Ramón Calderón, presidente del Real Madrid Club de Fútbol ve un micrófono y se le sube el erotismo de las declaraciones a la sesera. Como sus asesores andan a otra cosa, predomina la ausencia de buenos consejos y nadie hace nada por meterlo en cintura y evitar que vomite disparates. Es más, alguno de sus asesores -expertos en el buen vivir- no sabe siquiera lo que es una cintura.
Ayer mismo, y ante las peñas madridista de Almería, Calderón volvió a desnudar su psique ante el delirio de una entregada audiencia. "Tenéis que estar orgullosos de este equipo, porque es un equipo de hombres", espetó. ¿Qué otra posibilidad habría? Veamos, pues que fuera un equipo de mujeres, de niños, de ancianas palentinas, de ranas, de escarabajos peloteros (estos últimos abundan más en las directivas de los clubes, la verdad)... Calderón vuelve a dejar con sus palabras ese sabor rancio, vetusto, agrio, amargo, chapado a la antigua, ingrato e incómodo. Calderón regresa a las cavernas del gilismo, del loperismo, del leguaje vilipendiado, bastardo y machistoide.
Dicen que Dios los crea y ellos se juntan. Pues, con todo el respeto del mundo, al altísimo se le ha ido la mano en el Real Madrid.
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