Si la estúpida costumbre de torturar toros echa mano de la ornamentación para pasar por arte taurino, ¿por qué no considerar la política como el noble arte del engaño? Esta vez, dos fingidores compulsivos rivalizaron en la estética de la confrontación. Dos formas relativamente diferentes de entender el sexo de los ángeles chocaron en el patíbulo de la oratoria, el lugar donde se la menosprecia con el brillo de su ausencia. El pasado y el futuro rivalizaron para que el espectador constatase con opaca resignación que no hay presente. Zapatero, el actual mandatario, algo débil, erosionado, comenzó como el triste náufrago que es, abandonado por los suyos a la suerte de los tiburones y las gaviotas. Al político le sucede como al clown: si no resulta convincente, se convierte en una caricatura de la frustración y del fracaso. Zapatero, noqueado a diario por una realidad que lo asfixia, comenzó su discurso sin pasión, sin alteraciones ni vehemencia. Fue la parsimonia de Rajoy la que lo despertó. El popular es un hombre que se trastabilla en el discurso. Al opositor se le vio nervioso, mascullando las palabras, tratando de domarlas. En el penar del líder de la derecha caben el rechazo absoluto de la izquierda, e incluso el del PSOE, amén de la desconfianza de los suyos. Él es un hombre condenado a gobernar contra todo y contra todos, incluido él mismo. Su sombra le huye, su falta de liderazgo se le subleva, y las muecas, los tics y sus guiños sugieren que llegó el tiempo para un golpe de estado, fisonómicamente hablando. Rajoy despertó a la dulce bestia, y Zapatero regresó al ruedo enfurecido, rugiendo y tornando su cara de hombre que no ha roto nunca un plato en la de un impasible depredador de oradores tristes. Zapatero se le subió a Rajoy a las barbas. En las gradas, los palmeros jugaron al desconcierto; las alocadas loas salpicaban el hemiciclo, y los vítores sobrevolaron la escena sin rubor ni pudor. Y todo para nada. Los voceros de unos y otros maquillarán las cuentas de resultados, como si de cajeras de Mercadona se tratase. Los vencedores y los vencidos intercambiarán roles en las portadas de mañana. El teatro de la comedia periodística rendirá culto a la tragedia de la subjetividad adocenada. Darán respuesta a la pregunta del millón de votos: ¿quién ha ganado el Debate sobre el estado de la Nación? Ni idea, sólo sé que, gane quien gane, me da que algunos vamos a salir perdiendo. Como siempre.
2011/06/28 18:04:23.883000 GMT+2
Debates, vencedores y vencidos
Escrito por: Jean.2011/06/28 18:04:23.883000 GMT+2
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