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2012/04/16 16:28:51.417000 GMT+2

El cazador campechano

Durante décadas los medios de comunicación, siguiendo  la partitura compuesta por sus propietarios, pusieron la banda sonora de una transición repleta de inocentadas, medias verdades, amnesias y sesgos. Se pasó página sobre el dolor y la indeferencia, sobre el olvido y el interés de quienes de forma camaleónica se transformaron de la noche a la mañana en modélicos demócratas de toda la vida. El Ejército, con nuevo jefe, se resistía, pero pronto un elefante blanco decidió que alguien entrara en la cacharrería del Congreso,  con las consecuencias ya por todos conocidas. La imagen del monarca español, a quienes algunos apodaron “el breve”,  era fielmente custodiada e idealizada por una prensa amordazada y muy dada a solicitar voluntariamente una contundente dosis de anestesia. Se proyectó de forma tan premeditada como sincronizada una imagen de sencillez, que envolvía toda la actividad de la Casa Real española. Pronto la irrealidad impuso su tiranía en la joven e inexperta democracia española. La renuncia ideológica de la izquierda más combativa se unió al borrado del marxismo en las filas de la socialdemocracia, tan fiera y abrupta en la oposición, como dócil y olvidadiza en el confortable sillón del poder. Con el paso de los años, y pese a que aquella censura y aquel silencio autoimpuestos fueron encontrando resquicios por los que filtrar a la sociedad española algunos destellos de la cotidianeidad borbónica, fueron los propios asuntos internos de la Familia Real española los que provocaron las primeras erosiones en la credulidad popular, muy cercana al terreno de la mismísima fe. El juancarlismo comenzó a encontrar asperezas. Los secretos comenzaron a fluir de la enmudecida prensa al laberinto de los mitos populares, hasta desembocar en las leyendas  -las urbanas y las rurales- todas ellas susurradas en corrillos de intimidad, todavía discretos. Si hace diez años hubiésemos preguntado a cien españoles cualquiera una palabra que definiese a su monarca, ineludiblemente hubiéramos hallado una descripción que se haría eco del sentir popular de forma casi unánime: “campechano”. Los medios, los poderes, habían logrado el objetivo de transmitir esa sensación con la misma efectividad con que un ilusionista logra su fin frente al boquiabierto público asistente a una de sus funciones. Primero la separación temporal de la infanta Elena, después el enigmático (y borrado) pasado de Letizia Ortiz, y, más recientemente, los presuntos tejemanejes del yerno Urdangarin,  han situado a la corona española en la tesitura de tener que dar unas explicaciones que chocan con el oscurantismo marca de la casa. La monarquía española, finalmente, se basa, precisamente, en la absoluta falta de transparencia, así como en el mantenimiento de tradiciones obsoletas e irracionales. Encender velas en la alcoba real traería trágicas consecuencias; lo mismo que airear sus miserias, en nada diferentes a las de sus súbditos, pues errare Humanum est, incluso para quien se encuentra debajo de una resplandeciente corona,  y bastaría una atenta y calmada lectura del Hamlet de  Shakespeare para conocer el origen de un gusano cualquiera.  La crudeza de una crisis económica ha limpiado las legañas de los ojos de millones de españoles que parecían adormecidos. Ahora que los medios ya no secundan con disciplina militar el silencio impuesto desde la estratosfera monárquica, muchos ciudadanos españoles comienzan a contemplar con desconfianza los excesos y los lujos de una familia cuya utilidad se cuestiona. Que el rey diga que el paro juvenil le quita el sueño, pero permanezca ajeno a la trasparencia fiscal, y que su patrimonio sea un auténtico enigma es algo que comienza a chirriarle a mucha gente. Lo que se cuestiona del monarca es su insolidaridad, que él siga disfrutando de una vida repleta de lujos y caprichos mientras sus compatriotas las pasan canutas y ven derrumbarse un modelo de vida. ¿En eso consiste ser el primero de los españoles? Y eso que aún los adormecidos súbditos no han lanzado incómodas preguntas ni analizado al detalle aspectos ideológicos de sus monarcas. Sólo han tenido acceso a algunos escarceos ideológicos de la reina Sofía, soltados a modo de venganza a los micrófonos o al lápiz de una periodista hábil y cercana. Suficientes para retratar el clasismo e inmovilismo conservador, lógicamente adheridos a la figura de una gran “profesional” de la monarquía. Ha tenido que ser otro elefante, mucho menos relevante para la historia de España que aquel blanco que aún se cobija en el secretismo, el que haya situado a la corona española en su trance más difícil. El exceso de un monarca, acudiendo de caza a Botsuana cuando en su país suenan los tambores de la tragedia y se están produciendo los mayores recortes en los derechos sociales de su reciente historia, ha llenado de indignación a millones de españoles. Y ello, pese a que los dos partidos que se reparten el Gobierno de forma alterna desde 1982 guardan un silencio calculador, cercano a la genuflexión. Las críticas al monarca se repiten en corrillos, pero pocos, muy pocos, tienen el valor de hacerlas públicas. Ese silencio retrata la mezquindad de una clase política acomodada, adoctrinada y escasamente beligerante con la institución monárquica. Aun así, esa cobardía es más incoherente en el caso de los socialistas. En el Gobierno, por lo menos, han filtrado a la prensa algunos datos con el fin de transmitir a su Majestad el malestar por la escasa información transmitida acerca de sus viajes (tal y como ya hiciera Felipe González en su día). En las filas del PSOE, un timorato Rubalcaba, acostumbrado a los silencios y las alcantarillas, y una “institucional” Elena Valenciano, han guardado un respetuoso silencio aduciendo que no comentan la agenda privada del rey. Parece, pues, que el interés de los máximos responsables del primer partido de la oposición se centra más en satisfacer antes a la monarquía que a la mayoría de su propio electorado. ¿Sería mucho pedirle al PSOE que realizase algunas preguntas al “primero de los españoles”? Por ejemplo: ¿Cuánto ha costado el avión privado que llevó al rey a Botsuana para realizar esa actividad de su agenda privada, y quién lo ha pagado? ¿Cuánto ha costado la cacería y quién la ha pagado? ¿Cuánto cobra el médico que acompaña al rey a todos sus viajes, incluidos los de su agenda privada,  y quién le paga su salario y sus dietas? ¿Cuánto ha costado el avión privado que trajo de emergencia al rey de la realización de esa actividad de su agenda privada, y quién lo ha pagado? ¿Cuánto ha costado la operación de cadera del rey, provocada por una actividad de su agenda privada,  y quién la ha pagado? ¿Cuánto cuesta su estancia en la clínica, derivada de la realización de una actividad de su agenda privada, y quién la paga? ¿Cuánto cuesta el dispositivo especial de seguridad en la clínica y quién lo paga?  Lejos de realizar estas sanas y exigibles preguntas, ni el Gobierno de Mariano Rajoy, quien ya ha visitado al rey -y no creemos que haya realizado ninguna de ellas-, ni la timorata y errática oposición de Rubalcaba and friends, consideran necesario hacer que las cuentas reales sean más transparentes de lo que hasta ahora son. Por ello, en la nueva Ley de Transparencia que presenta el Gobierno de Rajoy se excluye expresamente a la Casa Real. Parece claro que las únicas incomodidades y desgracias que sufrirá el rey no vendrán provocadas por atrevidas preguntas de los políticos, sino que  serán las que él mismo se ocasione. Cuatro de las  ocho operaciones a las que se ha sometido  Juan Carlos I se han producido a consecuencia de sendos accidentes. Después de todo, no deja de resultar paradójico que los elefantes tengan más memoria que muchos humanos. Yo mismo, sin ir más lejos. Con decir que ahora mismo no recuerdo ni una sola crítica o mala palabra  del rey de España hacia el tirano Francisco Franco…

Escrito por: Jean.2012/04/16 16:28:51.417000 GMT+2
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Comentarios

En una palabra, excelente.

Escrito por: julio peñas.2012/04/16 17:17:7.081000 GMT+2

Sembrao, hermano, sembrao.

Escrito por: Pablo.2012/04/16 22:33:9.712000 GMT+2

¿Francisco qué?

Escrito por: jesus cutillas.2012/04/20 12:02:14.797000 GMT+2

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