Hace ya algunas semanas recibí una carta de esas que te invitan a solicitar una tarjeta de crédito. Este tipo de correspondencia daría para una tesis doctoral e incluso para un exorcismo. El marketing tiene algo de esquizofrénico en estos días de barullo consumista. Las mentes lúcidas van por ahí haciendo de las suyas, que acaban siendo tuyas cuando te meten en el buzón toda la morralla imaginable. Pero lo de esta última carta roza el delirio. Se trata de la tarjeta Mastercard España, la tarjeta "que se lleva en el corazón". Estas cosas de la creatividad marketiniana funcionan mucho mediante las tormentas de ideas, pero a estos tipos les cayó un chaparrón y las neuronas se les deben haber congelado. Como muestra, un botón. Uno de los folletos de esta correspondencia decía lo siguiente:
“Estimado Sr.
Puede ser por el clima, por la gente o por la gastronomía. Puede ser por los pueblos, por las tradiciones o por las playas. Cada uno tenemos mil razones para amar este país. Pero todos coincidimos en que es un privilegio ser español y nunca nos cansamos de decir “como en España en ningún sitio”. Ahora hay una tarjeta para quienes sienten esta pasión, una tarjeta que estará orgulloso de mostrar. (…) Y como ser español es algo tan grande que no se paga con dinero, queremos que su tarjeta también comparta este espíritu: no pague cuota anual por ella ni cambie de banco”.
Después, en la otra cara del folleto –sí, desgraciadamente, venía impreso por ambas- me preguntan: “¿Qué es España para usted?”. Pero me responden sin dejarme interactuar: “España es alegría de vivir. España es buen sabor de boca. España es un país por descubrir. España es un regalo”. Toma ya, la alegría de vivir. Ser español es la alegría de vivir. ¿Lo dirán por Rouco y la indisolubilidad del matrimonio patrio? ¿Acaso por Martínez Pujalte, barítono del éxtasis patriótico? ¿Y eso de un buen sabor de boca, qué? ¿Somos inmunes los españoles a la halitosis? ¿Que España es un regalo? No sé lo que le prometió Franco a Eisenhower, pero, cada día más, parecemos una sucursal estadounidense, carajo, que hasta los Starbucks Coffee esos del demonio están invadiendo nuestras calles con cafelitos a precio de oro, que Solbes se piensa hasta si dejar propina después de ver la cuenta.
Confieso que no sé si será por el clima o por la gastronomía, pero en España hay gente que es capaz de tratarte como a un imbécil y enviarte cosas como ésta. ¿Es un privilegio ser español? Pues no lo dirán por esos enfermos que colapsan los pasillos de los hospitales madrileños. Tampoco creo que se sientan muy privilegiados los jóvenes mileuristas -por no hablar de los parados- que tienen las mismas posibilidades de comprar un piso que el “hijo del patrón ejemplar” de pasar apuros a final de mes. Privilegiados, lo que se dice privilegiados, no creo que se consideren ni se sientan esos miles de pensionistas que cobran una ridícula cantidad de dinero, que apenas si les da para esquivar lo indigno en sus últimos años de vida.
Tampoco descarto que estos tipos de la tarjetita rojigualda consideren un orgullo aguardar dolorido a que te atienda un médico español, en suelo español y más concretamente en una sala de fotocopiadoras españolas –nada de japonesas- , porque en el hospital de turno las infraestructuras están marchitas. En Madrid, somos tan chulos y tan privilegiados que pasamos de la sanidad y nos entregamos al fragor de los guateques por mayoría absoluta. Y Esperanza Aguirre, que prometió acabar con las listas de espera, se pega unos bailes sandungueros al son de la privatización.
Quizá consideren los cantamañanas estos de las tarjetitas patrióticas que el himno de España, con su nueva letra, pueda calmar los dolores de los enfermos al emitirse por la megafonía de esos mismos hospitales. Respecto a lo de “Como en España en ningún sitio”… Pues sí, supongo que Felipe González, Emilio Botín, Josemari Aznar, Alejandro Agag, el patrón de vida ejemplar y demás, corroborarán tal afirmación. Otros, sin embargo, huimos aterrorizados no ya del etnocentrismo más rancio sino de una falacia estúpida, de esa bravuconada emitida en mil y una ocasiones en tascas al son de unos calamares rebozados y el redoble de las cucharillas de un café.
“Ser español es algo tan grande que no se paga con dinero”. Chupa del frasco, carrasco. Toma cantinela, pedantería, churrasco dialéctico y ñoñería antropológica, antológica y demagógica. Ésta es la máxima de Solbes, Rato, Miguel Sebastián y demás monaguillos del liberalismo. No se paga ni en pensiones, ni en salarios mínimos ni en alcachofas. Y dentro de poco éste será un mandamiento typical spanish, porque ser español no se va a pagar con nada, salvo que te cubras las espaldas con un plan de pensiones.
“Todos coincidimos en que es un privilegio ser español”. Pues no. Yo no coincido en nada con estos tipos de las tarjetitas del pasodoble, la tortilla española, los toros y el ole con ole. Y, por supuesto, no considero que ser español sea un privilegio, salvo que te lo tomes como un consuelo, es decir, por no haber venido a este mundo en un país de esos en los que tienes muchas posibilidades de morir de hambre, de sed, de malaria o de sida antes de cumplir el primer lustro. ¿Qué coño de privilegio ni que gaitas? ¿Quién demonios elige ser español? ¿Qué es ser español más allá de tener la nacionalidad española? ¿Es que estamos todos cortados por el mismo patrón?
¡Ya me gustaría tener a mí diez manos como el español César Vidal y poder escribir tan rápido como él! Eso sí que es un privilegio.
Comentarios
Dios, esto me recuerda al cartel ése que nos pusieron por todas partes, con los deportistas españoles, y que decía: "Ser español ya no es una excusa, es una responsabilidad" o algo así. Muy chungo.
Gran entrada, como siempre, Jean.
Escrito por: Izaam.2008/01/13 11:58:23.703000 GMT+1