,  y aquí los goles, la autarquía intelectual, el folclore anestesiado  y la autocomplacencia han empequeñecido y ninguneado a la minoría crítica, racional, inconformista y soñadora.

 

Nadie mejor que un presidente huidizo para dirigir la política de un país que se deja llevar sin ton ni son por la corriente de la desorganización. Un país en el que reina el rey de la desmemoria, el rey de los dulces olvidos, el de las burlas a los recuerdos y la dignidad. Un país que se mira en el espejo,  adulándose una vez tras otra, como la reina del cuento de Blancanieves.

 

Nadie mejor que un presidente incumplidor para un país acostumbrado a los incumplimientos, para un territorio en el que la igualdad ante la justicia no es más que un putón verbenero al que su chulo le ha propinado una brutal paliza.

 

Nadie mejor que un presidente mentiroso para un país remendado mediante mentiras y costurones inútiles, una tierra de insomnio, de ebriedad histórica, de tierras muertas, transiciones edulcoradas con sal y pimienta, un país de llagas curadas con  vinagre, una patria en la que el patriotismo es abanderado por quienes acumulan con egoísmo e impiedad las grandes fortunas.

 

Nadie mejor que un presidente gris para encabezar un gobierno gris, de semitonos de amargura, de perplejidades morales y contorsionismos éticos y etílicos.

 

Nadie mejor que un presidente descolocado para liderar un país que no es más que un puzzle en el que pocos son conscientes de que nada más desembalarse alguien perdió consciente y deliberadamente varias piezas Un país hecho añicos, mil pedazos.

 

Nadie mejor que un presidente sin brillo para un país que transcurrió a oscuras  en pleno siglo de las Luces. Aquí acumulamos golpistas, militares embrutecidos, reyes inútiles y señoritos engominados, al igual que un viejo desván acumula polvo.

 

Nadie mejor que un presidente sin retórica para guiar a un país repleto de cruces de caminos, que sumergen en la eterna indecisión a los viajeros, que no pueden más que  balbucear y dudar, atrapados por la soledad de la indecisión.

 

Nadie mejor que un presidente opaco, que huye de la comunicación y de la claridad para un país de claroscuros, tabúes, censuras y ritos marcados a fuego por la irracionalidad.

 

Nadie mejor que este presidente para este país sin remedio.

Escrito por: Jean.2012/05/08 13:48:53.382000 GMT+2
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2012/05/03 15:50:43.999000 GMT+2

El grito

            

Si dejamos al margen la vorágine especuladora que somete tan a menudo el mundo del arte, el hecho de que El grito se haya convertido en el cuadro más caro de la historia es un fiel retrato en sí mismo del tiempo loco y convulso en que vivimos. Es un grito de lamento y conmoción, de desesperación, escapando a la anestesia de los sentimientos. La docilidad de la contemplación se rasga ante la presencia de un rostro desencajado, perdido en los trazos obsesivos y angustiosos de un pintor que sufre. Es un fragmento de nuestro mundo, de esta tierra de luchas clandestinas y ocultas. Los lamentos suenan mudos, como ese protagonista del cuadro silenciado, atrapado en un marco, en los límites de la artificialidad, tan cercana al mundo de los sentidos. Al contemplar El grito el dolor se absorbe, se hace propio, se interioriza. Triunfan la belleza de la destrucción y la evocación de lo inacabado. Así veo hoy a esta España, que se desangra entre gritos de aflicción, en la aterradora perversión de ese cielo como de fuego que se cierne sobre ella. Es una instantánea aterradora sometida al marcapasos de un tiempo de titubeos, ensoñaciones pervertidas y engaños orquestales. España es hoy como ese grito del cuadro. Un grito enfermo y obsesivo. Pero, por encima de todo, un grito silencioso.

 

 

Escrito por: Jean.2012/05/03 15:50:43.999000 GMT+2
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2012/04/26 14:48:39.197000 GMT+2

El porqué de la derrota

No, el Real Madrid no quedó fuera de la final de la Champions League por un planteamiento tan timorato como rácano de su entrenador. Ni siquiera por la superioridad táctica del rival. Las cosas, como son: el Bayern no fue un gigante descomunal, ni un enemigo de tres cabezas. Representó el papel previsto en una escuadra teutona: sobriedad, coraje, equilibrio, competitividad…  Tampoco se debió el miércoles negro del madridismo a la descompensación defensiva que provocan habitualmente algunos de sus insolidarios delanteros. No ha quedado eliminado por un arbitraje polémico ni determinante, ni por el error de Pepe cometiendo un innecesario penalti. Ni siquiera cabe achacarle a Sergio Ramos que pusiera en órbita el esférico teniendo la portería a tan solo once metros. Si acaso, será la NASA la que tenga algo que objetar.  No deben buscar los aficionados madridistas la espalda de Kaká para cargar sobre ella las culpas de este imprevisto fiasco. La falta de eficacia merengue no radicó en la ausencia de un bloque real, ni en la cruda realidad que  se vislumbra en una suma de excelentes individualidades que distan, y mucho, de constituir un bloque, un conjunto, un engranaje. El adiós blanco a la décima no encuentra explicación en la concesión de la posesión del balón al rival. Ni siquiera deberían buscarse los tres pies al gato, ni caer en el manido teorema de la ruleta de los penaltis y su siempre socorrida asociación a la aleatoriedad lotera. El Madrid no cayó por la falta de apoyo de una afición exigente y poco dada a los cánticos. En el Bernabeu son los jugadores los que deben animar al público y no viceversa. Así era ya en Roma.   El Real Madrid no se ha quedado a las puertas  de la décima por la tardanza del entrenador portugués en concretar las sustituciones, ni por contemporizar y confiar en Casillas y su destreza para ahuyentar los maleficios desde el punto de penalti. El fiasco blanco no debería achacarse a la mejor colocación de los jugadores del equipo alemán. Tampoco deberían ampararse en el cansancio físico recabado en la disputa del último clásico en Barcelona, ante el equipo de Messi, mientras el Bayern daba descanso a la mayoría de sus jugadores titulares en la Bundesliga. No cabe hablar de que el Madrid minusvalorara al rival, ni de ninguneo. Tampoco se observó sobre el terreno de juego desconsideración, menosprecio o una vanidad desmedida que contribuyese a la relajación de los futbolistas madridistas. No. No pierdan el tiempo analizando, escudriñando, jugando a ser químicos del fútbol con probetas repletas de especulaciones. Sesudos analistas y afamados diseccionadotes de cadáveres balompédicos realizaron la autopsia de turno, como si el forofismo irredento tuviese también su cuerpo de especialistas al estilo de los del CSI. Elucubraciones siderales, cuadraturas del círculo, brindis al sol… Lo habitual en tertulias seudo científicas. Malabarismos viscerales y dominio de la demagogia en busca de un titular. Todo es mucho más sencillo. No hacen falta ni aspavientos ni exámenes dactilares.  Para entender el porqué de la derrota madridista solo había que mirar al palco. Allí estaba un hombre de mirada siniestra, rostro demacrado, abdominales de acero y con el dibujo de la soberbia en su expresión. A su entrada al palco del estadio Santiago Bernabeu decenas de aficionados le gritaban “Presidente, presidente”. No cabe duda: sería el mejor rector del “Cenizos Club de Fútbol”. A las pruebas me remito. Y los madridistas deberían hacer lo mismo

Escrito por: Jean.2012/04/26 14:48:39.197000 GMT+2
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2012/04/16 16:28:51.417000 GMT+2

El cazador campechano

Durante décadas los medios de comunicación, siguiendo  la partitura compuesta por sus propietarios, pusieron la banda sonora de una transición repleta de inocentadas, medias verdades, amnesias y sesgos. Se pasó página sobre el dolor y la indeferencia, sobre el olvido y el interés de quienes de forma camaleónica se transformaron de la noche a la mañana en modélicos demócratas de toda la vida. El Ejército, con nuevo jefe, se resistía, pero pronto un elefante blanco decidió que alguien entrara en la cacharrería del Congreso,  con las consecuencias ya por todos conocidas. La imagen del monarca español, a quienes algunos apodaron “el breve”,  era fielmente custodiada e idealizada por una prensa amordazada y muy dada a solicitar voluntariamente una contundente dosis de anestesia. Se proyectó de forma tan premeditada como sincronizada una imagen de sencillez, que envolvía toda la actividad de la Casa Real española. Pronto la irrealidad impuso su tiranía en la joven e inexperta democracia española. La renuncia ideológica de la izquierda más combativa se unió al borrado del marxismo en las filas de la socialdemocracia, tan fiera y abrupta en la oposición, como dócil y olvidadiza en el confortable sillón del poder. Con el paso de los años, y pese a que aquella censura y aquel silencio autoimpuestos fueron encontrando resquicios por los que filtrar a la sociedad española algunos destellos de la cotidianeidad borbónica, fueron los propios asuntos internos de la Familia Real española los que provocaron las primeras erosiones en la credulidad popular, muy cercana al terreno de la mismísima fe. El juancarlismo comenzó a encontrar asperezas. Los secretos comenzaron a fluir de la enmudecida prensa al laberinto de los mitos populares, hasta desembocar en las leyendas  -las urbanas y las rurales- todas ellas susurradas en corrillos de intimidad, todavía discretos. Si hace diez años hubiésemos preguntado a cien españoles cualquiera una palabra que definiese a su monarca, ineludiblemente hubiéramos hallado una descripción que se haría eco del sentir popular de forma casi unánime: “campechano”. Los medios, los poderes, habían logrado el objetivo de transmitir esa sensación con la misma efectividad con que un ilusionista logra su fin frente al boquiabierto público asistente a una de sus funciones. Primero la separación temporal de la infanta Elena, después el enigmático (y borrado) pasado de Letizia Ortiz, y, más recientemente, los presuntos tejemanejes del yerno Urdangarin,  han situado a la corona española en la tesitura de tener que dar unas explicaciones que chocan con el oscurantismo marca de la casa. La monarquía española, finalmente, se basa, precisamente, en la absoluta falta de transparencia, así como en el mantenimiento de tradiciones obsoletas e irracionales. Encender velas en la alcoba real traería trágicas consecuencias; lo mismo que airear sus miserias, en nada diferentes a las de sus súbditos, pues errare Humanum est, incluso para quien se encuentra debajo de una resplandeciente corona,  y bastaría una atenta y calmada lectura del Hamlet de  Shakespeare para conocer el origen de un gusano cualquiera.  La crudeza de una crisis económica ha limpiado las legañas de los ojos de millones de españoles que parecían adormecidos. Ahora que los medios ya no secundan con disciplina militar el silencio impuesto desde la estratosfera monárquica, muchos ciudadanos españoles comienzan a contemplar con desconfianza los excesos y los lujos de una familia cuya utilidad se cuestiona. Que el rey diga que el paro juvenil le quita el sueño, pero permanezca ajeno a la trasparencia fiscal, y que su patrimonio sea un auténtico enigma es algo que comienza a chirriarle a mucha gente. Lo que se cuestiona del monarca es su insolidaridad, que él siga disfrutando de una vida repleta de lujos y caprichos mientras sus compatriotas las pasan canutas y ven derrumbarse un modelo de vida. ¿En eso consiste ser el primero de los españoles? Y eso que aún los adormecidos súbditos no han lanzado incómodas preguntas ni analizado al detalle aspectos ideológicos de sus monarcas. Sólo han tenido acceso a algunos escarceos ideológicos de la reina Sofía, soltados a modo de venganza a los micrófonos o al lápiz de una periodista hábil y cercana. Suficientes para retratar el clasismo e inmovilismo conservador, lógicamente adheridos a la figura de una gran “profesional” de la monarquía. Ha tenido que ser otro elefante, mucho menos relevante para la historia de España que aquel blanco que aún se cobija en el secretismo, el que haya situado a la corona española en su trance más difícil. El exceso de un monarca, acudiendo de caza a Botsuana cuando en su país suenan los tambores de la tragedia y se están produciendo los mayores recortes en los derechos sociales de su reciente historia, ha llenado de indignación a millones de españoles. Y ello, pese a que los dos partidos que se reparten el Gobierno de forma alterna desde 1982 guardan un silencio calculador, cercano a la genuflexión. Las críticas al monarca se repiten en corrillos, pero pocos, muy pocos, tienen el valor de hacerlas públicas. Ese silencio retrata la mezquindad de una clase política acomodada, adoctrinada y escasamente beligerante con la institución monárquica. Aun así, esa cobardía es más incoherente en el caso de los socialistas. En el Gobierno, por lo menos, han filtrado a la prensa algunos datos con el fin de transmitir a su Majestad el malestar por la escasa información transmitida acerca de sus viajes (tal y como ya hiciera Felipe González en su día). En las filas del PSOE, un timorato Rubalcaba, acostumbrado a los silencios y las alcantarillas, y una “institucional” Elena Valenciano, han guardado un respetuoso silencio aduciendo que no comentan la agenda privada del rey. Parece, pues, que el interés de los máximos responsables del primer partido de la oposición se centra más en satisfacer antes a la monarquía que a la mayoría de su propio electorado. ¿Sería mucho pedirle al PSOE que realizase algunas preguntas al “primero de los españoles”? Por ejemplo: ¿Cuánto ha costado el avión privado que llevó al rey a Botsuana para realizar esa actividad de su agenda privada, y quién lo ha pagado? ¿Cuánto ha costado la cacería y quién la ha pagado? ¿Cuánto cobra el médico que acompaña al rey a todos sus viajes, incluidos los de su agenda privada,  y quién le paga su salario y sus dietas? ¿Cuánto ha costado el avión privado que trajo de emergencia al rey de la realización de esa actividad de su agenda privada, y quién lo ha pagado? ¿Cuánto ha costado la operación de cadera del rey, provocada por una actividad de su agenda privada,  y quién la ha pagado? ¿Cuánto cuesta su estancia en la clínica, derivada de la realización de una actividad de su agenda privada, y quién la paga? ¿Cuánto cuesta el dispositivo especial de seguridad en la clínica y quién lo paga?  Lejos de realizar estas sanas y exigibles preguntas, ni el Gobierno de Mariano Rajoy, quien ya ha visitado al rey -y no creemos que haya realizado ninguna de ellas-, ni la timorata y errática oposición de Rubalcaba and friends, consideran necesario hacer que las cuentas reales sean más transparentes de lo que hasta ahora son. Por ello, en la nueva Ley de Transparencia que presenta el Gobierno de Rajoy se excluye expresamente a la Casa Real. Parece claro que las únicas incomodidades y desgracias que sufrirá el rey no vendrán provocadas por atrevidas preguntas de los políticos, sino que  serán las que él mismo se ocasione. Cuatro de las  ocho operaciones a las que se ha sometido  Juan Carlos I se han producido a consecuencia de sendos accidentes. Después de todo, no deja de resultar paradójico que los elefantes tengan más memoria que muchos humanos. Yo mismo, sin ir más lejos. Con decir que ahora mismo no recuerdo ni una sola crítica o mala palabra  del rey de España hacia el tirano Francisco Franco…

Escrito por: Jean.2012/04/16 16:28:51.417000 GMT+2
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2012/04/12 16:27:16.293000 GMT+2

La razón entre las sombras

El otro día estuve conversando con dos ancianos de un pueblo extremeño acerca de la guerra civil española. Creo que por primera vez en mi vida, en tales o semejantes circunstancias, me era permitido concluir mi exposición sin  interrupciones ni insultos de por medio. Creo que también por primera vez percibí que nunca lograré hacerme una idea de lo crudelísimo que resultó aquel enfrentamiento y la posterior represión. Puedes imaginar qué se experimenta en una silla eléctrica, pero que te chamusquen es muy distinto. Cuando concluí mi cómodo –en la distancia temporal, cuando menos- speech, uno de los ancianos se levantó, me miró a los ojos y me dijo “Tienes razón, en todo lo que has dicho, tienes razón”. La primera sensación que tuve fue de satisfacción, pero luego comprendí que he errado en tantas ocasiones y he cambiado tantas veces la percepción de un drama que he acabado por deducir que nunca se lleva la razón en todo. Creerlo es fundar una religión monoplaza o monoteísta frente a un espejo. No sé si llevo razón, pero tengo la percepción de que vivimos en un mundo de ilusiones, en un escenario repleto de chisteras, prestidigitadores, políticos que guardan ases en la manga y faquires  que simulan un pretendido estoicismo con espadas de plástico. La información nos llega empaquetada, sellada por el censor de turno –sí, censor-, tergiversada, manipulada, sesgada y cocinada. En el mercado no manda la verdad, sino el negocio.  Absortos en la contemplación de los trucos no percibimos que estamos a merced de los iluminadores, de esos especialistas que  ponen foco en aquellos aspectos del espectáculo que quieren resaltar. Resulta paradójico, pero los cañones de luz acaban por cegarnos, ocultándonos la realidad. Las sombras chinescas se visten de democracia. Nada ha cambiado. Seguimos en la caverna. Solo que hoy, Platón se moriría de pena.

 

 

Escrito por: Jean.2012/04/12 16:27:16.293000 GMT+2
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2012/04/10 16:36:21.855000 GMT+2

Incómodos y peligrosos

“Incómoda y peligrosa”. Ése es el sólido argumento que esgrimieron en Viernes Producciones para poner a la periodista extremeña Sara Solomando de patitas en la calle. Lo relevante del caso no es el despido en sí mismo, tragedia subsanable, aunque la vorágine de la realidad no cese de poner trabas. Lo ridículamente execrable es que haya sido un profesional vinculado a Prisa durante muchos años el que, cubriéndose las espaldas como solo algunos saben hacer, ha optado por desembarazarse, desprenderse de una profesional por el qué dirán y, sobre todo, por el qué podrían llegar a hacer. El productor Joaquín Guereñu, otrora feliz constructor del fallido proyecto Localia, dice que el programa necesitaba un impulso. Y, claro, nada mejor que despedir a su presentadora para tomar ese impulso. Seguro que ahora el programa alcanza el millón de telespectadores y, de paso, los negocios de Guereñu en la televisión extremeña no corren peligro. La productora se cura en salud, extirpando un órgano sano. Tan estúpida mutilación solo encuentra una explicación en los tejemanejes habituales que se traen los señores del poder político con los medios de comunicación públicos. La llegada del servicial Monago (PP) a la presidencia de la Junta extremeña ha provocado el desembarco de naves amigas en la tele pública de la región. Así, la dirección general de Canal Extremadura cae en las manos de Beatriz Maesso, una persona de confianza de Buruaga, que a su vez es persona de confianza de un tal José María Aznar, que a su vez es el chico de los recados del club de neoliberales, FAES mediante.  De casta le viene al galgo Monago, podríamos decir, pues, primero Felipe González y después el propio Aznar, tejieron una red podrida de control y manipulación mediática que poco tenía que envidiar a la perpetrada unos años antes, cuando aquello del NO-DO. “Incómoda y peligrosa”. ¿De veras que una presentadora de un programa de actualidad es “incómoda y peligrosa” por el hecho de haber trabajado como asesora o responsable de comunicación en gabinetes de ministerios socialistas? ¿Acaso aprovechaba sus apariciones para adoctrinar a la audiencia? ¿Pidió el voto para el PSOE antes de presentar un reportaje sobre la cría caballar en la provincia de Badajoz? ¿Se arrancó por soleares con la letra de la Internacional?   Así se las gastan aquellos que estaban deseando gobernar España para sacarla del zapaterismo. Han bastado unos meses para calibrar, no sin asombro, la incapacidad y el acongojo escénico de un diminuto Mariano Rajoy, escondido como el célebre Wally, en una muchedumbre de liberales insaciables dispuestos a ejecutar con loca improvisación unas reformas pendencieras. “Incómoda y peligrosa”. Puede que ya haya llovido, pero los ecos de la barbarie aún resuenan en la memoria de muchos a los que se perseguía por incómodos y peligrosos. Es lo que hay. Y es lo que habrá, salvo que los ciudadanos decidan decir basta. Mientras, una sugerencia a Guereñu, a Maesso y a Monago: ¿por qué no le ofrecen el puesto de Sara Solomando al obispo de Alcalá?

Escrito por: Jean.2012/04/10 16:36:21.855000 GMT+2
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2012/03/29 16:16:4.646000 GMT+2

Los derrotados

Vienen y van las sombras temerosas,

Lloran los lamentos y huyen

De la realidad infame y caprichosa,

Del entierro de la  inocencia.

 

En el ombligo de la envidia

Han florecido los ecos del temor

Y las nubes rojas preparan su venganza

Con la sangre de las muertes venideras.

 

Los ojos de los niños brillaron como luciérnagas

En desfiles de esperanza y rituales de guerra,

A las puertas de un adiós,

Un instante antes de prepararse para la batalla.

 

Los cantos arrecian como el frío

Y los pies se preparan para recorrer

El camino de la incomprensión,

Una morada visitada ya cien veces.


Los hombres volvieron a fracasar

En sus danzas de fuego y lodo,

Erraron al cegar sus corazones

Y obstruir sus almas moribundas.

 

Tuvo lugar la encarnizada contienda

Y las tribus lloraron su inútil entrega

Mezclándose las lágrimas y la sangre

De una tormenta nuevamente pasajera.

 

Y regresaron los oscuros presagios,

Se reanudó la persistente enfermedad,

La ceguera de los hombres,

Y se volvió a escuchar la canción de una derrota.



Escrito por: Jean.2012/03/29 16:16:4.646000 GMT+2
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2012/03/28 17:09:1.521000 GMT+2

El retrato de Bono

Hay retratos al óleo, hechos con carboncillo, con acuarela e, incluso, retratos robot. Y luego está el retrato de Bono, que, por estridente e incongruente podría ganarse, de paso, el apelativo de indecente. Porque indecente resulta estar planteando recortes sociales, en educación, sanidad y cultura; porque indecente es, a todas luces, cercenar los derechos de los trabajadores, congelar los salarios, facilitar a los empresarios los despidos de los currelas, y gastárselas como se las gastan Bono, su sucesor en la presidencia del Congreso y buena parte de sus señorías, dando por bueno un gasto de 82.600 euros en el retrato del menda lerenda. “Los anteriores presidentes tuvieron su retrato”, argumentan desde la contemplación anestesiada y acrítica. Naturalmente, pero ¿es lógico, comprensible y consecuente este dispendio con la que está cayendo? Ha sido el propio Bono quien ha elegido personalmente un pintor de gran categoría, sin escatimar, sin reparar en gastos, como el fanfarrón que grita en la barra de un bar el clásico “Pon de beber”. Solo que aquí el fanfarrón no invita, sino que va de gorra.  Bono está acostumbrado a que paguen los demás. No ha sido un presidente del Congreso ahorrador ni austero. Los datos, las cifras,  están ahí, a la luz de todos, aunque la oscuridad se cierna sobre una sociedad mayoritariamente pasiva e indolente. El personalismo de Bono, ese yoísmo impenitente, ha sido su principal rasgo distintivo, procurando momentos inolvidables del esperpento patrio como aquel autohomenaje que se brindó al abandonar el ministerio de Defensa. Esta vez,  el tradicionalista Bono se aferra a la tradición histriónica, pide por esa boquita y nadie le hace recapacitar. Porque el hombre que se sentaba a la derecha en el PSOE ha adaptado a su causa la máxima orteguiana,  y él lleva por bandera eso de “Yo soy yo y mi retrato”. Total, ¿qué se puede comprar con 82.600 euros? Poca cosa. Quizá una casa, ocho turismos. Quizá pagar 128 veces el salario mínimo interprofesional… Pero Bono merece ese retrato por su cara bonita. Poco importa si mostrar la cara que tiene Bono nos va a salir muy caro. Lo razonable, de cualquier forma,  sería resultar  fiel a la realidad,  y que en la pared del Congreso el recuerdo a Bono no fuese otro que una simple caricatura. Real como la vida misma.

Escrito por: Jean.2012/03/28 17:09:1.521000 GMT+2
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