En el número correspondiente
a la primera semana de septiembre de 2003, el semanal Argia, editado en
euskara, publica una entrevista con Javier Ortiz. La entrevista, a cargo de
Mikel Asurmendi, director de Argia, fue realizada en castellano y
traducida posteriormente. Lo que sigue es el texto en castellano de la
entrevista, cuyo titular, en euskara, refleja la frase: «El problema es España,
un proyecto de nación frustrado».
1 - ¿En que momento profesional se encuentra Javier Ortiz?
No lo sé. No es fácil juzgarse uno mismo. Menos aún
sobre la marcha.
De tomarme la pregunta por su lado meramente
descriptivo, diría que estoy en un momento profesional confortable, puesto que
subsisto sin grandes problemas haciendo lo que me apetece, que es escribir y
hablar a mi aire.
De todos modos, es obvio que no me siento nada a gusto
con la realidad que me circunda. La sobrellevo sin ninguna resignación.
Mis próximos dicen que con el tiempo me he vuelto un
cascarrabias con sentido del humor. Si así fuera, no me parecería mal.
2 - ¿El hecho de encontrarte en Alicante es circunstancial, por estar de vacaciones, o es que te has afincado en Alicante?
No estoy afincado realmente en ninguna parte. Me
distribuyo entre Madrid –ciudad a la que fui a parar hace 26 años por razones
profesionales– y las afueras de Aigües, un pueblecito de la comarca del
Alacantí, en la costa mediterránea, donde me compré hace 13 años un rincón
totalmente apartado de la incivilidad, es decir, de la civilización.
Mi pareja tiene un piso en Cantabria, de donde
procede. Recalamos por allí de tanto en vez.
Fuera de eso,
apenas hay mes que no pase unos cuantos días en Euskadi. Y viajo con frecuencia
–con demasiada– por lejanos confines, donde amigos –de uno u otro pelaje, pero
siempre a contrapelo– me invitan a perorar.
3 - Habitualmente has denunciado el pensamiento único que trata de aplicar el gobierno del PP. Los medios de comunicación en el Estado español juegan un papel importante en el mismo. ¿Has vislumbrado o vislumbras algún cambio en la labor informativa de éstos?
No. O, mejor dicho, sí: vislumbro cambios, pero a
peor.
No es un problema político, en el sentido más
profesional del término.
Si se tratara de un asunto exclusivamente político,
podría estar al albur de tales o cuales
resultados electorales, hoy o mañana.
La evolución de los medios de comunicación de masas en
el Estado español, lo mismo que en el conjunto del mundo capitalista
«avanzado», es resultado de todo un entramado de intereses. Económicos sobre
todo, aunque también, de rebote, sociales y políticos. No conciernen a un solo
partido, o a una sola tendencia política, sino al conjunto del llamado
«establishment».
Por supuesto, todo depende del punto de mira. Visto de
cerca, cada medio de comunicación de masas es de su padre y de su madre (o del
padre y la madre de sus accionistas). Pero, así que se observa la realidad del
sector con cierta distancia, es forzoso concluir que todos los medios de
comunicación importantes son, de hecho, el mismo medio de comunicación.
Las transformaciones positivas de esta realidad en las
que confío –más que vislumbro– se apoyan en el deseo, perceptible en una parte
de la sociedad, de recibir informaciones y opiniones no tan sesgadas, o sesgadas
de manera más plural.
4 - Después del
cierre de Euskaldunon Egunkaria, y tras las denuncias por tortura de
Martxelo Otamendi, escribiste lo siguiente: «Mucho me temo que, en España, la
tortura sí es cultura». Malos augurios para una posible resolución del
conflicto vasco.
Suelo echar mano de frases de ese porte para animar a
la gente más lúcida a no caer en la mitificación ñoña de términos tales como
«cultura», «humanidad», etcétera.
La tortura es
un fenómeno propio y exclusivo de la especie humana. Salvo el hombre, ningún
animal tortura a sus semejantes. La tortura es un hecho estrictamente humano,
cultural.
En España (y en
tantas otras partes, pero España nos pilla más de cerca), la inmensa mayoría
tiene por costumbre cerrar los ojos a las denuncias de tortura. No es que les
niegue credibilidad. Es que no quiere enterarse de si la tienen, y en qué
medida. Porque, en el caso de que la tuvieran, tendría que responder de un modo
que prefiere evitar.
En España se
tortura, en efecto. En las comisarías y los cuartelillos, hay funcionarios
públicos que torturan a inmigrantes, a gitanos, a mujeres sin recursos, a pringaos
de toda suerte... y a vascos. ¿Por qué? Porque el torturador
vocacional, tan dado a buscarse un uniforme, sabe que no hay peligro alguno en
torturar a quienes forman parte de determinados grupos sociales previamente
preteridos. Sale gratis.
En cuanto a los
augurios sobre la resolución del llamado «problema vasco»: creo que el problema
que habremos de afrontar finalmente, entre todos, con paciencia y con
serenidad, es el de España.
El problema es
España: un proyecto de nación frustrado –como casi todos, pero éste más– que no
ha sabido asumir y gestionar sus insuficiencias de homogeneidad.
Hemos de
contribuir a paliar esas insuficiencias de manera racional y pacífica. No se
trata de realizar ahora lo que no se hizo en los siglos correspondientes, pero
tampoco es cosa de que unos pueblos que resultaron mal unidos en la época de
las revoluciones burguesas sigan a la greña de por vida.
5 - Un año
después de la puesta en marcha del plan Ibarretxe, ¿qué margen de
maniobra le ves a ese plan, de cara al nuevo curso político?
No puedo hablar
del «plan Ibarretxe», porque no sé qué es, ni en qué consiste. Y me temo que no
por falta de información, sino por buena información.
Por lo que yo
sé, el lehendakari Ibarretxe no tiene ningún plan cerrado, establecido.
Me da –creo– que lo que él quisiera es poner sobre la mesa algunas ideas para
animar el debate sobre vías explorables para abordar los problemas pendientes.
Para que la
discusión no sea exclusivamente sobre si ETA sí, ETA no; tiros sí, tiros no.
Esa polémica ya no da más de sí. Todo el mundo ha dicho todo lo que tenía que
decir al respecto. Como realidad es insufrible. Como campo de debate, un erial.
Yermo.
Digamos lo que
cada cual tenga que decir sobre todo lo demás, que es muchísimo.
Cuando el lehendakari
avance sus ideas, opinaré. Y daré las mías, por supuesto.
6 - Con la
realización del libro titulado Ibarretxe, tuviste ocasión de entrevistarle
y conocerlo. ¿Qué posibilidades le auguras como lehendakari y como
político?
En 35 años de profesión periodística, he conocido a
cientos de políticos. Algunos presuntamente importantísimos.
Casi ninguno me ha interesado gran cosa. En mi
pandilla hay no menos de media docena de mujeres y hombres que les dan cien
vueltas.
No me interesan demasiado los políticos, como tribu
particular. Los considero previsibles.
Ibarretxe me pareció un hombre interesante. Imprevisible,
porque piensa por sí mismo y no se atiene a ningún guión de marketing político.
Me pareció, además, sensible, aunque haya algunas
actuaciones suyas que me pongan mal cuerpo.
7 - Se ha cumplido así mismo un año de la puesta en marcha de la ilegalización de Batasuna. ¿Qué valoración te merece la postura tomada por Batasuna y la izquierda abertzale en general?
No estoy de acuerdo con la línea política de Batasuna.
Creo que defiende mal, e incluso desastrosamente, los postulados que dice que
pretende encabezar. A decir verdad, con mucha frecuencia me pone de los
nervios.
A cambio, no
quisiera emitir ningún juicio sobre la izquierda abertzale en general, porque
sé que esa generalización engloba múltiples matices y un buen puñado de
tendencias, con algunas de las cuales tengo más de un sentimiento –y muchísimas
razones– en común.
Aclarado todo eso, reitero mi repulsa a la
ilegalización de Batasuna, HB, EH o como quiera hacerse llamar. Esas siglas
engloban una tendencia socio-política
que representa a una parte del pueblo que, como tal, tiene derecho a expresarse
y organizarse sin cortapisa alguna.
8 - Como persona de izquierdas, ¿como ves la izquierda en el Estado español de cara al denominado «conflicto vasco» y a una posible remodelación del actual modelo de Estado?
Primer punto: ¿soy yo «de izquierdas»? Si ser de
izquierdas implica asimilarse a lo que se denomina «izquierda» dentro del
actual Estado español, rechazo horrorizado semejante identificación. No sólo no
tengo casi nada en común con el socialismo oficial, sino que me echan para
atrás también buena parte de los prebostes de Izquierda Unida, que arrastran un
aire de ministros frustrados que no pueden con él.
Segundo punto: ¿qué actitud tiene la izquierda
española oficial hacia el llamado «conflicto vasco»? Me contaron que algunos
dirigentes de IU le reprocharon a Madrazo que él había obtenido un buen
resultado electoral en Euskadi gracias al bofetón sufrido por ellos en el resto
del Estado. Si no se daban cuenta de que ese reproche les concernía
principalmente a ellos mismos y a su electorado, mal negocio.
La izquierda española –que existe, y tiene mucho
mérito– se plantea con seriedad y sensatez el problema del modelo de Estado. Y
muchos más. Y tan hondos como ése. Pero las cosas están de tal modo que esa
izquierda reflexiva, honrada y desprejuiciada no pinta gran cosa. Porque, de
momento, para pintar algo en el circo electoral español hay que decir topicazos
y tonterías de gran calibre. Sobre Euskadi y sobre todo lo demás.<
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