En contra de la creencia impuesta por la aparatosidad de algunos titulares y el devaneo de sus ecos, la insólita sucesión de disparates protagonizados por el candidato popular al Parlamento europeo no dañará las expectativas ni los resultados de su partido. Dicho de otra forma, Arias Cañete resulta totalmente inocuo para su formación política. Su torpeza, su transparencia retrógrada, su atraso evolutivo en términos de respeto a la igualdad de hombres y mujeres no va a erosionar al partido conservador en las urnas. La explicación se halla en las antípodas del sentido común y de la convicción democrática, pero posee un ensamblaje sociológico tan contundente como inamovible. No hay dolor. Todo parece indicar que una parte muy significativa del electorado no tendrá en cuenta las consignas recargadas de machismo de uno de los candidatos. O sí, pues quizá lo que estén refrendando con su voto sean las tablas sagradas de un pensamiento antediluviano, grosero, soez y pervertido. Nada nuevo bajo el sol, toda vez que ya conocen de primera mano que el partido del ínclito señor de voraz apetito no cumple lo que promete en sus programas electorales. Después de cargarse a Montesquieu, poco importa ya rejonear también, de paso, a Rousseau, y pasarse el Contrato Social por el forro de los mismísimos. Las desconsideraciones de Arias Cañete reposan sobre la superficie de una sociedad alimentada por el machismo, una especie de suero fisiológico de la educación durante el franquismo, convertido ahora en una parte más del sistema inmunológico del conservadurismo español. La inocuidad, pues, de Arias Cañete reside en la empatía, solidaridad y equivalencia de sus simpatizantes y votantes, incluidas, paradójicamente, millones de mujeres. Ni siquiera ninguna de su partido ha salido públicamente a criticar la verborrea y los excesos del orondo personaje. La distancia a las tres K: Kinder, Küche, Kirche (Niños, cocina, iglesia) no resulta tan lejana. Hay un componente de sumisión muy descorazonador en este escaparate de bochornos. Asistimos a un oscuro desfile de esperpentos. El desafortunado y renqueante discurso de Arias Cañete no será sancionado en las urnas, porque en estos parajes patrios se vota a una siglas y no a un candidato. La fidelidad del votante de derechas está fuera de cualquier tipo de dudas y de deudas: sería capaz de votar a un muñeco de trapo o a un maniquí, si creyera que haciéndolo se mantendría al alza su doctrinario político, económico y social. Sería, incluso, llegado el caso, capaz de votar a Mariano Rajoy. La conciencia y la consciencia de clase constituyen la base de las elites. Así pues, Arias Cañete y su bochornoso cantar no resultan lesivos al Partido Popular, ya que sintonizan con una parte del electorado que no se anda con remilgos y que comparte su reaccionario discurso. El fin justifica los votos. Punto y final. Quizá se entienda algo mejor este silencio contemplativo o este apoyo manifiesto, que de todo ha habido, con el barbudo y pantagruélico candidato conservador, recorriendo el espectro sociológico de esta España que ya se halla, dicen, en pleno siglo XXI. Es ésta la España de las mamachicho, de Pajares y Esteso, del Sálvame, la de las animadoras minifalderas en los tiempos muertos del partido de baloncesto, la de una monarquía que menosprecia, entre otras muchas cosas, el papel y la figura de la mujer, anteponiendo al varón en la línea sucesoria y relegando a las féminas al papel de consorte que agita la mano para saludar a las masas. Es la España en la que las mujeres brillan por su ausencia en los consejos de administración de grandes empresas y bancos. La España en la que la Iglesia de la religión más seguida no permite a las mujeres el ejercicio del sacerdocio. Es ésta la España en la que una mujer tiene que renunciar a muchas cosas para alcanzar los puestos reservados tradicionalmente a los hombres. La España de los concursos televisivos presentados por él donde los premios los entrega una modelo con poca ropa y muchos tacones. La España del lenguaje pervertido, donde ser una zorra no pinta igual que ser un zorro. La España que aún no ha tenido a una mujer al frente de un gobierno. Es la España de Arias Cañete, que lleva el pensamiento hobbesiano a un nuevo estadio, porque el hombre ya no es sólo un lobo para el hombre, sino también para la mujer. Y parece que Cañete seguirá aullando.
Comentarios
Muy bueno, sí señor. Leyendo el artículo se me ha venido a la cabeza que aquí en Madrid tuvimos a un personaje tan casposísimo como Álvarez del Manzano ganando elecciones con mayoría absoluta una detrás de otra, por las mismas razones que apuntas que harán que de lo mismo lo que hagan o digan los candidatos (sería falso decir que sólo pasa con Cañete y el PP), los resultados electorales no van a cambiar por la campaña electoral, que en el fondo no es más que una ceremonia teatral, eso sí, cara de cojones. Joder, si lo de menos son las barbaridades que dicen, lo bestial son las barbaridades que hacen, y la gente les vota igual. Mucho me temo que no nos queda más que ajo y agua.
Escrito por: flaky.2014/05/19 10:59:38.926476 GMT+2
Precisamente hoy me he acordado de Álvarez del Manzano. Lo recordaba acudiendo al tanatorio donde reposaban los restos mortales de Aitor Zabaleta. Vi nítidamente el carácter del político que llega, se hace la foto y se va.
Las barbaridades que hacen están bien vistas. Por eso les permiten seguir haciéndolas. Es lo que hay. Peajes de un patria sin bagaje democrático
Escrito por: Jean.2014/05/19 14:44:43.919180 GMT+2