De la misma manera que quien formula una pregunta marca los límites de las respuestas posibles y que el resultado de una reunión lo decide quien fija el orden del día, la victoria en una polémica se inclina casi siempre del lado de quien determina qué datos se manejan en el debate.
Son axiomas particularmente comprobables en el campo de la política. Por ejemplo: estuvo claro que Felipe González perdería las elecciones y habría de abandonar el palacio de la Moncloa en el momento mismo en que se comprobó que el temario de la actualidad política ya no lo marcaban ni él, ni su Gobierno, ni su partido, sino sus oponentes. Cuando se vio que el orden del día informativo funcionaba tal que así: 1º) El terrorismo de Estado y los GAL; 2º) La corrupción de Filesa, las cuentas del Ave y los trapicheos de Roldán; 3º) El despacho de Juan Guerra; 4º) La caseta del perro de Boyer; 5º) La habitación frigorífica para las pieles de Aida Álvarez… Etcétera.
Los valedores mediáticos de Esperanza Aguirre están que fuman en pipa porque se dan cuenta de su incapacidad para fijar un orden del día político que sea decididamente favorable a su patrocinada. No tienen un temario con el que dar la murga para dejar a Mariano Rajoy en posición desairada y promover a su candidata.
La presidenta de la Comunidad de Madrid repite sin parar que ella no plantea una rivalidad entre personas, sino un debate de ideas, pero es incapaz de formular las ideas sobre las que quisiera debatir. Afirma que hay que analizar las razones de la derrota del PP en las últimas elecciones generales, pero ella es la primera en no analizarlas. Y su guardia de corps teorizadora, lo mismo.
Su problema es que lo que tendrían que decir, los unos y los otros –el uno y la otra–, no se atreven a decirlo, porque eso los llevaría a la escisión.
En el actual PP español conviven al menos (al menos, insisto) dos partidos distintos. Uno es el de la derecha más recia e intransigente, más facha, más ideologizada, con más ganas de gresca, que tiene su principal bastión en la Comunidad de Madrid y que cuenta con sólidos y contundentes arietes mediáticos. El otro es el de la derecha más práctica, más centrada (en los negocios, sobre todo), menos vociferante, más europea, más proclive a los apaños con el PSOE, más preparada para la alternancia. También tiene apoyos en Madrid (Ruiz Gallardón), pero sus respaldos principales son extra capitalinos: la Comunidad Valenciana, Andalucía, tal vez Galicia...
Ambos son conscientes de dos cosas. La primera es que no se soportan. La segunda es que, si rompen, lo más probable es que tiren al niño con el agua sucia, es decir, que la derecha española, al fraccionarse, pierda el muy influyente papel que juega en los más diversos campos.
Los dos quieren estar en posición dominante, pero no quieren al otro fuera, sino dominado.
Es el principio mismo de la neurosis, según explican los psiquiatras: amar y odiar lo mismo al mismo tiempo.
Esperanza Aguirre se apoya en otra contradicción neurótica. Sabe que cuenta con el favor de buena parte de la base del PP, predispuesta en contra de lo que sus agitadores mediáticos pintan a diario como la blandenguería de Rajoy, pero también sabe que esos agitadores, como no tienen que presentarse a ningunas elecciones, se abstienen de hacer cálculos como los que ella está obligada a hacer. A los otros sólo les importa el EGM. La pueden dejar tirada en la primera esquina. Pero a ella no le bastan unos cuantos cientos de miles de incondicionales. Necesita más. Primero, dentro de su propio partido, donde no es fácil doblegar el poder de las estructuras orgánicas hostiles. Y luego, en las urnas de toda España, incluidas las de la maldita periferia, que no le sonríen ni poco ni mucho.
De todos modos, su dificultad principal (regreso al comienzo) es que carece de un “argumentario” que oponer a Rajoy para promocionarse, y que los miembros de su agit-prop tampoco son capaces de proporcionárselo.
Podrían ir a por el actual presidente del PP, atacándolo personalmente, pero ¿con qué tipo de críticas que no pudieran volverse en cosa de nada contra la propia Aguirre, multiplicadas por dos? ¿Tolerancia con la corrupción, por ejemplo? Sus oponentes les responderían filtrando datos sobre el Ave y Guadalajara, donde la familia Aguirre ha ido a la fortuna sobre raíles de alta velocidad. Seguro que sabe que quien tiene el techo de cristal no puede liarse a pedradas.
Se les presenta una alternativa poco envidiable: si siguen juntos, van a continuar desgastándose en luchas intestinas; si rompen, se convertirán en dos mitades de lo mismo que se odian entre sí.
No soy Rodríguez Zapatero –no tengo ya ni edad ni ganas para postularme para semejante papelón–, pero puedo asegurar que, de serlo, me estaría frotando las manos. Es aquello del dicho árabe que aconseja sentarse en la puerta de casa a esperar que pase el cadáver del enemigo.
Aunque, bien
mirado, quizá quienes lo tengamos peor seamos los que no estamos ni con los
unos, ni con los otros, ni con los de más allá.
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(Aparecido en Noticias de Gipuzkoa el 25 de abril de 2008)
Comentarios
"Aunque, bien mirado, quizá quienes lo tengamos peor seamos los que no estamos ni con los unos, ni con los otros, ni con los de más allá."
Y tanto, Sr. Ortiz...
Lástima de escisión en el PP, aunque temo que ni por ésas iba a surgir un bando totalmente 'limpio' de ex-franquistas, ya sean de los 'pragmáticos' o de los 'ultramontanos'...
Escrito por: Izaam.2008/04/29 15:44:39.989000 GMT+2