Hoy he recordado el Germinal de Zola. Hoy he vuelto a cambiar de canal, huyendo de las lágrimas de hombres duros. Hoy no soy buena compañía, porque el pesimismo me ha seducido y otorgado fuerzas para exteriorizar un desencanto que comienza por devorarse a sí mismo.
Hoy, somos más conscientes de las miradas ajenas, del perverso interés en diseccionarnos, de realizar una autopsia de nuestras palabras y de nuestros gestos. La inteligencia de las naciones (sic) es un arma de autodestrucción. Los espías ya no disimulan. Es un mal presagio de unos tiempos donde las máscaras ya no son necesarias para ocultar los rostros amenazantes. Sólo nos quedan libres los pensamientos. Por ahora.
Hoy, Franco sigue siendo un muerto muy vivo. Su legado continúa inquebrantable, protegido por una capa de polvo bajo la que gimen letras olvidadas. Con esas letras se escriben los nombres de muchas víctimas a las que no se ha hecho justicia. Son otras víctimas. Es otra justicia. No caben ni las unas ni la otra en el ideario de los herederos de un muerto que sigue muy vivo.
Hoy, aparecieron ocho nuevos disparos en el techo del Congreso, hasta ahora desconocidos. Toda una metáfora de nuestra democracia. Difícil es cerrar heridas que no duelen como propias.
Hoy, supimos que el sector manufacturero español paga 14 euros menos por hora que el alemán. Los costes laborales en España son casi la mitad que en Bélgica. Quizá esté cercano ese día en que proliferen tiendas de "todo a cien" de productos españoles en China.
Hoy, en fin, acaba como el Germinal de Zola, con la esperanza puesta en un tiempo que vendrá cuando ya no estemos. Pero sin hoy, no se entenderá nunca el mañana…
“Des hommes poussaient, une armée noire, vengeresse, qui germait lentement dans les sillons, grandissant pour les recóltes du siècle future, et dont la germination allait faire bientôt éclater la terre”
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