2012/11/04 23:14:42.240000 GMT+1
No es que el cargo le venga grande; es que ella es, políticamente, diminuta. Doña Ana Botella resulta, a todas luces, una perfecta incapaz para asumir la responsabilidad que exige la alcaldía madrileña. Es, también, en sí misma, una atormentada frivolidad de los populares y, más concretamente, del anterior alcalde madrileño, el singular Alberto Ruiz-Gallardón, que mastica maquiavelismo cada mañana a modo de vitamínico desayuno. No en vano, a él debemos los madrileños que una calamidad política ocupe un despacho más grande que el del presidente de los Estados Unidos.
Si buceamos en los méritos de la esposa de Aznar, encontraremos un folio en blanco castigado por manchas, borrones y un variado repertorio de salpicaduras de tinta. Constituyen su biografía política, entre el gris, la necedad y la ramplonería. Sus más estrechos colaboradores soportan no solo el peso del verdadero desempeño que exige el cargo, sino, con soberbia paciencia e infinitas muecas de incredulidad, las meteduras de pata de Ana. Ellos son los encargados de zurcir, de enmendar la plana, de sonreír ante los dislates, de ir poniendo parches... y de intentar que, al menos, lea correctamente lo que les escriben, algo que no suele saldarse con éxito. Puede que exista una complicidad ideológica e incluso un sueldo estratosférico, pero a nadie le suele resultar grato maquillar desaguisados como medio de ganarse la vida. Tal función no deja de ser una especie de variante de la de tanatopraxia, porque a doña Ana hay que irle tapando los estropicios. Pero, ¿qué sucede en las ocasiones en las que los asesores no pueden allanar el camino? ¿Qué hace Ana cuando tiene que improvisar un discurso, responder a un planteamiento inesperado o replicar a sus adversarios políticos? Ahí sucumbe, naufraga y desnuda su raquitismo argumental. En sus discursos improvisados, resultó siempre magullada por su escasa dote dialéctica. En otras palabras: Ana Botella no pronuncia discursos, ella se autolesiona.
En la escena política de la capital de España esto se acepta con la resignación de unos, la incredulidad de otros y la autocomplacencia y conciencia de clase de los de más allá. Ana, políticamente, no da más de sí. Llegó como llegó, asumámoslo. Sin trucos de chistera ni efectos especiales. A plena luz del día. Y los votantes del PP vieron su nombre con todas las letras cuando escogieron la papeleta de los conservadores para introducirla en la urna. La necedad política de Ana, pues, fue subvencionada, patrocinada, alentada y jaleada por eso que damos en llamar la voluntad popular. Pero, obviedades al margen, lo mínimo que cabe exigirle a un adorno es que adorne. Y la alcaldesa no hace sino ensuciar la escena.
Así pues, que Ana Botella sea la persona encargada de gobernar el Ayuntamiento de Madrid es una irresponsabilidad colectiva. Un conjunto de ciudadanos debe procurar, por su bien, por el bien colectivo, que su regidor sea una persona competente, decidida, hábil, instruida, eficaz y con capacidad de liderazgo. Ana Botella no reúne ni una sola de tales condiciones. En su defecto, su único bagaje consiste en ser la esposa de un ex presidente del Gobierno. Ha tenido que ser un trágico suceso, con cuatro jóvenes muertas en una macrofiesta organizada en un recinto de propiedad municipal madrileña, el que haya puesto de manifiesto con la lente de un potente telescopio la ineptitud de la alcaldesa. Desbordada, cariacontecida, superada por los cuatro costados, apareció temerosa transcuridas demasiadas horas desde la tragedia, en una rueda de prensa esperpéntica, llevada a trompicones, sin información clara ni asunción de responsabilidades. La convocatoria sirvió para que alguien más que los ya acostumbrados periodistas percibiesen la debilidad argumental, expositora, política y profesional de la regidora madrileña. Sus frases parecían huir de la misma retórica; sus explicaciones eran vagas e imprecisas. ¿Es ésta la mujer adecuada para gobernar una ciudad como Madrid? ¿Tomaría esta mujer las mejores decisiones en caso de que en esta ciudad se viviera una situación de emergencia? ¿Transmite seguridad, preparación y liderazgo como gestora? En el caso del Madrid Arena, la situación requería de una actuación firme y decidida; de una alcaldía y una alcaldesa que diesen la cara con información precisa, y no escurriendo el bulto. En términos taurinos, Ana Botella es un torero al que le hacen la faena los subalternos, mientras ella contempla la corrida desde el burladero. La alcaldesa no es la responsable de lo que sucedió en el Madrid Arena, pero no hace falta irse a la Dinamarca hamletiana para oler a podrido, y aquí se han hecho muchas cosas mal. Ahora, un juez tiene por delante la tarea de investigar unos hechos que parecen acumular irresponsabilidades e incumplimientos de normas que han dado como resultado que tres chicas de 18 años y una menor, de 17, hayan perdido la vida. Botella debió mostrarse rotunda, pero fue a rebufo, como zarandeada por los acontecimientos. Suya era la obligación de aclarar y no de enmarañar, ni de refugiarse en una prohibición absurda que penaliza a profesionales decorosos y cumplidores. Macrofiestas se celebran todos los fines de semana en España y, afortunadamente, sin el saldo negro y terrorífico de la fiesta de Halloween del 31 de octubre del Madrid Arena. Y seguirán celebrándose. Lo que nuestros gobernantes deben hacer es velar escrupulosamente por que en todas ellas se cumpla la ley. Pero Botella tira por la calle de en medio y prohíbe. Y eso no consuela a nadie.
Ahora se comprende mejor por qué Ana Botella eligió un vestido negro el día de su investidura como alcaldesa de Madrid. Y ahora se entiende mejor por qué dijo que ella tomaría como referencia política a su marido, José María Aznar. Qué tremenda paradoja: aquel día éramos los madrileños los que teníamos motivos para vestir de luto.
Escrito por: Jean.2012/11/04 23:14:42.240000 GMT+1
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2012/10/31 12:41:25.175000 GMT+1
La mirada percibe hoy una realidad plateada, con los tonos más vitalistas enmudecidos por una cortina de grises que otea nuestros días desde la inmensidad inabarcable. La melancolía se encuentra a la vuelta de cada esquina. Parece como si no pudieras evitar pisarla a cada paso. Es como si la aplastases contra ese pavimento de orquestados baldosines que desfilan en hileras solo mutiladas por el desgaste y las grietas de un dolor mudo. Las gotas de lluvia juegan al azar, aún dubitativas. Un ejército de enlutados paraguas sincroniza los ritmos de los caminantes, con multicolores excepciones que rompen el letargo agónico y predominante de los tonos mustios. Cada transeúnte deja sus huellas sobre las aceras, pero esto no es Hollywood, y aquí tu fama de un paseo sin pena ni gloria se diluye, desaparece o te la pisotean a los tres segundos de haberte hecho ilusiones creyendo que resultaba inmortal. La escena es sumamente metálica. El ambiente parece concebido por un soñador casi siempre hiperrealista que se ha dejado seducir por los cuentos de caballerías y ahora observa a los ciudadanos envueltos por armaduras opacas en todos los puntos menos en aquel que cobija al corazón. Es el ejército de los guerreros durmientes. Los vigilantes, férreas almas sin escrúpulos, coordinan su adocenamiento. Si el corazón del paseante se acelera y toma un color encarnado, se le señala, se le separa del grupo y se le desnuda. Después, vienen el castigo, la intimidación, la amenaza, los golpes. Tras el trámite, al atrevido soñador de la corazonada se le devuelve a la realidad irreal y contemplativa, a la vida abúlica carente de ensoñaciones ni libertades, a la fábrica de penitencias caprichosas. Y la oveja negra que quiso ser blanca y radiante camina, triste, reconcomida, acobardada, gris. Y su mirada ha perdido ya el color, y vuelve a ver la realidad plateada y tenue, como de costumbre. Y su corazón no vuelve a ser nunca más el mismo.
Escrito por: Jean.2012/10/31 12:41:25.175000 GMT+1
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2012/10/30 15:09:18.738000 GMT+1
El Partido Popular nos deleitó ayer con un ejercicio humorístico de primer nivel. Bajo el eslogan “Nos gusta Cataluña. Ens agrada Catalunya”, algunos de sus principales dirigentes y varios alcaldes de la formación conservadora esgrimían variadas "razones de peso" por las que profesan su cariño a esa Comunidad. El argumentario es variopinto, aunque yo, particularmente, me quedo con el enfoque intimista de Floriano y Rajoy, dotados, ambos, de una dialéctica privilegiada y sin parangón en la historia reciente de la política española, y quizá quepa decir mundial. He extraído algunas de las frases más destacables del discurso catalanista-popular, y lo he “cruzado” con frases menos preparadas (o no, según se mire), soltadas en caliente, como espumarajos de esos que proporciona la vehemencia, también por miembros del Partido Popular. Busquen ustedes las diez diferencias. En la variedad está el gusto.
Javier Arenas: “A los populares nos gusta Cataluña. Admiro profundamente a Cataluña.” (29-10-2012)
Javier Arenas: ¿Sabes que ahora las comunidades más pobres son las que dan dinero a las ricas?”. (14-2-2006).
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Mariano Rajoy: Me gustan los catalanes porque hacen cosas. Exportan” (29-10-2012)
Mariano Rajoy: “En Cataluña se está haciendo con el castellano lo que en época de Franco se hizo con el catalán”. (14-2-2006).
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Carlos Floriano: “Mi vinculación con Cataluña comenzó siendo yo muy joven. La persona que me dirigía los trabajos en Economía era un catedrático de la Pompeu Fabra. (…)”. (29-10-2012)
Ángel Acebes: “ETA se convierte en el tutor de la reforma del Estatuto de Cataluña”.(25-11-2005).
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Cospedal: “Siempre he tenido una gran relación con esta tierra. Tengo muchos amigos catalanes”.
Público: “Cospedal crispa a Catalunya llamando "fascista" a Montilla” (Público, 2-7-2010)
Ana Botella: “En Madrid nos gusta siempre Cataluña (sic), pero este año más que nunca, porque queremos ser sede olímpica “(¡!) (29-10-2012)
José María Aznar: “España se enfrenta a un riesgo real de fractura nacional. Esta semana probablemente se den los pasos decisivos para un cambio de régimen”. (18-12-2003).
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Adela Pedrosa (alcaldesa de Elda): “Salíamos a cenar y (mis compañeros catalanes) me obligaban a comer pan tumaca”… (29-10-2012)
Jorge Trias Sagnier: “¿De qué virus están infectados estos catalanes que nunca se atrevena plantear las cuestiones de frente y por derecho? ¿No será que en el fondo –y en forma- lo que quieren es repicar e ir a la procesión?”. (10-10-2005).
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Catalina González (alcaldesa de Sanxenxo): “Me gusta Cataluña por cómo sois de acogedores” (29-10-2012)
Cuña de radio del PP de Aragón: “No a la imposición del catalán; no a la ley del PSOE”
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Javier Arenas: “En esta tierra hay muchos andaluces” (29-10-2012)
Javier Arenas: “La propuesta de Cataluña supondrá un coste de miles de millones de euros para Andalucía y Chaves lo sabe, ya que lo que el sistema catalán plantea es trincar toda la tela de golpe y después, a ver lo que suelto poco a poco”. (11-10-2005).
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Carlos Floriano: “A nosotros, a todo el PP, estamos comprometidos (sic) con esa parte de corazón de España que es Cataluña” (29-10-2012)
Jaime Mayor Oreja: “El Estatuto es fruto de la reunión de Carod con ETA en Perpiñán”. (24-11-2005).
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Rajoy: “Los catalanes cumplen. Me gusta Cataluña” (29-10-2012)
Monago: “Cataluña pide y Extremadura paga”. (8-9-2012)
Escrito por: Jean.2012/10/30 15:09:18.738000 GMT+1
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2012/10/25 16:34:44.519000 GMT+2
Uno de los juegos que recuerdo, allá por lo días en que el acné lastimaba mis carrillos, es el de los barcos. Consistía en coger una hoja de papel cuadriculado, definir una extensión a modo de océano, y situar aleatoriamente en ella tus embarcaciones ayudado por el trazo de un bolígrafo. Vencía el primero que adivinase las coordenadas de los barcos rivales. “A, cinco”, decías, con la esperanza de haber alcanzado el portaaviones de tu contrincante. “Agua”, te respondían, si no había suerte; o “Tocado”, si sonaba la flauta, y, entonces, repetías disparo con la esperanza de escuchar el definitivo “Hundido”. Era una especie de batalla del Midway, pero inofensiva, sin derramamiento de sangre ni honores menoscabados, más allá de la honrilla propia de aquellas rivalidades inocentonas y aún imberbes.
Rubalcaba juega ahora a los barcos, pero sin oponentes, contra sí mismo, y luciendo una tupida barba, salpicada ya por las canas. Como un capitán desconfiado e hipocondríaco, se niega a catar lo que el cocinero le ofrece, y se oculta en un camarote que ya ha superado, y con creces, el vertiginoso surrealismo del que ocuparon los Marx. Y dos huevos duros. Rubalcaba soñaba con llevar el nuevo Titanic socialista a buen puerto. Él siempre se sintió cómodo en ríos revueltos, pero ahora ha comprobado que un océano es muy distinto, y que las aguas electorales, enfurecidas por la desconfianza y la falta de credibilidad, constituyen un peligro mucho más serio. El inquieto Alfredo, el estratega mayor del reino, el gesticulante ocultista de Interior, el químico de Ferraz, intenta calmar las aguas desde su despacho, pero, a estas alturas, parece cada vez más inevitable que la flota acabe reposando en el fondo del mar. Rubalcaba ha resultado ser el iceberg de esta historia. Eso es hoy Rubalcaba para su partido: un bloque letal de hielo, un peligro aparentemente inofensivo solo para quienes lo rodean y se niegan a aceptar la caducidad de un proyecto que nació viciado y carente de credibilidad de puertas afuera. Su empecinamiento y asilamiento de la realidad van camino de someter al PSOE a su particular Pearl Harbor.
Encerrado en su búnker, el secretario general de los aún llamados socialistas aguarda paciente a que Rajoy envíe sus naves a luchar contra los elementos. Rubalcaba sueña con el fracaso de la Armada Invencible de Faes y sus discípulos, pero el minifundismo anímico de Galicia ha supuesto un golpe muy duro en la proa de Ferraz. Alfredo, aún resentido por el vaivén, ha apretado los dientes, ha dejado escapar la tensión a través de una mueca y aguantando el llanto ha cedido un aséptico “Tocado”. Quizá mañana concluya la frase y los suyos escuchen: “Y hundido”.
Escrito por: Jean.2012/10/25 16:34:44.519000 GMT+2
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2012/10/16 15:58:55.163000 GMT+2
Hubo un tiempo en que no hicimos nada para evitar que la política española se convirtiera en un parque de atracciones. A los contribuyentes nos asustaron, nos mojaron, nos enloquecieron y envilecieron. Allí nos sacrificaban a la puesta de sol, nos lanzaban en caída libre, nos golpeaban con la escoba de la bruja, nos maltrataban, nos descojonaban, nos apaleaban, nos quitaban el cinturón de seguridad en el vagón de la montaña rusa. Y todo ello, después de habernos cobrado la entrada a precio de oro. Cada visita al parque concluía en la sala de espejos mágicos, donde los mensajes, como la realidad, se deformaban; allí, donde la ética trataba de escapar a las dentadas de los caníbales. Buscábamos diversión, aunque tuviéramos que pagar un alto precio por entrar al paraíso en el que la velocidad y las alturas ponían a prueba nuestras fobias. Pero, finalmente, nos encontrábamos ante una estafa monumental.
En el parque, un ministro envanecido y patrocinado por el “Errare Humanum est”, se dedicaba a la piromanía política. Sus provocaciones se sucedían una tras otra, y lo mismo parecía hallarse en un funera, que bailando al son de un vals pisándole los pies a la novia. Ese mismo ministro era el que comenzó tantas partidas de ajedrez que ya no sabía distinguir entre la reina y una butifarra. Era un ministro figurón, con una biografía repleta de esfuerzos por acercarse al poder, como pretendiendo escribir la carta y aparecer en el sello. En los gobiernos de cualquier índole siempre fue conveniente y rentable la figura del provocador manirroto, del pendenciero valentón buscando camorra. Pero a Rajoy ese ministro incendiario se le había ido definitivamente de las manos. La noria se le volvió cuadrada, el tren de la bruja descarriló, los caballitos del tiovivo pululaban como famélicos en busca de un pienso luego existo, y la mujer barbuda decidió emigrar a un país caribeño, donde algunos cuentan que la vieron repartiendo pizzas.
Wert, siempre Wert, era el temible clown del parque, paradójicamente provocador compulsivo de lágrimas y desgarradores gritos entre pequeños y mayores. Su patética silueta se proyectaba diariamente sobre la pared de la desolación, evidenciando la presencia de una enorme nariz y unos zapatos gigantes. Wert, siempre Wert, quería ser un arlequín, pero el ego le cambio la curvatura de la sonrisa. Su sueño de reinar en el centro de la pista se transformó en una insoportable, cruda y mísera realidad, como esa realidad que despedían los espejos mágicos donde Wert, decidió quedarse a vivir.
Y así, inevitablemente, el parque de atracciones no tardó en perecer, castigado por el olvido y el frenético paso del tiempo. Los colores de antaño han cedido ahora al óxido del abandono. Y cuentan que cada noche, Wert, siempre, Wert, enciende una hoguera donde otrora realizaba su triste y fallida función. En ella arde la legitimidad de la democracia, utilizada a modo de combustible barato. Wert, siempre Wert, no logró jamás cautivar una sonrisa. Su fracaso revolotea como un ascua inquieta e ingenua. Las promesas y las buenas intenciones con que engatusaban a los visitantes alimentan cada noche el fuego. Y quien quiso ser arlequín vive solo en el silencio nocturno con la mirada fija, como perdida, viendo consumirse la pira. Toda una metáfora del Estado del Bienestar, que ya ha comenzado a consumirse.
Escrito por: Jean.2012/10/16 15:58:55.163000 GMT+2
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2012/10/10 16:54:39.897000 GMT+2
Ha dicho el incompresiblemente aún ministro de Cultura que el Gobierno quiere españolizar a los niños catalanes. Desconozco a qué espera Rajoy para librarnos de la verborrea frenética y dilapidadora del angelito. Wert es en sí mismo la antítesis del Óptimo de Pareto. Su capacidad para proyectar desaguisados parece irreprimible por naturaleza. Tan nefasto gestor se ha convertido en una especie de ministro de Anti-cultura, en un depredador de esperanzas en un sector que vive la crisis con angustia, acostumbrado al desprecio y al maltrato de unos, y a la burda utilización de otros. Wert es por méritos propios un Atila –en versión alopécica- que arrasa por donde quiera que va.
¿Cómo se puede españolizar a niños españoles? ¿Cuál es la finalidad del laberíntico y desenfrenado ímpetu de Wert? Naturalmente, que los niños “se sientan orgullosos de ser españoles”. Y ahora viene la gran cuestión: ¿en qué diantres consiste eso de “sentirse orgulloso de ser español”? Y un paso más, ¿qué es ser español, más allá de poseer dicha nacionalidad? En todo caso, se trataría de un orgullo que tendría su origen en una carambola. Nadie elige donde nace, por tanto, nadie elige ser español…salvo los nacionalizados, aquellos que adquieren la nacionalidad española de motu propio, no por la caprichosa aleatoriedad existencial.
Wert lo que pretende es adoctrinar, domesticar, amasar, moldear y esculpir. Y eso pasa, necesariamente, por imponer unos criterios en detrimento de los ahora existentes. Es una vieja historia. Cabe imaginar que el plan de don José Ignacio buscará alimentar el patriotismo rancio y artificioso, repleto de clichés e imágenes burdas, anestesiado por la sempiterna tontuna etnocéntrica y otras deformaciones de la nadería. En tiempos de jaurías y túneles de la bruja, los pretendidos patriotas huyen despavoridos, con sus bolsillos repletos de dinero en busca de paraísos fiscales y otras mamandurrias geográficas. Su patria es el dinero. Pero prefieren disfrazarse con banderas gigantes y marchar al son de un himno que ni comprenden ni saben interpretar. Y no digamos ya cantar, porque la letra se perdió en el fondo del mar. A ésos es a quienes debería españolizar maese Wert, a ésos a quienes convertir en honestos patriotas, defensores de un lugar y espacio común donde han logrado levantar sus fortunas. Pero esos “patriotas” prefieren ahora salir echando leches, dejando a sus compatriotas al borde de la ruina. Ahí tenemos el ejemplo de Rato, capitán de un barco, que en cuanto vio el agua dominando el estribor de la embarcación decidió huir en primera posición, dando codazos a mujeres y niños.
Fraga diseñó aquel célebre “Spain is different”. Ahora, el ministro Wert busca frenético un nuevo eslogan pegadizo y un becerro de oro, o de barro, frente al cual los niños catalanes se inclinen. Wert ha abierto un nuevo frente. Parece que no se conforma con los que ya tiene. Él verá, pero a estas alturas ya debería saber que no se puede pasear alegremente por un campo sembrado de minas.
Muchos abanderados del orgullo patrio shan sacado recientemente a pasear sus danzas lagrimales mentando el triunfo de España en el Mundial de fútbol. Dicen que ese logro llenó de banderas españolas las calles de España y recuperó el sentimiento de orgullo del país. Eso es, naturalmente, mezclar las churras con las merinas, emborrachando al pastor. Quizá hayamos llegado a tan confusa situación por ese insistente defecto que nos une a tantos españoles y que consiste en desatender las lecciones de nuestra propia historia. Nos hemos tragado los bulos, los mitos y las leyendas con tanta asiduidad, que el carácter crítico ha quedado reservado a unos pocos. Uno de los mitos más recientes es el de la Transición, a la que debimos llamar Trashumancia para hacer justicia, pues se limitaron a cambiarnos de redil. Ahora, los lobos ya no llevan piel de cordero. Ahora los lobos se sientan en la bancada azul, como antes, solo que ahora aúllan sin complejos.
Que cada uno se sienta orgulloso de lo que le plazca, pero que se pongan y expongan con sentido común y decencia valores comunes, y no goles ni olés asíncronos. Porque si el patriotismo se reduce al gol de Iniesta, corremos el peligro de que Wert quiera españolizar a los niños catalanes a patadas.
Escrito por: Jean.2012/10/10 16:54:39.897000 GMT+2
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2012/10/01 15:42:1.387000 GMT+2
Un grupo de manifestantes desafía a la policía y comienza a gritar “No tenemos miedo”. Son unos centenares. Son menos que los que les contemplan al otro lado de la valla, uniformados, protegidos por cascos, chalecos, botas y escudos. El miedo es libre. Pero a veces, el miedo pesa como una esclavitud que irrumpe de forma imprevista. Yo sí tengo miedo. La primera vez que vi de cerca a unos agentes antidisturbios tenía catorce años. Acudieron a mi barrio por una historia menor que no viene al caso. En cuanto los vi llegar, me acongojé, agaché las orejas y me encaminé hacia mi casa. La valentía no figura entre mis escasas cualidades. Hoy, muchos años después, la imagen de la Unidad de Intervención Policial me sigue inspirando no solo respeto, sino miedo. Miedo, porque he visto imágenes brutales inconcebibles en una democracia. Esta España me da miedo. Miedo, porque hay decenas de videos pululando por las redes sociales en los que los policías se emplean con una violencia brutal y desmedida con ciudadanos ajenos incluso a las protestas que tenían lugar esos días en Madrid. Miedo, porque he visto cabezas ensangrentadas y rostros desencajados de ciudadanos mayores, exageradamente tratados con una virulencia tan innecesaria como atroz. Miedo, porque ante tan desatinada y excesiva actuación, los altos mandos de la Policía no solo no han abierto investigaciones para poner fin a esos sucesos, sino que los han jaleado y elogiado. Miedo, porque el Director General de la Policía, pese a la evidencia de las imágenes, felicita al Cuerpo por su acertada y proporcionada actuación. Miedo, porque el Ministro del Interior habla de una actuación magnífica, a pesar de que las escenas inmortalizadas relaten una y otra vez, como en una especie de bucle, esa brutal acción de algunos miembros de las fuerzas de seguridad del Estado. Miedo, porque representantes policiales espeten desde su sofá el “Leña y punto”. Miedo, porque la Delegada del Gobierno en Madrid, lejos de buscar soluciones y aportar coherencia, sopla los rescoldos, aviva la llama y ejerce de lenguaraz pirómana en una política de egocentrismo pendenciero e inútil. Miedo, porque esa misma Delegada del Gobierno emplea el término nazi sin justificación, ni rigor, ni lógica alguna. Miedo, porque este Gobierno ni quiere ni sabe escuchar al pueblo. Miedo, porque un presidente náufrago deslegitima a los ciudadanos que hablan, elogiando los silencios, como si los logros sociales se hubieran alcanzado alguna vez y en algún lugar con el mutismo. Miedo, porque las imágenes del origen de las cargas del 25S me generan muchas dudas. Miedo, porque cuando veo una y otra vez a ese grupo de encapuchados con banderas rojas y negras, como de atrezzo, me asalta la duda del Cui Prodest su inútil violencia. Miedo, porque noquearan al encargado de un bar, envuelto en un heroísmo popular de quita y pon. Miedo, porque hay ciudadanos que denuncian trato vejatorio en comisaría. Miedo, porque hay ciudadanos que dicen haber recibido mofas e insultos por parte de algunos policías en el calabozo. Miedo, porque hay un detenido que dice que menos mearles encima y ponerles una capucha, en comisaría les hicieron de todo. Miedo porque dos de los detenidos dicen que en sus mochilas aparecieron unas piedras que antes de entrar en comisaría no estaban. Miedo porque un ciudadano dice que estando detenido pidió agua y tardaron diez horas en dársela. Miedo porque . Miedo, porque los policías antidisturbios en mi país no llevan su número de placa visible, impidiendo así su identificación en caso de que cometan abusos. Miedo, porque veo un vídeo en el que cuando un ciudadano le pide al agente su número de placa, éste le dice que le va a dar otra cosa. Miedo, porque un vídeo muestra nítidamente cómo un grupo de policías irrumpió en la estación de Atocha como si estuviéramos en guerra, sembrando el pánico entre los viajeros. Miedo, porque los excesos quedan impunes. Miedo, porque quienes hacen cumplir la ley, no la cumplen. Miedo, porque me da miedo este país, esta España oscura y tenebrosa, esta España hecha a medias, esta España de remiendos, falsos mitos y mentiras. Miedo, porque no sé qué futuro le espera a mis hijas.Yo sí tengo miedo, porque parece que nos han arrojado a las arenas movedizas, y en la orilla, los vigilantes, en lugar de sancionar a los agresores, preparan sus porras para golpear a quienes agitamos los brazos solicitando auxilio.
Escrito por: Jean.2012/10/01 15:42:1.387000 GMT+2
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2012/09/28 11:36:56.023000 GMT+2
El Gobierno ha aprobado un Real Decreto por el que se concede la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar. No, no se trata de una broma, ni de una noticia de 1915. Sucedió ayer, en pleno siglo XXI…después de Cristo, claro. El hecho viene a poner de manifiesto, una vez más, el extraño y esotérico criterio que utilizan muchas de las instituciones española a la hora de conceder premios, reconocimientos y distinciones. Ya viene siendo fácilmente constatable desde tiempos inmemoriales esa costumbre patria -yo diría, más bien, obsesión- en colocar el nombre de un miembro de la familia Real a un edificio público, sea éste un hospital, un polideportivo o una biblioteca (de momento se libran los bingos, aunque ya veremos qué sucede en Eurovegas). Dicha elección se lleva a cabo sin motivo alguno de cercanía o de relación real entre el distinguido y la localidad que cobija el edificio de marras. Así, podemos comprobar la existencia de un hospital dedicado a una infanta en una localidad que jamás verá pasear por sus calles a la honrada y distinguida figura de la realeza. En otro escalafón encontramos a los alcaldes que muestran un incontrolable afán por agradar a deportistas, cantantes y famosos de todo pelaje. Futbolistas, folclóricas y toreros se reparten loas, abrazos, besos… y calles. Abundan los ediles que se pirran por hacerse una foto junto al personaje popular, y para ello no dudan en nombrarlo hijo predilecto, ponerle una calle y lo que haga falta. El mérito suele residir en un estribillo, o bien en un gol. Así, uno se convierte en hijo/a predilecto/a de una localidad, y de él, o de ella, se suele decir que pasea con orgullo el nombre de esa localidad por todo el mundo, independientemente de que eso sea cierto o no. No se cuestiona. Es el paso definitivo entre el umbral de la excentricidad y la llanura de la sinrazón y del esperpento.Allá los ediles, la Guardia Civil, los bingueros y las peñas con sus proclamas, gustos, filias y concesiones, pero mejor nos iría si afinásemos la puntería y premiásemos socialmente a quienes trabajan, luchan, pelean y se sacrifican por el bien común. ¿Ejemplos? Los hay a miles, a nuestra izquierda y a nuestra derecha, en el quinto A, en la oficina, en la parroquia y en la asociación cultural, en Nicaragua, en el poblado de chabolas y en el comedor social. Ellos son nuestros veraderos héroes. Y no hace falya buscarles en el más allá: son de este mundo.
Escrito por: Jean.2012/09/28 11:36:56.023000 GMT+2
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2012/09/24 15:56:41.169000 GMT+2
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que el ego de Bono obtiene doble recompensa: de un lado, riega su insaciabilidad personalista, mima ese carácter de culto a sí mismo; del otro, fertiliza su cuenta corriente, fenómeno paranormal donde los haya, casi tanto como su resplandor y rejuvenecimiento capilar. Del célebre manchego gesticulante no cuenta lo que haya sido, sino lo que le queda por ser, aferrado a esa esperanza de recuperar las comodidades de un cargo. Inolvidable resulta aquel auto homenaje que se procuró al abandonar el ministerio de Defensa. Dijo que dejaba la política para dedicarse a su familia, pero no tardó en regresar y, claro, la cosa acabó en divorcio. Semejante pantomima obsesiva por la poltrona tiene mucho de quevedesca. De Bono, cabría decir aquello de “Érase un hombre a un cargo pegado”. Pero, ay, de los dioses traicioneros; ay, de sus ingratitudes. He aquí que, ahora, después de tanto vaivén y sube y baja, don José no ha logrado convencer a nadie para que le resultase concedido un merecido puestecito, un carguito de lo que fuese, algo sencillito, con despacho, secretaria, chófer y mamandurrias varias, que diría la lideresa. Tan injusto está siendo con él el destino, tan mezquinas las deidades, que el ex presidente del Congreso ha tenido que regresar a los escaparates de la actualidad a través de sus diarios, que ahora ven la luz, publicados por una filantrópica causa planetaria. “No pretenden ser un ajuste de cuentas”, ha comentado el autor, al tiempo que se hacían públicos los navajazos literarios al otrora amigo del alma Alfonso Guerra. Son éstos un simple aperitivo de lo que deparará este primer volumen de sus anotaciones. Se dice que por publicarlas percibirá 800.000 euros. Ya ven, otro abnegado hombre, como antes Aznar, que saca partido literario-pecuniario a su sacrificio por España. Quizá le dé a Bono por pagar con esa humilde minuta el retrato que ha dejado encargado en el Congreso por unos 82.000 eurillos de nada. Porca miseria, para un hombre de Estado. También se dice del ombliguista por antonomasia que posee un archivo con más de 20.000 fotografías suyas –faltaría más- con diferentes personalidades de todos los ámbitos. Constituyen una prueba inequívoca del valor que don José otorga a eso de “una imagen vale más que mil palabras”. Multipliquen para calcular el valor de la sorprendente colección. Sorprendente, no tanto por su tamaño, como por el hecho que Bono haya compartido negativo con otros, porque él es más de hacerse las 20.000 en un fotomatón y adorarse en la intimidad. Doy por hecho que Bono no contará cómo logró acumular un espectacular patrimonio, tengo por seguro que no profundizará en aquellas triquiñuelas que protagonizó en la absorción del PSP por parte el PSOE (no me digan que lo de Partido Socialista Popular no era toda una premonición del camaleonismo de Bono, que lo mismo podría haber pasado por popular que por socialista) ni que desmenuzará sus pensamientos y recomendaciones cuando aquella cosa de los GAL, pero, aun así, habrá que leer los diarios de Bono. Habrá que hacerlo, aun cuando uno tenga la sospecha de que, pese a su título –“Les voy a contar”-, en él lo más importante serán los silencios, aquello que Bono calla. No en vano, si algo ha caracterizado su trayectoria, ha sido su impecable facilidad para hacer gala de una extraordinaria, descarada y desvergonzada memoria selectiva.
Escrito por: Jean.2012/09/24 15:56:41.169000 GMT+2
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2012/09/17 22:48:31.119000 GMT+2
Ahora que los interesados palmeros marcan el ritmo de los elogios a Esperanza Aguirre, conviene recordar que el acceso de la llamada Thatcher española al estrellato político aconteció tras una curiosa e indecente deserción en las filas socialistas. Es muy probable que sin el tamayazo, Esperanza Aguirre no hubiera pasado de ser aquella discreta ministra que protagonizaba numerosas anécdotas…digamos culturales. Cualquier biografía de la lideresa que no cite aquel aberrante episodio se convierte, inequívocamente, en una hagiografía, del corte y estilo de las que le gustan a doña Esperanza. No en vano, uno de sus mayores “aciertos” ha consistido en saber manejar a buena parte de los medios de comunicación, consciente de que la vida -la política- le iba en ello. Y no me refiero únicamente a Telemadrid, donde la escandalosa manipulación ha sido una constante durante todo su mandato. Aguirre ha sabido repartir los caramelos entre algunos dóciles y serviles escribas y amanuenses de la propaganda, es de suponer que con IVA, aunque no pondría yo la mano en el fuego. Así pues, el mayor logro político de doña Esperanza Fuencisla vino derivado de la ausencia de dos supuestos socialistas durante la votación que debía convertir a Rafael Simancas en presidente de los madrileños. “Fue un problema, en todo caso, del PSOE”, dicen algunos. No, fue un problema de la democracia. Y fue, por encima de todo, una violación de las más elementales normas de la democracia. Sin embargo, Esperanza no pudo alcanzar su sueño. Sus peleas en el barro con Alberto Ruiz-Gallardón evidenciaban que su objetivo se encontraba mucho más alto. Ella contemplaba con tristeza y envidia aquel triunvirato aznarista del que acabó brotando Rajoy. El dedo de Josemari decidió, y Aguirre se llevó las manos a la cabeza, como tantos otros entonces. Aznar, o quizá convendría decir el envanecido y miserable ego de Aznar, había promovido una rifa que premiaba al timorato y absorto Rajoy. La sucesión de la derecha, al estilo de los feriantes: qué alegría, qué alboroto, ha tocado otro perrito piloto. Solo que Rajoy era un premio, paradójicamente, con castigo. Con el paso de los años, Esperanza fue afianzándose en el cargo, fue dominando la escena política madrileña, repleta de cadáveres socialistas. Se mostró como una chica lista, hábil en el fango, imperturbable, llevando consigo siempre ese trébol de cuatro hojas que le hizo salir indemne de un accidente de helicóptero, de otro de automóvil y no sé de cuántas otras desdichas, incluido un atentado en la India. Aguirre se mostró despiadada con la oposición, brutal y desmedida con los sindicatos, acérrimos enemigos de su liberalismo made in Pedro Schwartz. También tuvo como contrincantes a los profesores y a los trabajadores de la Sanidad. Esperanza cruza ahora el rubicón, o eso dice ella, con grandilocuencia y ese habitual envanecimiento cesarista reservado a los más grandes egos. En la hora de la despedida, dice que de lo que más orgullosa se siente es de haber implantado la educación bilingüe en los colegios de la Comunidad de Madrid; y aquello de lo que menos orgullosa se siente es de sus meteduras de pata. Es un saldo trampa: lo primero es peor que una metedura de pata. Es, sencillamente, falso. No existe tal educación bilingüe. El bilingüismo sigue quedando reservado a familias con rentas altas, capaces de pagar centros de estudios donde se encuentra verdaderamente implantado ese sistema. En uno de ellos estudió ella. En uno de ellos estudiaron sus hijos. Llega, en fin, un adiós inesperado, el de una mujer que se merendó crudo el término maquiavélica, una política dañina para su Madrid, una figura desbordante de ambición, un insaciable animal político, de esa política carcomida, repleta de espejos mágicos, pócimas secretas y cajas con doble fondo. Al final de la travesía, tras el clamor de los votos, llega la reflexión, el instante de la verdad, frente al espejo. Dominada por la soledad, Aguirre será consciente de que los refranes fenecen devorados por su propio esoterismo y la débil credulidad; allí se dará cuenta de que la esperanza no es lo último que se pierde. Afortunadamente.
Escrito por: Jean.2012/09/17 22:48:31.119000 GMT+2
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