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2012/01/16 14:58:3.771000 GMT+1

Fraga y la equidistancia

Ha sido la muerte de un convencido franquista la que nos ha venido a recordar que el franquismo permanece altivo, orgulloso, y plenamente vigente, marcando a fuego la idiosincrasia de un país desmemoriado, carcomido por la amnesia y la ausencia de justicia histórica. Que el actual presidente del Gobierno se refiera a  Fraga citando su “pasión por la libertad” es un descomunal monumento a la insidia, palabra manoseada por el propio Rajoy. La desvergüenza que mustra el líder del ocultismo popular es un insulto a la razón, que tan de puntillas pasa habitualmente por los escenarios del poder. El presidente demuestra así ser un ciego, ebrio de estulticia, un farsante atropellado, un “pintafraolas”.  Fraga no fue sino un político aferrado al poder, al dominio, un hombre permanentemente entregado a su propia causa, con el claro objetivo de perpetuarse en ese poder. Fue un hombre autoritario y vehemente. Algunos tratan ahora de recbar una supuesta ejemplaridad y trasladarla a su perfil de demócrata. La democracia fue para él una balsa en la que escapar del remolino de la dictadura agonizante.  Exaltar a Fraga ahora  desde la derecha que él concibió y amamantó es plausible, lógico y coherente. El árbol genealógico es el que es, y las caretas ha tiempo que volaron. Hacerlo desde el centro, desde la izquierda o desde la ínsula de Barataria del PSOE es un calculado ejercicio de falsa moderación decididamente inconsecuente. Fraga formó parte de una dictadura cruel y sanguinaria, enormemente represiva, que puso en práctica las consignas que el general Mola concibiera en el verano del 36, persiguiendo aterrorizar a las izquierdas. Fraga formó parte de aquel régimen que organizó desfiles de la victoria, que homenajeó a los fascistas, y que ensalzó la brutalidad. Fraga creció políticamente en un ambiente de falta de libertad. Es por eso que la adulación de Rajoy se antoja vilmente caprichosa e hiriente para un país que presume de modélica democracia. Soraya Sáenz de Santamaría ha recurrido también al espasmo irracional y capcioso, señalando que  Fraga fue un hombre de principios, pero la todopoderosa vicepresidenta no ha aclarado si se refería a sus principios en la época de la dictadura, o si mencionaba sus principios de demócrata. ¿O doña Soraya pìensa que Fraga  manejó siempre los mismos? En la España franquista en la que Fraga se formó y creció como político, como hombre del régimen, hubo compensaciones para los familiares de las víctimas de los caídos en el lado de los vencedores, concesiones y reparaciones. En el lado de los vencidos, no quedaron sino vejaciones, más represión, tortura, marginación y, en el mejor de los casos, un gélido olvido. De aquel horror del que Fraga formó parte quedan aún miles de víctimas por desenterrar y cicatrices en muchos corazones. Es lógico que sus hijos políticos ensalcen la figura de Manuel Fraga, pero sacude y retuerce la decencia hacerlo desde otras latitudes políticas. Así es esta España de olvidos y lágrimas secas. Así es un país en el que cientos de placas recuerdan  aún en iglesias con loas  las figuras de sanguinarios, carniceros y despiadados militares como Queipo de Llano, Mola o Yagüe. El sonsonete de “A Dios rogando y con el mazo dando” sigue número uno en las listas de éxitos del incoherente credo. Y a quienes hablando del fallecimiento de Fraga se pretenden ejemplares por su equidistancia, les invitaría a realizar un simple ejercicio de perspectiva,  escogiendo una posición en la escena de un fusilamiento. ¿Elegirían el punto intermedio entre los verdugos y el ejecutado?     

 

Escrito por: Jean.2012/01/16 14:58:3.771000 GMT+1
Etiquetas: pp españa fraga psoe soraya_sáenz_de_santamaría rajoy franquismo franco | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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