Parece que el final del terrorismo de ETA aviva la llama del desencuentro. “ETA está más fuerte”, sentenciaban recientemente al unísono Mayor Oreja con su eterna expresión de pesar, con ese rostro de ecce homo escocido, y el tuno González Pons, ideólogo de la nadería en la calle Génova, repartidor de chascarrillos y ocurrencias a granel, y metepatas oficial del Partido Popular, que ocupará, como premio a su trayectoria, un ministerio en breve, Rajoy mediante. Tantos años esperando oír esas palabras, y ahora resulta que florecen quienes dudan más que Descartes, aunque su discurso no sea más que un método de enmarañar, ensuciar y boicotear una salida razonada y dialogada a un conflicto que ha causado cerca de mil muertos y que ha privado de libertad a muchos ciudadanos durante decenas de años. “La Historia se hace de memoria y de olvidos”, le decía el otro día Jesús Egiguren a Jordi Évole en esa excepcional autopsia periodística que realizó éste en el País Vasco apenas veinticuatro horas después del comunicado de ETA. En nuestra historia reciente, los olvidos han pesado mucho más que la memoria, por eso sorprende ahora que Zapatero diga que la nuestra será una democracia precisamente con memoria. En la Transición, casi todos decidieron mirar a otro lado; la gran mayoría consintió en aceptar al preferido de Francisco Franco como monarca intocable e intachable. El pequeño hombre del bigotín fue un sanguinario militar que mantuvo cuarenta años de represión y de ausencia de libertades en esta España de dolor y contrastes. Y, como ya he dicho en otras ocasiones, el dictadorzuelo se nos murió de viejo. Nuestra memoria está parcheada por silencios, por gritos mudos, por expresiones como “Calla, que de eso no se puede hablar”. Todavía hoy, en la mayoría de los pueblos de España, la guerra civil es un tabú, un agujero negro, un laberinto sin salida, una espesa niebla. Todavía hoy, a quienes pretenden encontrar los restos de sus familiares y darleos sepultura los llaman revanchistas. Todavía hoy, en miles de pueblos los hijos y los nietos de las víctimas viven pared con pared con quienes fueron sus verdugos. Todavía hoy, los españoles de la tan afamada transición modélica no hemos asimilado que la democracia no es un truco de malabarismo que acontece cada cuatro años. Todavía hoy, hay quien no ve con buenos ojos el final de ETA, porque a ver de qué va a vivir ahora. ¿Crudo? Tanto como nuestra desmemoria. ¿Contemplarían con buenos ojos los dueños de una funeraria la irrupción en el mercado de un elixir de la eterna juventud? Pues eso.
2011/10/27 14:56:34.977000 GMT+2
ETA, memoria y olvido
Escrito por: Jean.2011/10/27 14:56:34.977000 GMT+2
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