2011/11/13 21:20:53.922000 GMT+1
Que la locura está cuerda
en tiempos deshilachados de cordura,
entre zurcidos sinuosos y erráticos,
en la mirada ausente de la razón.
Que los ojos engañan al alma,
que la derrota se viste de victoria
en un embuste sin desenmascarar,
en una luz apagada que dice adiós.
Que no tengo respuestas a esas preguntas
que amenazan con visitarme
cuando el brillo de tus ojos
sea una lágrima de duda y desconcierto.
Que se mezclarán tus lágrimas con las mías,
por esas viejas luchas sin resolver,
por esa blanca bandera tantas veces izada,
y seguiremos siendo felices en nuestra trinchera.
Escrito por: Jean.2011/11/13 21:20:53.922000 GMT+1
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2011/11/03 15:33:27.547000 GMT+1
Los fuegos
artificiales provocan una sensación de gozo difícil de precisar. Los
espectadores asisten al espectáculo con esa mirada intacta de los tiempos de la
infancia, boquiabiertos, contemplando la belleza de la explosión impredecible,
de la luz que crece sublime para extinguirse a continuación, quizá como
metáfora de las alegrías dispersas, errantes y esporádicas de los días de
nuestras vidas. La pirotecnia, como medio de diversión contemplativa, viene
acompañada, además, de un goteo sonoro, de una danza de decibelios alocados, montando
en el pentagrama celestial el ritmo espasmódico. Las luces guiñan sus ojos de
colores, mientras la percusión caprichosa va por libre. Imagen y sonido invitan
al espectador a tratar de imaginar dónde aparecerá el siguiente fogonazo, dónde
sonará la siguiente explosión. Ahora nosotros somos los fuegos artificiales. El
euro aparece y se desvanece en el lugar en que Aristocles mostraba sus espaldas
anchas, donde los dioses se entremezclaban con los humanos para vivir intensas relaciones
de amor y odio. Los destellos imprevisibles salpican la ambición de los
arquitectos del sistema en la delimitación de los Länder y Tannhäuser, entre
las sombras de los jardines que recorrió el rey cuyo absolutismo deslumbraba la
razón, más allá del otrora Imperium Romanum, extendiéndose por la tierra de los
reinos unidos por la codicia que algunos apellidan ahora patriotismo, tiñéndolo
de orgullo. La pólvora tiene hoy la forma de tipo de cambio, con petardos y artes intimidatorias. La diversión se torna en miseria. La admiración traspasa el
umbral, rumbo a la pobreza. Las detonaciones son tristes perversiones; los estruendos, ausentes aromas
de dolor, de ensoñaciones que se volvieron esquivas. Las explosiones ya no
resultan mágicas, sino amenazadoras. La Obertura 1812 de Piotr Tchaikovski nos
seduce al compás de los cañonazos. Las cuerdas aceleran su refriega, los
metales corretean lúcidos, y Europa se
desangra en una camilla. ¿Ha llegado el tiempo de la traca final?
Escrito por: Jean.2011/11/03 15:33:27.547000 GMT+1
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2011/10/30 18:50:34.034000 GMT+1
Unas rejas pintadas de blanco le confieren apariencia de jaula a la habitación desde la que asisto al ocaso del domingo. Los pensamientos olisquean la presencia inmediata del temido lunes. Es la siguiente vuelta de tuerca de un calendario perpetuo y dócil, la antesala de un bucle por el que me deslizo cerrando los ojos y abriendo los brazos a la realidad, o a lo que queda de ella. La música del poeta ablanda mis resquemores y hace temblar mi pulso con la cordura y la pasión. Qué cerca veo pasar las lágrimas de la ilusión y de la errante satisfacción. Las letras de sus canciones hurgan en mis recuerdos y en mis expectativas, acariciando las manijas de un reloj de recuerdos y añoranzas, de esperanzas y ensoñaciones. He cambiado la pluma y el papel por un teclado y una pantalla luminosa en la que las rectificaciones no dejan huella. Los únicos tachones que quedan ahora son los del alma que dicta, los de las palabras esquivas y los de las mentiras que me cuento a mí mismo con la complicidad involuntaria de un lector que mañana llegará. Busco una historia para un libro que nunca escribiré, trato de imaginar unas vidas que no llegaré jamás a plasmar. Me siento como un pintor temeroso sujetando sin convicción un pincel que no llegará de ningún modo a alterar el virginal y presumido lienzo. Las ideas van y vienen, se deslizan fulgurantes, eléctricas. Surgen, se me encaran, me desafían y, tras el reto, desaparecen para siempre. Nunca dejan rastro. No se cobijan en el olvido, sino en la indolencia ajena. Por lo general, las más ocurrentes se presentan sin previo aviso, como a borbotones, trepidantes, danzando al son de la inspiración, pero haciendo siempre gala de una pulcra e irremediable inoportunidad. Su visita no es más que un recordatorio. Me recuerdan que me traiciono, que me ubico lejos de ese camino que se recorre con la única brújula de la creación. Hay más de cobardía que de otra cosa en esta traición a mí mismo, aunque ataviada de aparatosa prenda que abriga al calor de un realismo ramplón en el que las heridas duelen menos. Caigo en la recurrencia de lo estéril, en esa trinchera en la que el miedo al enemigo te hace permanecer inmóvil, con los ojos perdidos, rebuscando entre los recuerdos, como tratando de encontrar en ellos el calor de una hoguera que un buen día se apagó para siempre. Y las ideas van y vienen, y vuelven a marcharse. Y su desaire erosiona mi autoestima, limando los proyectos, los inicios de cada párrafo que no nace, sino que perece antes de ver la luz, como si su mundo se limitase a las tinieblas y relámpagos de un útero sin salida. Pero, pese a todo, pese al diluvio de ceniza, pese al insomnio contradictorio de mis sueños, pese a la oscuridad que ilumina los horizontes de mis palabras, pese a los silencios de los lienzos impolutos, pese a los sordos lamentos, pese a la vecina derrota, me levanto, salgo de la trinchera y dibujo, y exclamo, y narro, y enciendo esa hoguera imaginaria para que una luz tenue, casi melancólica ilumine las palabras del poeta. Y, entonces, cierro los ojos y repaso cada uno de sus versos, cada una de esas letras que escogió casi al azar en el reino de la abundancia y con las que dio forma a sus pensamientos. Y, sin darme cuenta, siento que he escapado de esa habitación de blancas rejas, del ocaso de un domingo, y del bucle de un lunes que volveré a convertir en una victoria.
Escrito por: Jean.2011/10/30 18:50:34.034000 GMT+1
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2011/10/27 14:56:34.977000 GMT+2
Parece que el
final del terrorismo de ETA aviva la
llama del desencuentro. “ETA está más fuerte”, sentenciaban recientemente al
unísono Mayor Oreja con su eterna expresión de pesar, con ese rostro de ecce homo escocido, y
el tuno González Pons, ideólogo de la nadería en la calle Génova, repartidor
de chascarrillos y ocurrencias a granel, y metepatas oficial del Partido Popular, que ocupará, como premio a su trayectoria, un ministerio en breve, Rajoy mediante. Tantos años esperando oír esas palabras, y
ahora resulta que florecen quienes dudan más que Descartes, aunque su discurso
no sea más que un método de enmarañar, ensuciar y boicotear una salida razonada
y dialogada a un conflicto que ha causado cerca de mil muertos y que ha
privado de libertad a muchos ciudadanos durante decenas de años. “La Historia se
hace de memoria y de olvidos”, le decía el otro día Jesús Egiguren a Jordi
Évole en esa excepcional autopsia periodística que realizó éste en el País Vasco apenas
veinticuatro horas después del comunicado de ETA. En nuestra historia reciente,
los olvidos han pesado mucho más que la memoria, por eso sorprende ahora que
Zapatero diga que la nuestra será una democracia precisamente con memoria. En la Transición,
casi todos decidieron mirar a otro lado; la gran mayoría consintió en aceptar
al preferido de Francisco Franco como monarca intocable e intachable. El pequeño hombre del bigotín fue un sanguinario militar que mantuvo cuarenta
años de represión y de ausencia de libertades en esta España de dolor y contrastes. Y, como ya he
dicho en otras ocasiones, el dictadorzuelo se nos murió de viejo. Nuestra
memoria está parcheada por silencios, por gritos mudos, por expresiones como
“Calla, que de eso no se puede hablar”. Todavía hoy, en la mayoría de los
pueblos de España, la guerra civil es un tabú, un agujero negro, un laberinto
sin salida, una espesa niebla. Todavía hoy, a quienes pretenden encontrar los
restos de sus familiares y darleos sepultura los llaman revanchistas. Todavía hoy, en miles de pueblos los hijos y los nietos de las víctimas viven pared con pared con quienes fueron sus verdugos. Todavía
hoy, los españoles de la tan afamada transición modélica no hemos asimilado que la
democracia no es un truco de malabarismo que acontece cada cuatro años. Todavía
hoy, hay quien no ve con buenos ojos el final de ETA, porque a ver de qué va a
vivir ahora. ¿Crudo? Tanto como nuestra desmemoria. ¿Contemplarían con buenos
ojos los dueños de una funeraria la irrupción en el mercado de un elixir de la
eterna juventud? Pues eso.
Escrito por: Jean.2011/10/27 14:56:34.977000 GMT+2
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2011/10/13 15:12:32.350000 GMT+2
Hace ahora 10 años, escribí una serie de poemas. Hoy, casi por azar recalé ante algunos de ellos. Éste, en concreto me pareció de plena actualidad. Publicarlo ahora me hace engañarme con esa cantinela de que los años no pasan por mí. pero es falso; vaya si pasan. Lo que no cambia es el escenario. Ni los lamentos.
BARRICADAS DE DUDAS
En el lamento diario de la
desesperación
se evocan los pareceres menos
dignos.
La oscura panorámica del grito
emerge de nuevo,
recordándonos nuestro origen
humilde
y nuestra irremediable distancia
de la tranquilidad equitativa.
Los necios enjaulados peregrinan
desde sus casas
hasta las opulentas moradas del
pretencioso desprecio.
Sobreviven embadurnados de
excesos e ilógica.
Nada ni nadie puede
detenerles.
Así es la ley,
así son las cosas.
Detrás de la eterna humillación
del Poder
se ocultan las historias de
reyes y dioses,
siempre maratonianos aduladores
del ego insaciable
.
¿Por qué caer en la red del
conformismo miserable?
¿Por qué silenciar los reproches
ante los bárbaros?
Es una cuestión de
salud.
La barricada es un
virus.
Podemos levantarla,
pero caeremos enfermos.
Nos harán enfermar, más
bien.
Sus armas se prestan
puntualmente
a la extinción de las
barreras
que suponemos en nuestro
intento
de repartir la riqueza de manera equitativa.
El brote se multiplicará debido
a los asesinos más intransigentes,
aquellos que silenciosamente
traicionan a sus hermanos
sin más pretexto que unos
minutos de gloria
ante el espejo de la posesión
temporal.
Luchar.
Vivir luchando.
Morir luchando.
¿Qué es lo que merece la pena?
Me temo que no lo sé,
pero lucharé.
Escrito por: Jean.2011/10/13 15:12:32.350000 GMT+2
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2011/10/03 16:02:52.422000 GMT+2
Un corrector no puede tomarse ciertas licencias. En ningún caso se admitiría que por su cuenta y riesgo decidiese cambiar el final de una novela. Pero en política las paradojas se hacen a menudo carne. Rubalcaba se ha convertido en las últimas semanas en un bote gigante de tippex, corrigiendo, rectificando los errores del que aún es su presidente. Ni siquiera cabe aplicar aquí eso de borrón y cuenta nueva, porque la novedad está vedada en determinados círculos. Rubalcaba fija en las antípodas de su predecesor muchas de sus propuestas, mientras los movimientos intestinos comienzan a generar una alarmante aerofagia. Echar mano de la vieja guardia parece una apuesta por el voto maduro, un intento desesperado por atraer a duras penas –lo de penas lo digo con todas las de la ley- a la parte del electorado que siempre confío en el gran embaucador de labios gruesos y chaqueta de pana. Eran otros tiempos, y no se peinaban canas. No se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de que es una cuestión de credibilidad, más allá de la euforia endógena, casi ombliguista que se ha vivido en una conferencia política en la que los rostros de las primeras filas evidenciaban pocos cambios después de tantos altibajos, tras tantos desencantos. Ha sido, además, una escenificación al margen de la realidad, porque en época de vacas flacas la realidad no gusta. Y para acompañar a las vacas flacas se ha apostado por recuperar a las sagradas. Y ha sido, una vez más, un cónclave cerrado, sin autocrítica. No ha habido propósito de enmienda. El mea culpa es un tabú atrapado entre telarañas. Dijo en cierta ocasión Gabriel García Márquez que Felipe González aparentaba que te escuchaba pero en realidad nunca hacía “ni puto caso”. Eso es algo que se ha heredado en un partido que ha sido el único, por cierto, capaz de generar grandes expectativas e ilusiones en la sociedad española. El único. Pero también ha sido el único que cuenta en su debe con un apunte consistente en haber hecho añicos esa ilusión. Deberían aprender de una vez por todas que rectificar continuamente no es de sabios, sino un defecto propio de quien no acierta nunca con la tecla.
Escrito por: Jean.2011/10/03 16:02:52.422000 GMT+2
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2011/09/27 14:56:51.057000 GMT+2
No hay dolor. La frase no es de ningún héroe de la propaganda hollywoodense, sino de nuestra democracia. Asimila ésta sin rechistar tramas corruptas, tamayazos, financiaciones ilegales, pelotazos urbanísticos, jaguares que pasan desapercibidos en el garaje (te lo juro por Snoopy, o sea), yernos prodigiosos en el manejo de comisiones con más camuflaje que un chaleco de Chuck Norris, y un sinfín de fechorías y artimañas que bien darían para llenar las salas del mayor de los museos del horror. El patio de butacas sigue dibujando una sinfonía de ronquidos, inalterable ante las protestas del espectador que contempla despierto e indignado la escena. Esta democracia digiere sin inmutarse aerofagias populistas de condesas consortes, de olímpicos y maquiavélicos príncipes gallardonianos; de futuribles alcaldesas devotas de la laca; de presidentes autonómicos en aceite de anchoas; de hijos pródigos y ojerosos que entonan el “Asturias patria querida” mientras cuecen y se enriquecen. Esta es la democracia levantada sobre un castillo de naipes. Esta es nuestra democracia disecada para deleite de los taxidermistas de la política. Todo lo engulle, su estómago es ciego, como sus ojos, como sus oídos. Anoche, en la presentación del libro del periodista más influyente de este país, los zarandeados babeaban por salir en la foto. El olor a carne putrefacta llamaba a los carnívoros. Hay un buen puñado de hombres y mujeres sin escrúpulos limando estos días sus colmillos. Morderán como de costumbre, succionarán la sangre como de costumbre, pero la víctima sabrá ahora mejor, porque ha sido humillada con la derrota. La lucha de clases es ahora un manual de gastronomía caníbal. Pedro J. sacaba a pasear a los jacobinos entre luces de neón, canapés de vanidad y arribistas inmisericordes. Mientras, Esperanza y Bono, fieles escuderos del conservadurismo, lo respaldaban a los coros, secundando con entrega y frenesí el discurso del jefe. Espe comparó a los “indignados” con quienes instauraron el Terror en Francia en 1793. La presidenta de los madrileños –incluidos Tamayo y Sáez- fue a hacer bulto, a enseñar la sonrisa de una mujer que nunca se ve saciada de poder. Acudía a figurar, a enseñar las credenciales ante los socialistas malheridos. Pero Aguirre es consciente de que habla por hablar, conoce sus limitaciones, pero en su balance contable ella maneja los asientos como se le antoja. Dijo Aguirre anoche que el de los “indignados” es un populismo como el de 1793. Embarullaba de forma consciente. Mentía a discreción. Ella domina la técnica con la precisión de un restaurador. Sabe que si los actuales indignados se dejaran llevar por un Marat cualquiera, su cabeza de condesa consorte Grande de España ya se habría desprendido del resto de su cuerpo. Pero no, aquí y ahora, la que va a guillotinar el bienestar de un buen puñado de españoles es ella. Curioso que su jefe los citase anoche para hablar de una revolución, cuando lo que se cierne es la oscuridad de la involución.
Escrito por: Jean.2011/09/27 14:56:51.057000 GMT+2
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2011/09/26 15:35:45.844000 GMT+2
Sentados al fondo del autocar, los más gamberros de la clase entonaban aquellos inocentes cánticos convertidos, con el tiempo, en clásicos de las excursiones. En aquellos días, por el mar corrían las liebres y por el monte lo hacían las sardinas. Han pasado los años, y aquellas humildes tonadillas se han convertido en grasientos pentagramas repletos de promesas prematuramente falsas, en composiciones ilusorias, esbozadas sobre las patrañas y la demagogia. Hoy, el sonsonete de nuestros días lo ponen los políticos más ambiciosos, curados de espanto y vacunados contra la verdad, unos políticos que un buen día también fueron adolescentes dominados por el acné y el subidón hormonal. A las puertas de una nueva campaña electoral, el orfeón de embusteros se dispone a contar mentiras en clave de sol, mezclando viejos anhelos con embaucadores anuncios que nunca se verán plasmados en la realidad. Borrones de descarado pragmatismo, péndulos de trolas estratosféricas, envites inasumibles y otras delicadas especies de anzuelos mancharán las paredes de las ciudades, sonarán como ecos atolondrados y se plasmarán en eternas sonrisas falsas. Los retocadores harán su papel, la fealdad se tornará en un no sé qué de cierto atractivo; las arrugas desaparecerán merced a pinceles informáticos, y la estética artificiosa camuflará la falta de ética. Mucho de los candidatos reclutarán fidelidades entre los adormecidos ciudadanos de mercado en mercado, de plaza en plaza, escoltados por adeptos, trepas y otros anestesistas de la verdad. Es la subasta de la democracia, la fiesta de las máscaras, el carnaval de la aguerrida militancia. En el casino de las ideologías, los desubicados harán juego para, al final, caer en el mismo foso, en la misma cuenta: siempre gana la banca. Porque, no lo olvidemos, la banca no regala, solo presta, y eso bien lo saben los partidos, por mucho que las condonaciones suenen a pleitesía y adulación. Asistiremos a las clásicas escenificaciones del ilusionismo, donde publicidad y propaganda fornican sin descanso y sin amor de por medio. El lema volverá a ser “El fin justifica los medios”, elevado a la gloria de los encantadores de votantes. Y, sin saberlo, seguiremos enlodando nuestro camino, nuestro jardín, convertido en ciénaga por los falsos apóstoles del bienestar social. Llamarán a nuestra puerta en busca de nuestra confianza. Abriremos con mayor o menor desconfianza, pero la mirada hipnótica de un hombre ansioso de poder y gloria intentará hacernos creer que los ciruelos están cargaditos de manzana. Luego votaremos y, después, concluirá la adaptación teatral y solo nos quedará el tralará, tralará.
Escrito por: Jean.2011/09/26 15:35:45.844000 GMT+2
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2011/09/15 15:27:18.839000 GMT+2
Zapatero se marcha tras haber dilapidado la confianza y la ilusión de votantes, militantes y compañeros de gabinete. Ha envejecido y sale por la puerta de atrás, perpetuando lo que ya es una tradición de nuestra democracia en España: los presidentes dejan la Moncloa envueltos en fracaso y con el rostro desgastado. Zapatero no ha tenido suerte, pero no era el más indicado para buscarla. Le ha tocado bailar con la más fea al chico que siempre pisaba los pies de su pareja en el guateque. Aznar, hoy exitoso hombre de negocios que despotrica de su país casi a diario, pretendió salir a hombros de un coso repleto de un público que terminó lanzándole almohadillazos en lugar de agitar los esperados pañuelos blancos al aire. Y las orejas se las cortaron al bueno de Mariano. Así completó una faena de desmedido envanecimiento. El pequeño señor de las abdominales digirió mal la mayoría absoluta y la vanidad le fue repitiendo como un ajo traicionero. Además, a Aznar le delató su aliento. Fue su halitosis política la que terminó con él, convirtiéndolo en una parodia de sí mismo, en un hombre derrotado de por vida por la Historia. Aznar se convirtió en Ánsar porque, quizá, pensó más en su propio futuro y en abrirse camino entre la maleza neoliberal, que en aquello que era mejor para su propio país. Transcurridos ocho años de aquel inesperado vuelco, parece que los conservadores asumirían de nuevo las riendas del país. La responsabilidad caerá sobre un hombre que vive eternamente cariacontecido, dominado por las muecas y los espasmos de asombro. Mariano Rajoy es un hombre atónito, un político que gana más cuanto más calla, un opositor que dormita en la madriguera esperando a que el zorro se muera de hambre, mientras Moragas, Cospedal, Soraya y otros le llenan la despensa para que no tenga que salir al aire libre. En el PSOE no se han puesto de acuerdo sobre si lo mejor era caer a la lona y no levantarse, o si por el contrario debían lanzar la toalla. Al final, el resultado es el mismo, la derrota. Les costará bastante recuperar la confianza del electorado de centro. Del de izquierdas, mejor ni hablamos. Rajoy se ha limitado a dejar que la peonza bailara hasta marearse. Ahora le tocará jugar a él, le tocará mojarse, y eso es muy difícil cuando se dispone siempre de un paraguas. Claro, que siempre queda la esperanza de que no entienda el libro de instrucciones y no sepa abrirlo. No olvidemos que el país va a quedar en manos de un señor que no entiende ni su propia letra.
Escrito por: Jean.2011/09/15 15:27:18.839000 GMT+2
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2011/09/11 19:16:55.321000 GMT+2
Austeridad. Es la palabra del momento. Suena a exabrupto cuando nace de los labios de los que no han sabido gestionar nuestra riqueza, permitiendo que se acumulara en pocas manos, arrebatándonosla con el fin de calmar el hambre del depredador. Austeridad. Suena a engaño vulgar, a maledicencia, a perversión política, a peaje. Pero, por encima de todo, suena a amenaza de futuro. El futuro antes era esperanza; ahora, se ha convertido en una chulesca amenaza. Es lo que nos viene. Es un eco programado. Austeridad. Es una palabra adaptada y vilipendiada en su uso, reservado otrora para temas de la moral. Hoy, la añaden a nuestro vocabulario para meternos en cintura, para decir que no gastemos, que no tiremos la casa por la ventana, como si nuestro modus vivendi hubiese sido hasta hoy pornográfico. La mayoría de los jóvenes de este país viven preguntándose de qué les sirvieron tantos años de sacrificio y formación. Algunos afortunados lograron endeudarse con un banco durante 35 o 40 años para poder poseer una casa. Los matrimonios de hoy no crían a sus hijos, porque el término conciliación es un mito chamuscado, un chiste de mal gusto. Austeridad. Nos bombardean sin remisión con mensajes para que consumamos, nos matamos a trabajar para consumir, y ahora quieren que trabajemos pero que seamos austeros. Quieren que trabajemos para producirles riqueza. La austeridad es un puñetero spam. Cospedal, la liberal desatada, la heroína de la derecha que disfruta pidiendo que dejen al mercado hacer, ahora, cuando el mercado nos mete mano sin nuestro consentimiento, va y nos dice que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. La austeridad, en boca de Cospedal, es un insulto a la inteligencia, una patada en la entrepierna de la decencia y de la dignidad, es un coágulo de cinismo. Austeridad. Nos la exigen esos que sacan a relucir vocación de servicio al pueblo, pero que usan al pueblo para llenarse los bolsillos. Pero, ¿qué clase de pueblo reacciona arrojándose en brazos de los verdugos de su futuro? ¿Qué clase de pueblo se acuesta con su enemigo por despecho? Austeridad. Hemos demostrado ser un pueblo austero en la autocrítica, austero en la exigencia de la reparación y de la justicia, austero en la unión, en la participación activa de la democracia, austero en la exigencia de responsabilidades políticas. Hemos sido austeros y permisivos. Y ahora estamos en números rojos. Pero no agotemos los improperios y las miradas asesinas con quienes nos piden austeridad desde sus sueldos millonarios. Hay que mirar más arriba, enfocando la atención sobre quienes les fomentan, forman, educan, programan, sostienen y mantienen para que nos reclamen austeridad. Hasta nuestra “modélica” Transición fue un camelo austero. Cospedal, Aguirre, Figar, Soraya… Que vayan y les pidan austeridad a sus monarcas, a esos a quienes saludan regularmente realizando una exhibición de espectaculares contorsiones nada austeras.
Escrito por: Jean.2011/09/11 19:16:55.321000 GMT+2
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