Huelga decir que la asesora Esperanza Aguirre no es nueva en el peregrinaje político. Lleva prácticamente toda una vida auspiciando el liberalismo de manual que le enseñó Pedro Schwartz, pero mezclándolo con esas dosis de incontinencia, inconsistencia y contradicciones marca de la casa. Pertenece doña Esperanza Fuencisla a ese grupo omnipotente que reclama la anulación de la intervención del Estado, amamantándose de éste como una especie de Rómulo y Remo hispanos, ahí, enganchados a la ubre y dándole todo el día a la teta. La lideresa es irreprimible e incontenible. Bien lo sabe el, por un día, hugoliano Rajoy, echando mano de una cita del francés para salir al paso de una huelga general que mañana pondrá a prueba el eco de las protestas en un país que siempre ha sido muy de insonorizar sus problemas. Bien lo atestigua también Ruiz-Gallardón, que parece estar abandonando definitivamente las máscaras, la prestidigitación política y otros malabares de un espíritu siempre excesivamente maquillado. Y bien lo sabe, ahora, Ana Botella, más perdida que una ídem con un mensaje en el océano. Aguirre se ha ido, pero está; se bajó del barco, pero va detrás, divirtiéndose, haciendo filigranas de esquí náutico, mientras los demás reman al ritmo de un Ben-Hur sudoroso y cariacontecido.
Algunos funcionarios envidian el carácter fantasmal de la condesa de Murillo: han oído hablar de que ocupa un despacho, pero por más que pegan la oreja a su puerta, no escuchan nada. Será que entre el golf, los mítines, las monsergas, los exabruptos liberaloides y otras cantinelas populares, doña Espe no encuentra sosiego para acudir a su nuevo puesto de trabajo, y se ve obligada a asesorar a la señora de Martínez Pujalte a través del Guasap. Ay, de la oposición que no se opone más que a sí misma, si tuviera a bien preguntar por esta peculiar situación…llamémosle laboral. Ay, si alguien se decidiese a investigar desde alguna tribuna independiente (ahórrense las risas) los placeres de la señá Aguirre, a medio camino entre Galicia y Cataluña, entre los foros de empresarios y las orquestaciones intestinas pidiendo la cabeza de la Botella, la señora de los spas.
Aguirre pasa de las burbujas; ella es más de dar palos y meter cosas en los hoyos, como cualquier buena golfista. La reina del green vive permanentemente en la palestra, sin necesidad de saltos ni carantoñas. Sus maniobras de arácnido han logrado tejer una red de “contactos” periodísticos envidiable por parte de cualquier compañero de partido, y no digamos ya en la acera de Rubalcaba, que dispara con balas y medios de fogueo. Esperanza escupe titulares con la misma facilidad con que Rajoy los elude agazapado y a la carrera. Hoy, Espe, ya recibe sabrosos apoyos y multitudinarias críticas por decir que las “huelgas generales deberían estar prohibidas”. Y todos entramos al trapo, para embestir sus opiniones reaccionarias, sin darnos cuenta de que, en menos que canta un gallo, nos ha plantado las banderillas en todo lo alto y ya está cambiando el tercio. Quizá persiga la alcaldía madrileña. Puede que esté esperando velar el cadáver político de Mariano. Nadie más que ella lo sabe. Pero nunca descarten a la lideresa. Es más lista que el hambre. Tan lista como prescindible en una sociedad que persigue la justicia, la solidaridad, la fraternidad, el reparto de la riqueza y la honestidad.
A fin de cuentas, más vale una huelga sin Esperanza, que una Esperanza sin huelga.
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