"Una aseguradora despide a un trabajador tres días después de que informara de su cáncer de pulmón"
Este es un ejemplo más de tantos de lo que Aznar entiende por mercado inteligente. La supuesta autorregulación de ese mercado pasa por vejaciones, humillaciones, injusticias, abusos de poder, vendettas, canalladas, golfadas y toda clase de puñaladas laborales. Y siempre con las mismas víctimas.
La empresa se autorregula a su manera, nadando en arroyos de sangre y vísceras, buscando maximizar beneficios aunque para ello tenga que pisar sobre el cadáver de la ética. “Pero hombre, es que las empresas no tienen sentimientos”, argumentan algunos. Obvio, pero no olvidemos que las empresas no toman decisiones, como tampoco lo hacen un tomate, un poco de musgo ni un pedazo de corcho. Las decisiones las toman las personas. Y decisiones como éstas son propias de personas con el corazón de tomate, corcho o musgo.
Con este panorama, uno no puede pensar ni cantar igual que el mediático Iker Casillas. Yo, al menos, no me siento seguro.
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