¿Por dónde empezar cuando algo tan importante ha acabado? ¿Cómo articular en palabras el sentimiento de frustración que crece como hierba salvaje en el alma de un aprendiz? ¿Cómo manejar el dolor sin caer en lo ordinario, en lo común, en las frases enlatadas del catering emocional? Un escribidor espera resultar siempre original, desnudarse de una manera diferente, aunque la orquesta de fondo esté compuesta por los mismos músicos agotados. Si no, ¿para qué tomarse la molestia de expresarse? Hoy ni siquiera tengo ganas de música. Hoy me duele el alma.
Ya no podré leer nada más nuevo del periodista, del escritor, del columnista que fue calando en mí, que fue tejiendo con palabras limpias y valientes un pequeño hilo que me mantenía ligado al periodismo. Javier era un periodista honesto, osado, rebelde, valiente, íntegro, cabal, verdadero, astuto, racional, inteligente, humano, coherente, irónico, ácido, espléndido. Yo no digo que no haya más por estos lares, pero yo no los conozco, no los he leído.
Javier era uno de los pocos motivos que me unían al periodismo, a esta profesión –u oficio, como él decía- que se desangra por los cuatro costados, torturada por ratas y cobardes que venden su alma a todos los diablos imaginables. Javier despertaba en ellos tanto recelo –en ocasiones, odio- como envidia. Sí, envidia. Entre sus más encarnizados enemigos se encontraban quienes no podían dar crédito a la independencia y a la valentía de Javier. Esos que no conciben que alguien deje de embolsarse dinero por no querer mirar a otro lado, por no ceder cambiando las comas de sitio o por negarse a escribir directamente al dictado. ¡Cuántos compañeros de fragata se bajaron los pantalones en El Mundo!
Comencé a leer las columnas de Javier desde que Pedro J. parió, precisamente, ese diario. Ortiz me dijo en una ocasión: “Normalmente, los periódicos tienen un director; en el caso de El Mundo, es el director quien tiene un periódico”. No quiero caer en un recorrido por el inmenso anecdotario que brotó de mis conversaciones con Javier. Comencé a escribir en su página web hace siete años. Conté siempre con su apoyo, con su dedicación y con sus buenas palabras. Jamás valoré tanto un juicio como el de Javier, porque él decía lo que sentía sin faltar a su verdad, sin recurrir a la mezquina diplomacia que engalana la falacia y cubre de buenas palabras los pensamientos críticos y sinceros. Sé que intentó ayudarme a entrar en las redacciones de algunos diarios, pero ni siquiera me enteraba por él. Otros me lo contaban, porque Javier era distinto. Aún no me puedo creer que haya tenido que sacar a relucir tan pronto su propio obituario. Esta existencia traicionera e incomprensible adjudicó el adiós a un hombre que para mí fue un modelo en su actitud. Ser un periodista honrado hoy en día equivale a ser valiente… y a jugarse el puesto. Javier luchó con su pluma frente a los cañonazos del Poder, abanderó el resentimiento social en miles de columnas que hoy son lágrimas de desesperación y rabia, repartió panfletos de dignidad y libertad entre sus lectores, y trabajó sin descanso, con ahínco, con independencia y con gusto por las cosas en las que creía. Lo hizo hasta el último momento, y se ha marchado esbozando una enorme sonrisa y realizando malabarismos con ese humor negro que tanto me sorprendía. Porque a mí siempre me faltó la inteligencia necesaria para reírme de mí mismo.
Javier ya no está. Tardaré en digerirlo y sé que pensaré en él de forma cotidiana. Cuando me enfrentaba a un dilema ético, siempre me preguntaba cómo respondería ante él Javier. Las palabras se me agolpan en las puntas de los dedos, nacidas de la impotencia, de las lágrimas contenidas en medio de una oficina repleta de nudos de corbatas, estrategias de mercado y números. Escribo casi con los ojos cerrados y sin atender al característico ruido que generan las multitudes. Hoy estoy solo, aunque me rodeen cientos de personas, hoy estoy hundido, aunque simule sonrisas de medio pelo; hoy estoy ausente, aunque finja prestar atención; hoy es un día terrible.
La última vez que comimos juntos charlamos, como se suele decir, largo y tendido. Me animó entonces a escribir un libro. Pero yo le dije que no tenía tiempo. Fue una respuesta cómoda. Teníamos pendiente una comida. Para mí, un encuentro con Javier era como asistir a una clase magistral, como escarbar en las raíces del periodismo, como un viaje a la consciencia de la utilidad periodística, como si el Cuarto Poder no fuera tanto una alucinación como una realidad por la que luchar. Javier ponía el dedo en la llaga, y ¡vaya si escocía!
Un día emprendí un viaje en la Patera para compartir con él la faena de remar, para compartir con espíritus inquietos y críticos las preocupaciones, para pelear con fiereza por un mundo mejor y más justo. Soy consciente de que estamos perdiendo la batalla, pero las penas con un hombre como Javier al lado dolían menos. Algún día, dentro de muchos años, alguien del futuro estudiará qué fue eso de la prensa escrita, y cuando revuelvan entre sus ruinas descubrirán que hubo un tal Javier Ortiz que nadó contracorriente, que reflexionó e hizo reflexionar a unos pocos, enfrentándose a los sostenedores del pensamiento único.
La ironía ha querido que hoy, este maldito 28 de abril de 2009, en la web de Público la desaparición de Javier se haya convertido en la noticia más leída del día. Ironías de la realidad irreal: hoy es el día en que Javier venció a la Milá.
Hoy nadie podrá firmar un obituario mejor que el que el propio Javier nos ha dejado. Hoy, Javier ha dado su última lección de periodismo valiente e inteligente. Ha sido también, aunque resulte paradójico, una lección vital.
Hoy me duele el alma.
Comentarios
Escrito por: Belén.2009/04/28 16:14:29.159000 GMT+2
Qué putada, qué putada. No me sale nada mejor que esto, porque lo de escribir no es exactamente lo mío. No, no escribo nada bien, no sé hacerlo. Pero sí sé leer. Y eso, en una parte enorme, se lo debo a Javier.
Un abrazo. Y adelante.
Escrito por: Nino.2009/04/28 18:06:16.297000 GMT+2
Lágrimas, recuerdos. Javier, te conozco desde los años setenta, sólo puedo decirte que hoy lloro como lloré la muerte de mi madre.
Adios, Javier.
Escrito por: Miguel.2009/04/28 21:16:11.447000 GMT+2
La penúltima frase, la de la lección vital, no solamente es paradójica: es parajórica, si se me permite el vocablo. Un redoble que hace sonreir y pensar a la vez. Un empujoncito para seguir resistiendo, a la contra de tanta... en fin... ya tú sabes...
Un abrazo y a seguir navegando... '(...)subidos a la más frágil de las naves y como símbolo de nuestro propio propósito (...)'.
Salú.
Escrito por: .2009/04/28 22:17:11.684000 GMT+2
Joder, os estoy leyendo y, serán reminiscencias de cuando los jesuitas y eso, pero me da que JOR os está inoculando el pedazo de verbo. Magnífico este tu "Adios, JOR". Incluso mejor que aquél en el que narrabas una autocrítica brutal de cierto, y creo que bastante conocido, club de fúmbol.
Te ha salido bordao, y además lo sabes, que te conozco...
Muchos besos para todos, y para ti, porfa, sigue escribiendo. Periodista total.
Bss.
Escrito por: alargaor.2009/04/29 00:49:31.381000 GMT+2
Escrito por: Izaam.2009/04/29 01:28:16.248000 GMT+2
Escrito por: Luis.2009/04/29 11:12:43.792000 GMT+2
http://eltransito.info
Hola,escribo esto para comentar a todos que lamento profundamente la muerte de este hombre, y ahora que Javier ha muerto inesperadamente quizás sea hora de que otro tome su relevo,yo no soy periodista,tampoco he hecho ninguna carrera universitaria,pero llevo la investigación en la sangre desde 1995-20 años de edad y a raíz de querer averiguar el porqué de las cosas- y gracias a las lecturas de artículos en periódicos y revistas aparte de mis investigaciones he cogido afecto por esto que tu y Javier y otros muchos haceis.Espero que quede como una dedicatoria para su muerte y su profesión.
Escrito por: Sergio.2009/04/29 13:05:6.184000 GMT+2
Escrito por: Carles.2009/04/30 11:04:9.817000 GMT+2