Intenta uno ser feliz, aunque sea a espasmos, y se topa de narices con la irreal realidad de Ana Botella y su antropocentrismo a la vinagreta. Así no hay manera, mire usted. Es época de circo, y se nota. La concejala favorita de Gallardón se sube al trapecio intelectual sin red y luego pasa lo que pasa. Abrir la boca y perder el equilibrio es todo uno.
Uno de Getafe que dice que es socialista llama “tontos de los cojones” a los que votan a la derecha, y entonces salen los de un partido que se dice de centro, se soliviantan y se rasgan las vestiduras. Es época de crisis de identidades, y se nota.
El PP no es un partido ni de centro ni de derechas. El PP es el partido de Aznar, y Botella se refería al Aznarcentrismo, que es la teoría que interpreta y defiende que Aznar es el centro del Universo. Franco fue el Caudillo por la gracia de dios, y Aznar es el hombre que se cree dios por sus gracias. Los “tontos de los cojones”, que diría el señor de Getafe que se dice socialista, cambian los cromos y pasan del teocentrismo al antropocentrismo como paso previo a la asimilación del Aznarcentrismo. El color del Aznarcentrismo es el naranja butano, como el de los presos de Guantánamo. Por eso a los aznarcentristas se les ve venir de lejos.
Aznar es el añorado, el deseado, el llorado, el ensalzado de los señores de derechas que se dicen de centro en época de elecciones. Al adormecido Mariano le ponen zancadillas hasta los miembros de su guardia pretoriana, porque quieren que regrese el líder carismático del liberalismo mesiánico y vuelva a poner sus pies en la mesa del despacho oval de la Casa Blanca. La pregunta que muchos se hacen es si el dios Aznar, si el centro del Universo con bigote estará dispuesto a dejar de ser un hombre de negocios para preocuparse por los negocios de los demás Aunque algún malpensado no vea imposible que se dedique a ambas cosas a la vez. Mira que hay que ser enrevesado.
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