No hay dolor. La frase no es de ningún héroe de la propaganda hollywoodense, sino de nuestra democracia. Asimila ésta sin rechistar tramas corruptas, tamayazos, financiaciones ilegales, pelotazos urbanísticos, jaguares que pasan desapercibidos en el garaje (te lo juro por Snoopy, o sea), yernos prodigiosos en el manejo de comisiones con más camuflaje que un chaleco de Chuck Norris, y un sinfín de fechorías y artimañas que bien darían para llenar las salas del mayor de los museos del horror. El patio de butacas sigue dibujando una sinfonía de ronquidos, inalterable ante las protestas del espectador que contempla despierto e indignado la escena. Esta democracia digiere sin inmutarse aerofagias populistas de condesas consortes, de olímpicos y maquiavélicos príncipes gallardonianos; de futuribles alcaldesas devotas de la laca; de presidentes autonómicos en aceite de anchoas; de hijos pródigos y ojerosos que entonan el “Asturias patria querida” mientras cuecen y se enriquecen. Esta es la democracia levantada sobre un castillo de naipes. Esta es nuestra democracia disecada para deleite de los taxidermistas de la política. Todo lo engulle, su estómago es ciego, como sus ojos, como sus oídos. Anoche, en la presentación del libro del periodista más influyente de este país, los zarandeados babeaban por salir en la foto. El olor a carne putrefacta llamaba a los carnívoros. Hay un buen puñado de hombres y mujeres sin escrúpulos limando estos días sus colmillos. Morderán como de costumbre, succionarán la sangre como de costumbre, pero la víctima sabrá ahora mejor, porque ha sido humillada con la derrota. La lucha de clases es ahora un manual de gastronomía caníbal. Pedro J. sacaba a pasear a los jacobinos entre luces de neón, canapés de vanidad y arribistas inmisericordes. Mientras, Esperanza y Bono, fieles escuderos del conservadurismo, lo respaldaban a los coros, secundando con entrega y frenesí el discurso del jefe. Espe comparó a los “indignados” con quienes instauraron el Terror en Francia en 1793. La presidenta de los madrileños –incluidos Tamayo y Sáez- fue a hacer bulto, a enseñar la sonrisa de una mujer que nunca se ve saciada de poder. Acudía a figurar, a enseñar las credenciales ante los socialistas malheridos. Pero Aguirre es consciente de que habla por hablar, conoce sus limitaciones, pero en su balance contable ella maneja los asientos como se le antoja. Dijo Aguirre anoche que el de los “indignados” es un populismo como el de 1793. Embarullaba de forma consciente. Mentía a discreción. Ella domina la técnica con la precisión de un restaurador. Sabe que si los actuales indignados se dejaran llevar por un Marat cualquiera, su cabeza de condesa consorte Grande de España ya se habría desprendido del resto de su cuerpo. Pero no, aquí y ahora, la que va a guillotinar el bienestar de un buen puñado de españoles es ella. Curioso que su jefe los citase anoche para hablar de una revolución, cuando lo que se cierne es la oscuridad de la involución.
2011/09/27 14:56:51.057000 GMT+2
De indignados, jacobinos y Esperanza Aguirre
Escrito por: Jean.2011/09/27 14:56:51.057000 GMT+2
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