La cantinela esa del voto útil hace que un acto de confianza se transforme en un acto de desesperación, pues acaba eligiéndose a fulano con el único propósito de evitar a mengano. El PSOE lo ha vuelto a intentar, pero esta vez no ha sonado la flauta. Su mensaje, convertido casi en un refrán, más allá de la penitencia por la crisis, ya no cala. Si aún hoy toca recurrir a González y a Guerra para ordeñar votos, apañados van. Hace falta cargarse al guionista de esta historia, y que pase a ser el parado 5.000.001. La higiene del hogar no pasa por llenar Ferraz de ambientadores, sino que se hace necesario abrir las ventanas de par en par y permitir que entre aire fresco. La autocrítica socialista vive en una caja fuerte abandonada, oculta por unas telarañas. Nadie conoce la clave secreta. O eso dicen. Nadie se va. Nadie vacía los bolsillos de la dignidad política. Nadie. La sensación que se transmite al transeúnte es que algunos consideran la política como una especie de pensión vitalicia, un “para toda la vida”. El argumento de estar ahí para servir al pueblo es más bien la asignatura de un curso de risoterapia. Solo que, para más inri, los tutores acaban por hacer llorar a los incautos que pagan la matrícula del curso, o sea, ese votante mondo y lirondo, el paria, el hombre al que asaltan por cuatrienios. La escenificación de la derrota de Carme Chacón ayer en las arenas movedizas del PSOE resultó artificial, como si el mensaje contuviera colorantes, conservantes, estabilizantes y azúcares añadidos. Pero, para qué molestarse, si ya Shakespeare lo dejó escrito todo. Puede que el currículum de Chacón sea brillante. Es probable que nadie por debajo de los cuarenta cuente con ese trasiego de altos vuelos en la política española, pero, precisamente eso, desacredita a la actual ministra de Defensa como apuesta renovadora y de esperanza en el ala izquierda. Ella ha secundado las políticas nefastas y desacertadas de Zapatero y de sus compañeros de partido. Ésa es la prueba del algodón. E incluso en política, el algodón no engaña. Chacón no representa el paso de lo viejo a lo nuevo. Si llevas unos años pegándote unas risas con gente como Bono y Rubalcaba, y aún no te has desvinculado de la adoración al felipismo, significa que sigues viviendo en el Pleistoceno, lejos de la realidad, lejos de los jóvenes. No puedes seguir pinchando música de Boney M y pretender que los veinteañeros de hoy día se entreguen en la pista de baile. Chacón no ha hecho más que recular; sabe que le llegará su turno. Lo de ayer no fue más que un “hasta luego”. Tiene claro que ahora le toca ser la cara B de un single. Y eso es ya una muestra de anacronismo político. En el PSOE seguirán con Rubalcaba, con los vinilos, en los tiempos en que el anciano cedé tiene las horas contadas. Bono, el gran Bono, el incombustible, el feriante, el señor de los flequillos, es un superviviente dañino para un partido que no es capaz de desprenderse de él ni cosiéndole unas alas en la espalda. A Pepe Bono le gusta vivir como los señores de derechas de toda la vida. Y en eso ha puesto histórica y concienzudamente su empeño, con gran éxito, hay que reconocerlo. Curioso, porque si Zapatero usa vinilos, Bono sigue enamorado de la gramola, y así las cosas, el socialismo del siglo XXI no cuaja ni convence. El PSOE, en fin, volverá a sonreír cuando descubra que hoy lo que los jóvenes escuchan son mp3; el PSOE, en fin, volverá a sonreír cuando se muestre dispuesto a renovar su aparato reproductor.
Comentar